Capítulo 3

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— Para empezar, solo quiero que le quede claro que no me interesa nada de lo que dejó mi padre, tampoco sé nada acerca del negocio con el petróleo. Yo solo deseo intentar pagar la deuda que mi padre contrajo con usted y que para mi desgracia heredé, y  de ser posible poder recuperar mi casa, tiene un valor sentimental para mí— continuó ella — Es la casa en la que crecí y no sé si lo sabe, pero la mandó a construir mi padre para mi madre luego de su casamiento.
— Entiendo. Algo ambicioso de su parte, Samantha — acotó él con mirada felina y voz sensual— Y dígame, ¡cómo piensa hacerlo! su padre no pudo. Y con respecto a su mansión familiar, por si su abogado no le informó, su padre la hipotecó cinco veces. Dígame, Samantha, cómo piensa pagarme la deuda de su padre y la de su casa para recuperarla— puntualizó él triunfal— Por favor, ¡Ilumíname!Supongo que si vino hasta aquí hoy es porque tenía alguna idea pre elaborada.
«¡Mierda!» exclamó Samantha en su mente. Era una suma muy elevada y aunque comenzara a trabajar ahora ni en diez años podría liquidar la maldita deuda. Un frío atenazador recorrió su cuerpo.
— Le recuerdo que junto con la casa va incluido todo lo que hay dentro y que ya fue debidamente tasado y mencionado en el contrato con tu padre por lo que no puede disponer de nada de lo que hay en el interior, ni siquiera su vestuario.— puntilló él para acorrarla—  Su padre así lo estipuló. Solo he permitido que estuviera en ella y pasara su tiempo de luto, y puedo quizás, solo quizás, permitir que por lo menos saque su ropa, solo su ropa. Tampoco quiero parecer un ogro, pero entienda que es mucho dinero el que está en juego.
— No era necesario que me echara en cara lo que ya mi abogado me explicó.— respondió ella orgullosa y ya algo molesta —  A eso vine, ¿no? — prosiguió con valentía correspondiendo con firmeza a la mirada divertida que él le lanzaba— Puedo trabajar para usted e irle pagando poco a poco.
— ¿En serio?— río él sin poder evitarlo— la creí más inteligente. No necesito que trabaje para mí. Tengo asistente... — continuó él enumerando con sus dedos — tengo secretaria, cocinera, mucama y hasta ama de llaves. — bromeó él y luego fingió pensar en algo. —  Yo tengo una idea mucho mejor y que nos conviene a ambos.— concluyó triunfal.
— ¿Ah sí?— exclamó Samantha soltando el aire contenido y llena de esperanzas nuevamente sin imaginar el bombazo que vendría después.
Lo observó abrir una de las gavetas y sacar un enorme álbum de fotos. « ¿Acaso aquel hombre pretendía que ella perdiera su tiempo viendo fotos familiares? » Lo único que tenía en su mente era no quedarse en la calle.
— Quiero que observes lo que está ahí dentro — pidió enérgico dándose cuenta de la mirada confundida de la joven.
Samantha abrió el dichoso álbum y lo primero que vio fue un hermoso caballo pura sangre de color azabache, en la página siguiente un enorme edificio de cristal al parecer en los Emiratos Árabes. Lo reconoció de inmediato pues había estado allí con sus padres unos años atrás.
Luego en la tercera página una hermoso viñedo con su finca, la que él le aclaró estaba situada en Italia.
— No entiendo qué tiene esto que ver con la deuda o con que yo pueda recuperar mi casa— inquirió ella de pronto dejando de hojear el grueso álbum pero que estaba prácticamente vacío.
— Continúa, por favor— instó él haciendo que la joven prosiguiera mirando las fotos.
Al llegar a la quinta hoja de nylon se observó a sí misma con el vestido rojo que había llevado a aquella gala benéfica un mes atrás y algo aturdida se detuvo para mirar al hombre que tenía frente a ella.
— ¿¡Qué significa esto!? — bufó molesta— ¿Qué hace esta foto que no recuerdo haberme tomado? O mejor dicho ¿por qué la tiene usted?
Daniel emitió una cínica sonrisa. Y le divirtió verla tan confundida y enojada.
— Se la compré al periodista que estaba cubriendo la gala — aclaró él respondiendo a sus interrogantes.—  Verás, Samantha— prosiguió con calma — En ese álbum están mis posesiones más valiosas. Que como puedes ver no son muchas pues soy muy selectivo con lo que compro.— prosiguió al verla aún más sorprendida — De las cinco que viste sólo tengo cuatro. Me falta la última. ¡Usted!.
— ¿Acaso me está comparando con un caballo?— replicó molesta.
—Si prefieres  verlo de esa forma es tu problema. —acotó — Yo soy un hombre de negocios, acostumbrado a obtener lo que quiero. Y ahora, la quiero a usted. Así de simple.

Serás míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora