Samantha estaba sin palabras ante aquella propuesta tan...¿descabellada?¿absurda?«¿por qué ella? » era la interrogante que taladraba su cabeza. Sopesó los pro y contra de lo que le proponía Daniel y aunque estaba algo renuente lo que sí tenía claro era que él la tenía en sus manos y él lo sabía.
— ¿Por que yo?— inquirió aún con dudas— Puedes tener a la mujer que quieras, eres...
— Creo que la pregunta correcta sería ¿Por qué tú no?— respondió él interrumpiéndola y apartando con delicadeza un mechón de cabello femenino para colocarlo tras su oreja— Yo no quiero a otra. Te quiero a ti. Te deseo a ti. — prosiguió con firmeza mirándola a los ojos— Yo tampoco te soy indiferente, de lo contrario no hubieras respondido a mis besos como lo hiciste. Eso ya es un punto a mi favor.
— ¡Acepto!— soltó Samantha con resignación luego de meditarlo por poco tiempo. No tenía otra salida mas que ceder si quería recuperar su casa y cancelar la deuda— Seré tuya por un mes.
—Me alegra— respondió con la certeza de que aquel mes se convertiría en un para siempre. — Ya mis abogados elaboraron un contrato— explicó él invitándola a sentarse nuevamente mientras sacaba los documentos de una carpeta.
— ¿Cómo sabías que iba a aceptar? — replicó furiosa al ver que ya había hasta un contrato elaborado previamente.
— Te confieso que no fue lo que inicialmente pensé. — reconoció él— Pero de lo que sí tenía la certeza, es de que si viniste hoy aquí era porque estarías dispuesta a hacer lo que fuera por llegar a un entendimiento conmigo.—respondió— Tú quieres cumplir con lo que tu padre te heredó y recuperar tu casa que ahora está en mi poder y yo te quiero a ti. Así de simple. Ya te dije que cuando deseo algo lucho por conseguirlo. No me gusta perder.
— ¡Sí, claro valiéndote de tu dinero o de chantajes para lograrlo— espetó con rencor.
— Yo no te estoy obligando a nada— replicó molesto— siempre tuviste la opción de negarte y salir por esa puerta.
— No me hagas reír— sonrió con amargura — sabes que no puedo hacerlo, no solo porque perdería mi casa, en la que he vivido toda mi vida; sino porque tampoco tengo cómo pagar la maldita deuda que contrajo mi padre con usted. No tengo ahorros, dinero y ni siquiera puedo vender o disponer de lo que mi padre una vez compró porque todo te pertenece.
— De todas formas sigues teniendo esa opción, aún no has firmado nada, Siempre puedes encontrar un trabajo — ironizó él.
— Y mientras busco un empleo vivo en la maldita calle, ¿no?
— Es un riesgo que puedes escoger si verdaderamente deseas aferrarte a tus principios y tu dignidad— espetó con sarcasmo echándole en cara las palabras de ella.
— Eres un arrogante, idiota, egoísta y un hijo de la gran puta— escupió molesta— ¡Sabes que me tienes en tus manos, no lo niegues!
— Toda esa sarta de adjetivos que han salido de esa deliciosa boquita tuya me han puesto cachondo— sonrió para provocarla — Ahora dejémonos de tanta cháchara y discutamos el contrato.
— ¿Puedo cambiar algo que no me guste u opinar al respecto?— preguntó aunque sabía de antemano cuál sería la respuesta.
— No— soltó rotundo y tajante él— Debes cumplir lo que está escrito ahí o de lo contrario cancelo todo y perderás tu adorada casa además de pagar la deuda y si por alguna casualidad decides terminar nuestro acuerdo antes del plazo acordado te enfrentarás a una demanda por incumplimiento de contrato.
— Por lo visto, has pensado en todo, ¿no? — acotó ella — Entonces no le veo sentido a que lea estos papeles y sigamos perdiendo el tiempo¿no crees?— bufó irónica— Imagino que eres un hombre muy ocupado.
Samantha firmó los papeles sin leerlos siquiera. Aquel hombre la tenía acorralada y ya no quería ni tenía fuerzas para pensar o luchar.
— Debes saber que el contrato estipula también, que debes estar disponible cada vez que yo quiera y hacer lo que yo te pida.
— ¿Así que ahora también vas a violarme?— inquirió con sarcasmo retándolo con la mirada.
Daniel no pudo evitar una sonora carcajada.
— No, cariño — respondió meloso— No habrá necesidad de hacerlo, tú sola me pedirás que te folle duro y rico. Puedo ver el deseo en tus ojos cuando me miras y tranquila, no voy a pedirte u obligarte a nada que no quieras hacer o darme.
— Tiene mucha confianza en sí mismo, señor Pitt— dijo en tono formal para dar a entender su desprecio— Sepa que nunca me enamoraría de un hombre como usted — exclamó rotunda.
— Eso, mi querida señorita Jones, solo el tiempo lo dirá.
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Serás mía
RomanceAl morir su padre Samantha Jones quedó en la más profunda miseria. La gran mansión en la que creció había sido hipotecada por su progenitor y estaba a punto de perderla. Daniel Pitt estaba obsesionado con una mujer desde que la vio en aquella gala b...