Capítulo 2

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— Señor Pitt— sonó la voz de su secretaria por el interfono haciendo que dejara de revisar unos contratos en su computador— La señorita Samantha Jones desea verlo. Ella no tiene cita así que...
— ¡Hazla pasar, Leticia!— interrumpió con voz enérgica. Escuchar ese nombre le trajo un delicioso recuerdo. Recuerdo de un bien formado y delicioso trasero, rostro de ángel y curvas espectaculares. Saboreó sus labios con solo imaginársela debajo de él gimiendo de goce mientras la penetraba con ansias. Había soñado muchas veces que la hacía suya. Quiso darle espacio después del fallecimiento  de su padre, con el que no contaba para nada, sino que más bien lo tomó por sorpresa. No deseaba su muerte, solo a su hija. Era un hombre paciente. Un cazador nato. Sabía que Samantha Jones vendría a él sin siquiera mover un dedo. Ella había heredado la deuda y seguramente querría recuperar algo de sus antiguas posesiones. Por eso esperó pacientemente. La paciencia era una de sus virtudes cuando de obtener lo que deseaba, se trataba. Y Samantha era lo que más deseaba en ese momento convirtiéndose en una obsesión para él.

Samantha estaba nerviosa. El corazón desbocado amenazaba con salírsele de su pecho. Frotó sus manos sudorosas contra la costura de su vestido y agarró su bolso con fuerza como si este le brindara algún tipo de protección. Caminó  decidida cuando la secretaria del señor Pitt le anunció que podía pasar.
Lo vio al entrar de espalda a la puerta,  mirando por el cristal del enorme ventanal por el que se apreciaba una gran vista de la ciudad. Observó atentamente al hombre delante de ella. Su espalda ancha y su costoso traje de tres piezas de color gris denotaban poder. Tenía las manos en los bolsillos y sin girarse aún la invitó a sentarse.
Él se giró lento y seguro para mirarla, como si tuviera todo el tiempo del mundo, como si estuviera preparándose mentalmente para ese reencuentro tan esperado, al menos para él. Vio temor en los ojos de la chica, como si no supiera qué esperar de él. Aquellos ojos azul cielo tan transparentes ahora lo miraban fijamente.
— Y volvemos a encontrarnos de nuevo, señorita Jones— comenzó él acariciando con su voz el apellido de la joven que lo miró confundida.
— ¿Nos conocemos?— inquirió aturdida — Lo siento pero no me acuerdo de usted, señor Pitt— se disculpó ella con voz trémula.— ¿Acaso nos hemos visto antes?
Era un hombre hermoso. Mentón firme, rasgos duros.  Ojos verdes y cuerpo de infarto, que pudo dilucidar a pesar del traje que se adhería a su piel. Era imposible no recordarlo. Sin embargo así era y se sintió apenada por ello.
— Nos conocimos en la gala benéfica que organicé hace un mes— le recordó él con rabia al ver el poco impacto que tuvo él en ella que ni siquiera lo recordaba. Eso lo mortificó y sintió deseos de pagarle con la misma moneda— Su padre nos presentó. Siento mucho su pérdida. Sé lo que es quedarse solo— recordó a sus padres que también habían muerto en un accidente de coche tres años atrás.
— Le agradezco sus condolencias, señor Pitt. — respondió sin dejar de mirar aquellos carnosos labios masculinos imaginando cómo sería besarlos. Acalló sus pensamientos calenturientos y mordió su labio inferior, gesto que hacía cuando estaba nerviosa o concentrada en algo, sin saber que aquel gesto tan inocente estaba provocando estragos en su acompañante.
Daniel sintió su potente erección y  carraspeó. Estaba molesto consigo mismo por no poder mantener su cuerpo a raya. Se sentó en su silla de cuero negra protegiendo su orgullo detrás del enorme buró de cedro, que usó como escudo, y así evitar que ella se diera cuenta. « ¿¡ Qué demonios tenía aquella mujer que lo volvía loco con tan solo un gesto inocente »!? Se regañó mentalmente apretando con fuerza el mentón.
— Hoy supe sobre la deuda que tenía mi padre con usted, señor Pitt— comenzó ella estrujando sus manos con nerviosismo por debajo del buró de cedro del austero despacho — Tengo entendido que todo lo que tenía mi padre ahora le pertenece a usted y yo...
— Y si ya sabe todo eso — interrumpió él—  No entiendo entonces a qué vino, pudo haber mandado a su fiel abogado¿No cree? Si estoy perdiendo mi valioso tiempo con usted es solo por cortesía — mintió él con descaro.
— Yo... yo— titubeó la joven. La seguridad que sintió durante unos breves instantes había desaparecido para dar paso a la inseguridad de no saber qué pasaría con ella de ahora en adelante—  Si me atreví a venir a verlo sin la presencia de mi abogado es para tratar de llegar a un acuerdo con usted, yo...
— Sé perfectamente qué la trajo aquí, Samantha—  reconoció tuteándola a posta y sonrió internamente al verla sonrojarse — Estás aquí porque todo lo que creías tuyo ya no te pertenece— zanjó tajante— Te di espacio para que lloraras la muerte de tu padre con tranquilidad, no soy un monstruo tan insensible como para atormentarte en un momento tan doloroso para ti.
— Créeme,Daniel— dijo ahora ella tuteándolo. No tenía sentido no hacerlo cuando a todas las claras se veía la forma en la que aquel hombre le hablaba, como si la conociera de siempre— que se lo agradezco infinitamente. Y está equivocado en gran medida en cuanto al verdadero motivo que me trajo aquí.
— Entonces aclare mi equivocación — acotó él. Sintió su pecho inflarse al escuchar su nombre en los labios femeninos—  De todas formas me alegra que haya venido.
— Creí que era lo mejor zanjar este asunto de una vez— explicó ella.

Serás míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora