Athena quedó en shock por unos instantes. Aquello le resultaba tan irreal. Como sacado de una película. Inverosímil e impropio del pleno siglo XXI en el que estaban viviendo.
— Es asqueroso, Athena, lo sé — exclamó Samantha apenada al ver que su amiga no decía nada— Me vendí a un hombre. Un hombre que me tiene en sus manos.
— Pero te gusta — soltó Athena de pronto a bocajarro aún pensativa — Te gustó su beso. Aceptaste su propuesta después del beso.
— ¿Cómo puedes pensar solo en que me gustó su beso después de todo lo que te he contado?— replicó molesta— ese hombre me chantajeó para obligarme a aceptar su descabellada propuesta, ¿es que no lo ves?
— Sam, te conozco mejor que tú misma. Si el tipo hubiera sido un viejo, feo, gordo o con mal aliento hubieras preferido morir antes de aceptar su propuesta. Pero ese hombre te gustó, no entiendo por por qué sigues engañándote a ti culpándolo a él— reflexionó Athena — ¡ Por Dios, mujer! Sabes perfectamente que en la calle no ibas a quedarte, ni mis padres ni yo lo permitiríamos, y lo sabes. Y con respecto a la deuda ya se nos hubiera ocurrido algo.
— Athena, tú sabes que esta casa tiene un valor sentimental para mí— se justificó ella.
— Sigue siendo tan solo una casa, no un hogar. Sam, perdiste a tus padres y creo que eso es peor que perder una casa, ¿no crees?— rebatió Athena— En el fondo aceptaste su propuesta porque sentiste algo muy fuerte con ese beso, ¿o me equivoco?Algo que ni tú misma puedes explicarte y entiendo que estés asustada pues te sientes en un terreno desconocido. No te martirices tanto, no te vendiste, solo que el tipo te gusta más de lo que quieres reconocer.— Pero él es arrogante, mezquino. Se cree que puede comprar el mundo— dijo con rencor— Qué otra cosa puede decir que no sea la de el mundo es mío porque puedo permitírmelo.
— Yo creo que tú le importas— espetó dejándola sorprendida — Ese hombre está dispuesto a perder millones por ti ¿ es que eso no te dice nada? Ningún hombre pierde tanto por una mujer a no ser que tenga un verdadero interés por ella. ¿No te has puesto a pensar que quizás sea difícil hasta para él aceptar ese hecho?. Amiga no te castigues más y disfruta de ese mes. Quien quita que te enamores y yo termine siendo la madrina en esa boda — bromeó — Y ahora vamos a darnos esos tragos. Nos lo merecemos.
Pasaron dos días en los que no volvió a saber de Daniel Pitt.
El timbre de la puerta la sobresaltó. Y al abrirla estaba él. Tan guapo como lo recordaba. Iba vestido de manera informal. Tan solo unos vaqueros y un pullover negro que se adhería a su musculoso torso como una segunda piel. <definitivamente era hermoso> reconoció ella.
Él entró sin que ella lo invitara a pasar. Llevaba un costoso ramo de rosas rojas que le entregó luego de saludarla con un leve beso en su mejilla, tan sutil como el roce de una mariposa, pero que provocó un estremecimiento por todo su cuerpo. No se había dado cuenta de cuánto lo extrañó, de la necesidad imperiosa de verlo hasta que lo tuvo frente a ella.
Daniel tomó su mano para luego besarla. La realidad era que se moría por estrujarla contra él y apoderarse de aquellos deliciosos labios que se moría por besar. Pero se contuvo haciendo acopio de la poca fuerza de voluntad que le quedaba para no hacerlo. Si quería conquistarla debía ir despacio. Nunca ninguna mujer había provocado tantos sentimientos desconocidos para él. No estaba seguro de que fuera amor. Solo tenía la certeza de que la necesitaba en su vida para sentirse completo.
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Serás mía
RomanceAl morir su padre Samantha Jones quedó en la más profunda miseria. La gran mansión en la que creció había sido hipotecada por su progenitor y estaba a punto de perderla. Daniel Pitt estaba obsesionado con una mujer desde que la vio en aquella gala b...