— Pensé que habías desistido de toda esta locura– comenzó Samantha sin parecer resentida por no dar señales de vida por tanto tiempo sin siquiera una llamada.
— Si ese hubiera sido el caso estarías hablando con mi abogado para desalojar la casa ¿no crees? — replicó con retintín él. — Samantha, no me veas como tu enemigo, no lo soy— explicó con calma admirando sin pudor el cuerpo femenino– Solo quise darte tiempo para que asimilaras todo lo ocurrido con calma. Has pasado por mucho en tan poco tiempo que entiendo perfectamente que debe ser difícil para ti.
Samantha quedó sorprendida. «¿Cómo un hombre podía ser unas veces egoísta, autoritario, ejerciendo su voluntad de hierro, y sin embargo tierno y comprensivo en ocasiones?» pensó ella. No cabía dudas que estaba confundida con respecto a tantos cambios en él, pues por un lado prefería odiarlo, era más fácil; pero por otro, algo en él la atraía como la miel a las moscas.
— Vine a buscarte– comenzó él – prepara una maleta con lo indispensable, te vienes conmigo a Italia.
— ¿¡Qué!?— exclamó ella – No puedo irme a Italia— negó con nerviosismo.
— Firmaste un contrato que dice lo contrario – le recordó él rotundo.– Y si tu preocupación es si dormirás en mi cama, desde ahora te digo que sí – le hizo gracia la expresión de horror que ella puso.— Tranquila que no saltaré sobre ti si es lo que te tiene tan horrorizada. Es que la casa está en remodelación y solo el cuarto principal está listo. ¿Recuerdas el viñedo de las fotos?— hizo una pequeña pausa y al ver que ella asintió positivamente prosiguió — Lo compré no solo para alejarme de la vorágine de la civilización y tener tiempo para relajarme de vez en cuando, sino también para sacarle frutos con las uvas, sale un delicioso vino. Como comprenderás debo ir y no puedo dejarte atrás si pretendo conquistarte ¿no crees?Tienes una hora para prepararte, esperaré aquí.«¡Idiota!», gruñó Samantha. ¿Pero qué demonios se creía ese insoportable? Puede que ahora su economía no fuera buena. ¡Pero, maldita sea!, ella había sido la hija de uno de los hombres más importantes y respetados del mundo petrolero.
«Y sin embargo, ahora ya no eres nada» le dijo una vocecilla insidiosa en su mente.
Alicaída, se dirigió a su habitación y comenzó a sacar la poca ropa que le quedaba, pues tuvo que venderla casi toda para poder tener algo de liquidez económica para comer, después de todo, Daniel le había dicho que podía disponer de ella a su antojo, y así lo hizo.
Miró las pocas prendas de vestir que le quedaban y suspiró angustiada, cabían perfectamente en la maleta y sobraba espacio.
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Serás mía
RomanceAl morir su padre Samantha Jones quedó en la más profunda miseria. La gran mansión en la que creció había sido hipotecada por su progenitor y estaba a punto de perderla. Daniel Pitt estaba obsesionado con una mujer desde que la vio en aquella gala b...