Capítulo 42

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Anna nunca llegó ni siquiera al aeropuerto.
Luego de que el Gerente Fred me dejara ver incluso las cámaras de seguridad,  me sentí desesperado, pero aún había dos personas que podían saber y no me quedaba otra opción que acudir a ellos.

El día estaba igual de nublado y frío  que cuando desperté aunque al menos  las tormentas de nieve habían cesado.
No podía definir lo que sentía, era una mezcla de tantas emociones que era inexplicable poder determinar un solo sentimiento.
—Señor Camber. Tranquilo. La señorita Llobet es muy fuerte. Ella debe estar bien. — Dijo Dereck con aquella voz de compasión. Supongo que fue lo primero que se le ocurrió decir al ver mi rostro
—La próxima vez que me digas algo así no me quedará otra opción que despedirte, me parece inaceptable. — Dije con tono frio. Él agachó levemente la mirada mientras conducía. —Se supone que somos amigos, no debes seguir con tanta formalidad y decirme "Señor", "Amo" y todas esas estupideces. — Agregué.
Aparte de Anna, Dereck era la segunda persona en la que confiaba a ojos cerrados. Él giró su rostro y sonrió.
—¿Te puedo decir algo? — Dijo Dereck aunque su por su tono supe que estaba incómodo de hablarme así.
—Así está mejor. — Dije y sonreí.
—Desde que estás con Anna cambiaste. O quizás siempre has sido así pero ahora lo demuestras.
—No he sido tan bueno como crees. — Respondí.
—Pues no sé, yo hablo del Ian Camber del presente. — dijo.— El presente es lo único que importa.
—Entonces quizás eso de lo que todos hablan sea cierto. Eso de que el amor te cambia sin que te des cuenta. — Respondí mirando a la nada.
—Ella estará bien Señor Camber... — Agregó Dereck, y ambos nos volteamos a ver. El me sonrió.
—Por cada "Joven" o "Señor" que escuche me debes quinientos dólares. — Espeté de inmediato.
—¿Quinientos? Debes ajustar ese reto a personas normales como yo.— Soltó una risa — Acepto la apuesta por veinte dólares. — Dijo. Dudé por un momento pero luego estreché su mano para sellar nuestro compromiso verbal.

—De parte de Ian Camber. —Le respondí al portero cuando preguntó. mi nombre.
Al entrar fue como si me teletransporté a mi pasado.
Casi me olvidaba como era este inmenso jardín. La Señora Parker a pesar de que nunca pasaba en casa, siempre le ha exigido a sus empleados que le den toda la atención al jardín que rodeaba completamente la casa.
Siempre sentí envidia de Alan. Sus padres estaban más en casa que los míos, pero a él no le importaba en los absoluto.

Él estaba aún más perdido que yo. O lo está. No lo sé.
Al ver a un lado, pude notar que aún seguía la misma estatua de un león, ubicada en el mismo lugar que cuando niños. Recuerdo que la mamá de Alan nos contó un día que esa estatua le traería suerte a su familia, y que alejaría a cualquier ladrón que quisiera entrar a su casa.
—Será mejor que te quedes aquí. — Le dije a Dereck. — Si ves algún movimiento raro solo llámame a mi celular. — Agregué. El asintió y  regresó  hacia el auto.
Conozco tan bien a Alan que estoy cien por ciento seguro que, si él sabe algo, nunca lo va a decir delante de otra persona. Él siempre fue un tipo brillante, muchas veces era incluso más perspicaz que yo, no quería justificarme, pero él siempre tuvo las ideas más perversas del grupo, mucho más que las mías.
El viento soplaba fuerte, y aunque conocía de memoria toda esta casa, ha pasado tanto tiempo que me siento perdido, y de repente se abrió de a poco la puerta principal.
—Ian Camber, ¿Que te trae por aquí? — Dijo con una sonrisa. Vestia muy elegante para estar en su casa. — Vaya te ves muy mal. ¿Te han golpeado? — Dijo, su reacción de preocupación fue exageradamente falsa.
—¿En dónde está? — Pregunté inmediatamente y me acerqué.
— ¿En dónde está Quien? ¿Irina? — Preguntó.
Abrió la colonial puerta de madera un poco más e Irina estaba sentada en el mueble mientras fumaba un cigarrillo. Siempre admiré o más bien me sorprendía su capacidad para poder aguantar el frio con la poca ropa que llevaba. Vestia una blusa con un profundo escote, y una falda de cuero que parecía una prenda de ropa interior de mujer. Ella puede llevar lo que quisiera, si quisiera salir en ropa interior lo podría hacer, pero me sentiría mal al saber que solo viste así para llamar la atención, con el tiempo entendí que ese tipo de cosas son banales, y aunque decir que "lo que importa es lo de adentro" es muy cliché, es algo cierto.
—¿Alguien dijo mi nombre? — Dijo Irina mientras se acercaba y por el olor que percibí supe que no era solo cigarrillo.—Pero si es el Rey Camber. El Señor Perfecto. — Agrego con tono sarcástico.
—¿Se te ha perdido algo? — Me miró. —¿O alguien? — Dijo con tono desafiante. Y eso bastó para hacerme sentir recargado de furia.  Alan le dio una pitada al extraño cigarrillo y abrió la puerta por completo para que yo pasara.
Irina era mujer y definitivamente estaba en contra de la violencia femenina, pero no podía negar que no me faltaban ganas. Así que me controlé y dejé que Irina siga derogándose.
—¿En dónde está? ¡Tú sabes de quien hablo! — Exclamé. Alan me miró con una sonrisa, se sentó y cruzó las piernas.
—Que buen trabajo ha hecho Anna, el viejo Ian hubiera venido en su auto y chocado la puerta de en frente. Pero veo que tanto afecto te ha convertido en alguien sumiso.
—De sumiso no tengo nada, tan solo estoy intentado hacerlo por el lado amable. — dije. Y era cierto, estaba exhausto para eso, lo único que quería era terminar con esta guerra.
—No hay nada amable en lo que está pasando. Deja tu mundo de burbujas y corazones. —Balbuceó. Sus ojos estaban rojos y perdidos.
La primera vez que probé drogas, fue en primero de secundaria. Tenía trece años y lo robamos del cajón del armario del papá de Alan.  Luego conocimos a Irina y se unió a nuestro grupo de " mejores amigos"  Los tres nos escabullíamos para poder robar dinero a nuestros padres y poder comprar alcohol y drogas. Desde niños vivimos tan rápido nuestras vidas, desesperados por crecer, o sentir que somos adultos, sin darnos cuenta que nos perdimos tantas cosas que nunca más volverán. Desearía poder  viajar en el tiempo y poder disfrutar cada momento de mi niñez, como niño, cada momento de mi adolescencia, como adolescente, y no malgastar tanto tiempo, porque lamentablemente el tiempo no regresa.
Mi ira empezó a surgir, y de pronto lo tuve a Alan en contra de la pared y lo tomé del cuello.
—¡A eso me refería! – Dijo. Y soltó una risa.
— ¡Dime en donde mierda esta Anna! —Grité.
Y cuando estuve a punto de impactar mi puño en su rostro alguien me detuvo por la espalda.

Su guardaespalda me tomó del cuello y me apretó. La respiración se me cortó y forcejee para soltarme.
—Basta Terry, no te pases, quiero tenerlo vivo. — Dijo, e inmediatamente Irina soltó una risa. A lo lejos ví que ella enrolló un billete de cien e inmediatamente inhaló una raya de polvo blanco.
Pensé que Irina había dejado de consumir cocaína hace años, pero por lo visto ha retomado aquel vicio.
Terry me soltó un poco dejándome suficiente aire para respirar.
—¿Que está pasando Alan? Pensé que todo había terminado, pensé que todo estaba en el pasado.  Fue nuestro trato. — Dije y luego de otro forcejeo más al fin pude desatarme completamente de Terry.
—Fue tu trató Ian, yo nunca lo acepté pero tú siempre  pensaste que si tú dices algo todos debemos obedecer. Siempre me viste por encima del hombro, en tu mente nunca estuve a tu nivel. —Gritó eufórico, y de pronto su rostro se tornó rojo y a pesar que arrastraba  las palabras su mirada estaba firme en la mía. — Caminas por ahí con tus aires de superioridad. Fuiste el director de SAE a pesar que yo era el de las ideas, te hiciste presidente del consejo de estudiantes y aquella noche que conocí a Anna te lanzaste encima de mi para que no la toque, a pesar que tú siempre te acostabas con una zorra diferente, todo lo que he querido siempre me lo has quitado. ¡No te es suficiente nada! —Gritó, y se acercó  a mi, esta vez sus ojos rojos parecían estar húmedos.
—Alan, todo es diferente ahora. Si quieres puedes quedarte con el Consejo, ahora mismo puedo hablar con Webber para decirle que ya no quiero el cargo, y  te lo cedo a ti...
—¡Ese es el  problema! ¡Ese es el maldito problema! —Me interrumpió mientras me empujó. — ¡No quiero tus sobras! ¡No quiero las porquerías que tú desechas! —Sus ojos estaban tan llenos de rabia y lágrimas que podía apostar que estaba a punto de lanzarse encima de mí y llenarme de golpes pero solo se sentó a lado de Irina y le dio un apasionado beso en los labios. Habían consumido tanto que ambos estaban perdidos.
—El sabía que vendrías a mi, yo lo dudé pero él lo sabía. —Dijo. —Terry, retírate. —Agregó. Y Terry quien era un hombre alto y robusto  con una gran cicatriz en todo su rostro dejó la habitación.
—¿Él? ¿Quién ? — Pregunté y me acerqué sutilmente al sofá en donde estaban sentados, no quería hacer algún movimiento acelerado.
—Sae. — Dijo y esbozó una sonrisa. —Yo pensaba que tenía la mente retorcida pero él siempre me sorprende. — Agregó. Tomó una tarjeta de crédito y empezó hacer una raya de cocaína.
—¿Tu no eres Sae? — Pregunté sorprendido. Aunque siempre tuve dudas, por un momento pensé que Alan era Sae. Inhaló una raya y me miró con frialdad.
— Todo ha cambiado desde que te fuiste. Las cosas que hacíamos en la secundaria son un chiste con las cosas de ahora.— Esbozó una sonrisa.
Sentí un nudo en la garganta y en mi estómago.
Irina se levantó y llenó un vaso de whisky, se bebió la mitad de él en un segundo.
—No hacemos excepciones, ni siquiera con las advenedizas. — Dijo refiriéndose a Anna.
Di un paso adelante, la rabia se estaba apoderando de mí y cuando me di cuenta estaba tan cerca de Irina que podía percibir su aliento olor a whisky.
—¿Qué harás? ¿Le golpearás a una mujer? — Dijo. Se acercó a mi aún más y trató de besarme.
Me aleje de inmediato mientras  Alan inhalaba otra raya mas. —No puedo creer que sigas con esa campesina,  no puedo creer que la hayas preferido a ella que a mi. — Comentó. Me empecé a sentir confundido y de pronto tiré con mi brazo  todo lo que había en la mesa. Tomé a Alan por los hombros.
—Dime donde mierda esta Anna. — Grité. Impacté mi puño en su pómulo y lo mande al suelo. Me abalancé sobre él e involuntariamente mis brazos pegaban sobre su rostro. Él me tomó con fuerzas del brazo para tratar vencerme pero no podía.
—¿Donde mierda está Anna? — Grité nuevamente. Estaba dopado de ira.
—¡Lo vas a matar!— Gritó Irina. —¡Basta Ian! ¡Detente! — Dijo.
—Entonces díganme donde carajos está Anna ¿Que mierda le han hecho? — Grité . Al darme cuenta la cara de Alan estaba ensangrentada. Él estaba tan drogado que a penas se pudo defender.
—¡Cabrón! —Balbuceó Alan. Y a pesar de tener toda la cara herida sonrió de lado.
—Si tanto quiere estar con esa puta es mejor que lo llevemos. — Mencionó Irina.
Alan sonrió y tomó el teléfono.

Amarte duele...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora