Capitulo 45

47 5 2
                                    

Todos lo conocíamos, el director Webber se caracterizaba por ser un hombre sabio, y muy selectivo. Y a pesar que en el pasado era un joven de clase humilde, ahora pertenecía a la clase alta de Marcella.
Vestía de lujo, cenaba en los restaurantes mas caros, y solo manejaba autos  exclusivos.
¿Cómo no reconocer su reloj de oro blanco con incrustaciones de diamantes? En toda La Capital ni siquiera los Cambers tenían joyas tan excesivas, no llegaban a tal punto de vanidad.
Nunca lo pensé, nunca me pasó por la mente que él sería capaz de algo que atentara a sus estudiantes.
Se mostró bueno, y preocupado ante las diferentes necesidades de sus alumnos. Pero no era así, todo este tiempo cuando evitaba profundizar las investigaciones de Andrew y Tyler, cuando me golpeo y me empujó por las escaleras, cuando nos observaba mientras Ian y yo fuimos al parque de diversiones, cuando llegó casi a media noche a la Fiesta de Navidad de la Familia Oslen, agitado, dejándola a Ema en el borde de la muerte.
Cuando no actúo con rapidez en el momento en que me encerraron en el salón, todo este tiempo era él.
He tenido a Sae tan cerca de mí que ahora me resultaba obvio todas las dudas que hasta hace un momento las tenía.
Él quedó atónito cuando lo descubrimos pero aún así seguía firme con la pistola en su mano. Ni siquiera parpadeaba, sus ojos lo miraban tan fijamente  a Ian que lo único que reflejaba era cólera, furia, estaba decidido en acabar con la vida de su mejor estudiante.
—Camber, Camber, Camber, en realidad no eres tan listo como creía, todo este tiempo ni siquiera me has considerado como sospechoso, a pesar que mis planes no han salido tan limpios. — Dijo y su voz de repente era mucho más grave. — Pero como siempre debe haber un entrometido en toda historia. Estaba a punto de acabar con Anna Llobet en el salón. Cindy  participó de maravilla, pero tenias que llegar tu. — Comentó acercándose y bajando la pistola hasta la boca de Ian. Él contuvo la respiración.
—¿Por qué lo has hecho? ¿Por que? — Susurró.
—¿Por qué? Es simple. Por placer. ¿O no recuerdas cuando tú también estabas en mi lugar? — Preguntó. Yo no dejaba de ver su dedo índice en el gatillo de la pistola. El tiempo se sintió más pesado, y los segundos parecían horas, Ian estaba totalmente acechado, sabía que un movimiento insignificante podía acabar con su vida, por lo tanto ambos aguantamos la respiración viéndonos sin ninguna salida para escapar de esta situación, y cuando su dedo índice apretó un poco más se escuchó un disparo.
El Decano dio la vuelta e inmediatamente  se defendió disparándole a Cindy de vuelta, pero a ella la bala le  impactó en todo el centro de su pecho, tumbándola al instante.
Cindy cayó al piso sin más. Soltando por completo la pistola que ella tenía en la mano.
—¡CINDY! ¡NOOO! — Gritó Ian de manera desgarradora. — ¡NOOO!
Todo pasó de un segundo a otro, Webber ya no resistió más con el disparo que recibió en la pierna y se tumbó al piso.
—¡Corre! — Le dije a Ian tomándole la mano. Él se quedó estático, luego se acercó a Cindy apresuradamente y puso sus dos dedos  a la altura de su cuello para tomar su pulso.
—Esta muerta... — Exhaló. —¡Anna, ella está muerta! — Dijo entre lágrimas.
Lo tomé del brazo esta vez con mas fuerza y nos dispusimos a correr. El Director Webber quedo tendido en el piso mientras se arrastraba del dolor.
Nos adentramos al bosque, el viento que soplaba era realmente helado, yo estaba descalza y los pies me dolían. Las ramas en el piso me cortaban, pero seguí corriendo con toda mi fuerza esta vez mi vida si dependía de esto.
No teníamos teléfono y así tuviéramos no parecía un lugar en donde haya señal.
Pero corríamos, teníamos que hacerlo a pesar que desconocíamos el camino.
—¡Vamos Ian, por favor! ¡Encontremos la carretera! —Grité.
Con mis brazos quitaba las ramas que estaban a medio camino, los pasos de Ian eran más cortos y lentos, y a pesar que no solté su mano en ningún momento trataba de tirar de él para apresurarnos. Tenía la esperanza de encontrar la carretera para que alguien nos pueda llevar de regreso a la Capital y olvidarnos de esto, superarlo. Comenzar de nuevo,  ver el mundo con los ojos más abiertos y el corazón más dispuesto.
Amar, amar a Ian Camber con mucha más intensidad y no alejarme de él por más duro que sea nuestro camino, o nuestro pasado.
Sentía que nos perseguían, sentía que estarían por ahí esperándonos para nuevamente golpearnos. Las ramas impactaban también mi rostro, y me cortaban al igual que en mis pie, pero era difícil evitarlas dado que todo el camino estaba lleno de ellas. —Por favor Ian, necesito que ambos salgamos de esto.—Supliqué. Con mi mirada hacia adelante. Estaba absorta en huir, en alejarnos lo más posible de aquella cabaña. La luz de la luna alumbraba tenuemente el bosque, a penas podía ver el camino y aunque la lluvia ya no tenía la misma intensidad aún habían algunas gotas cayendo del cielo provocando aún más frío.
Siempre me ha gustado el frío de La Capital, tomar un café caliente y abrigar tus manos colocándolas alrededor de la taza era simplemente perfecto, aunque también me encantaban  las tardes de verano y disfrutar de la comodidad de una ropa ligera.
Pero esta vez este frío era diferente, el cielo estaba acompañado de unas gigantes nubes grises y  la luna que a pesar de estar llena se escondía detrás de ellas daba un toque más lúgubre a esta noche de pesadilla.
—Anna, espera. — Dijo Ian con un hilo de voz. Regresé, y aunque con dificultad me di cuenta estaba totalmente pálido, sus labios estaban morados, y su cara parecía una hoja de papel. — Me duele. — Exhaló. Tocándose el abdomen. Me acerqué a él y levanté su camisa, al hacerlo pude observar que tenía una profunda herida a lado de su ombligo.
—¿Qué ha pasado Ian? ¿Cómo tienes esto? —Pregunté desesperada tratando de visualizar por completo la herida.
—Quizás fue Alan, creo que fue con un cuchillo mientras peleábamos, la verdad no sé como ha sucedido, ha sido tanto la adrenalina que ni siquiera he sentido. —Se tocó la herida y en su rostro se reflejó una mueca de dolor. — No puedo más Anna, estoy exhausto. Necesito descansar. — Dijo con un hilo de voz. Se arrimó a un árbol y se dejó caer suavemente.
—Ian, solo avancemos un poco más, por favor, pronto llegaremos a la carretera. —Supliqué tratando de animarlo. No sabía en donde estaba el camino, pero no podíamos rendirnos, no podíamos.
El sonrió de lado, tomó mi mano y me jaló suavemente hasta el suelo. Posó su mano en mi mejilla y me acaricio delicadamente. Sus ojos me miraban con paciencia.
—Sabemos que no estamos cerca. Sabemos que no hay ninguna carretera cerca Anna. — Respondió. — Me duele tanto el cuerpo  que ni siquiera sentí en que momento él me hizo esto. — Dijo viendo su abdomen. Puso su mano sobre la herida, la presionó e inmediatamente se bañó en sangre. Toda su ropa estaba manchada de rojo que apenas me di cuenta que se estaba desangrando poco a poco.
—Te amo Anna. — Susurró. Su voz sonó más apagada. Derramó algunas lágrimas y yo se las enjugué con mi dedo pulgar. Me acerqué a su labios y le di un suave beso.
—Perdóname. Perdóname por juzgarte. Perdóname por darle más importancia al pasado que al increíble presente que teníamos juntos. Perdóname por arruinar nuestro futuro. Perdóname Ian Camber.—Dije soltando un llanto desgarrador.
He sido fuerte, he tratado de serlo, pero ya no pude más. Mi tristeza desbordó aquella muralla de valentía que sobrepuse en mi interior , ahogó todos mis esfuerzos por mantenerme firme, por evitar a toda costa desmoronarme, y destruyó cada destello de esperanza que aún me quedaban, esperanzas que ahora se estaban apagando.
Las gotas de las lluvias que caían en mi rostro se mezclaban con mis lágrimas
— Yo te debería pedir perdón por haberte lastimado. —Exhaló. —Te he causado tanto dolor  a causa de lo que fui.
—Tu no has hecho más que darme felicidad y enseñarme que amar de verdad es el acto mas puro que existe. — Respondí. — Te amo. — Dije entre sollozos. Sus lágrimas no dejaban de derramarse.
Me estrechó débilmente y me acurruqué aún más en su regazo. Tan solo se escuchaba el ruido de algunos animales nocturnos que se escondían entre las ramas de los árboles así que podía escuchar levemente  los latidos de su corazón, que ahora me parecían la melodía más hermosa.
—No podremos ir a Paris, no podré estar en tu graduación, no podrás ser la madre de mis hijos, no podré envejecer contigo.— Susurró mientras se quebraba en llanto. Lloraba como un niño, Con tanto sentimiento y dolor que sentía que cada sollozo y cada lágrima que derramaba desgarraba mi alma en varios pedazos.
Puse mi mano encima de las de él mientas se presionaba la herida.
—Es demasiada sangre. — Dijo.
Él presionó con más fuerza y la sangre no dejaba de cesar. Sus manos temblaban.
— Voy a morir Anna. — Dijo con sus ojos llenos de lágrimas y con apenas un hilo de voz. Su respiración cada vez era más débil. —Es demasiada sangre, no podré resistir. — Agregó cansado. Tenía un cúmulo de sentimientos atrancados en mi pecho, desde impotencia, hasta algo que ni siquiera pudiera llamar tristeza, porque era un sentimiento tan desgarrador que sabía que aún no tendría nombre.
—No, no morirás. ¡Tu no morirás Ian! — Respondí. Y más que consolarlo a él, me estaba consolando a mi misma.
Me levanté, tratando de ver si a lo lejos había algún camino, pero las lágrimas nublaban mi visión por completo. Trataba de pensar en algo que pudiera sacarnos de aquí, pero mi desesperación y mi dolor me ganaban.
— No te vayas, no te alejes. — Susurró. — Está bien, está todo bien Anna. — Dijo extendiendo su mano.
— Ian...— Respondí y no pude ni siquiera mantenerme, me tumbé a su lado aceptando que en realidad no había nada que pueda hacer. Todo a mi alrededor estaba rodeado de árboles, estábamos en medio de la nada. — Tu me rescataste, me salvaste, quiero hacer lo mismo por ti. — Dije intentando mantener al menos una gota de esperanza.
— Shh. — Me calló. — Mírame, por favor Anna, mírame. — Exhaló. Alcé mi rostro y vi sus increíbles ojos cafés. — Anna, tu me salvaste, me has salvado de todas las formas posibles. — Dijo. Su respiración era forzada y supe de inmediato que estaba respirando con dificultad.
—Tratemos de dormir, sé que alguien vendrá por nosotros. — Dijo. — Durmamos un poco, ha sido un día muy largo. — Exhaló mientras cerraba los ojos y aunque sabía que estaba tratando de hacerse el fuerte las lágrimas que caían por sus mejillas aún con los ojos cerrados lo delataban.
—Ian, por favor. Resiste. No me dejes sola. — Dije recostada en su pecho. Me aferré a el, mientras él poco a poco dejaba de aferrarse a su vida.
Su mano aún me estrechaba, yo seguía agarrada a su torso, con una punzada en mi corazón que poco a poco me desmoronaba.
La incertidumbre carcome, pero la certeza a veces mata.  Y lo mas certero de esto, era que Ian Camber, pronto dejaría de respirar, pero aún así mantenía una inquebrantable ilusión de que pronto él saldrá de esto.
Si la sociedad, el destino o el mismo Dios no nos quiere juntos, aceptaría cualquier cosa, renunciaría a todos mis sentimientos, incluso a mi misma, con tal de ver que Ian Camber pueda seguir siendo aquel hombre en el que se convirtió.
—Estaré junto a ti — Susurró. — Te ayudaré a superarlo... Cuando hayas hecho todo lo que puedas hacer... — Su ritmo era mucho más lento, pero lo supe de inmediato .
— Cuando ya no puedas enfrentarlo... — Respondí entonando una de nuestras canciones favoritas de Rascal Flatts. Tratando de no derrumbarme aún más.
—Secaré tus ojos. Pelearé tus peleas— Cantó con dificultad. — Te abrazaré muy fuerte.
—Y no te dejaré ...—Apenas pude escuchar la oración que no terminó, su mano me dio un apretón muy débil y luego cayó sin más al frió y húmedo suelo del bosque...
Me aferré aún mas a su pecho y me ahogué en un llanto tan profundo que me hacía sentir muerta, que me hacía sentir que  ningún dolor se compararía a este.
Amar es un sentimiento tan indefenso al principio, pero al final es capaz de destruirte por completo, de sentir que estás cayendo por un precipicio sin fin.
No quería verlo.
No quería ver su rostro blanco y golpeado con sus ojos cerrados, esos ojos que nunca más volveré a ver.
Pero reuní toda mis fuerzas y levanté mi mirada para confirmar lo que ya sabía.
Ian murió.
Dejo de respirar.
Su corazón dejó de latir.
Se fue.
Llevándose con él todas mis ganas de volver a amar.



Una luz brilló a lo lejos...

Amarte duele...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora