Capítulo 8

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— Vaya, eso no parece algo que hiciera Ian Camber. —Comentó Ema mientras video llamábamos. —  ¿Solo un beso? ¿Nada de toques o algo mas atrevido? — Soltó. 
—Parece otra persona, y no, no ha pasado nada más. Incluso es bastante agradable. Arrogante  por momentos pero la verdad es que es muy agradable. Es gracioso, algo atento, y cuando se propone a veces es caballeroso. Incluso ahora no entiendo porqué todos dicen que es un idiota. 
—Pues trata mal a todos en la universidad. — Respondió Kaleb con voz sarcástica.
—Yo escuché que trató mal a un chico en silla de ruedas porque no lo dejaba caminar en el pasillo— Ema aun seguía sorprendida. — Creo que si le gustas mucho.
— Pues no sé, tal vez sí, pero aun así desconozco todo. Quizás así mismo conquistó a Irina. Quizás muestre interés al principio y si yo también muestro interés  se aburriría. Quizás no es todo como parece.
— ¿Pero él te gusta? — Preguntó Kaleb.
—Pues sí. Pero me da miedo involucrarme demasiado. 
—Creo que tienes que pensártelo bien. —dijo Kaleb. — Hasta que demuestre que le interesas de verdad.

Traté de no hacerme ilusiones con Ian.
Mi experiencia en relaciones era nula, y la única experiencia que tuve resultó fatal. No quería aceptarlo pero en el fondo tenía miedo de hacerme ideas equivocadas de lo que él quiere, y no tenía ganas de que alguien juegue conmigo al picaflor. Así que traté de calmar aquel cosquilleo en mi estómago al  recordar la increíble cita. 

Hablé con mi familia mientras hacía tareas. La universidad sin duda alguna estaba más complicada, los maestros eran cada vez  más exigentes. 
Mi prioridad en estos momentos era la universidad, y cumplir mis pequeños pero anhelados sueños; quería viajar por el mundo, enseñar a niños y adultos que no han tenido acceso a la educación ya sea por razones económicas, o sociales. Enseñar a aquellos niños que tienen la ilusión de poder leer un libro. De  coger un lápiz y poder escribir. Un sueño que para muchos es difícil de alcanzar. Lastimosamente no todos disfrutan del derecho a la Educación

Después de una larga mañana era por fin la hora de almuerzo.
Así que decidimos con Kaleb ir a la cafetería Italiana que había en la Universidad. Ema estaba en un examen así que no nos podía acompañar. 

—Ya casi saboreó la pizza. —dijo Kaleb. — En serio muero de hambre. 
—Yo también, hoy no he venido desayunando. — Dije. 

Pasamos por el aparcamiento y pude ver el auto de Ian estacionado. No contesté su mensaje hace dos días, algo que me arrepiento un poco, no quiero parecer totalmente desinteresada.  Pero lo cierto es que no me ha vuelto a escribir así que no creo que le haya afectado tanto. 
Kaleb me contaba que sus papás tendrían un caso fuera del país y que tendría la casa completamente sola.

—Quisiera hacer una fiesta. Pero si por accidente alguien rompe uno de los jarrones de mi madre traídos de China, me mataría. — dijo Kaleb.
—Pues deberías pensarlo bien, el riesgo es muy alto. Pero quizás puedas invitar a Cindy. 
— ¿Cindy? ¿La prima de Camber? 
—Si. Es bastante obvio que le gustas.
—No me imagino saliendo con ella.— Dijo.
—Claro ya recordé que ninguna mujer es lo suficientemente buena para  Kaleb Tena.— Respondió Ema. 
—Así es. — Dijo.

Kaleb y yo teníamos el mismo horario lo cual era una maravilla, podíamos disfrutar del tiempo sin preocuparnos de que el otro pueda llegar tarde.

Nos quedamos en la cafetería hablando sobre todo, y esta vez era yo la escuchaba, pero a pesar de escuchar con atención  había lapsos de tiempos en donde mi mente se iba directamente hacia Ian.

«Si yo le gusto lo intentará...  Si no lo intenta es porque no le gusto lo suficiente.» Pensé. 

Mientras Kaleb me hablaba emocionado sobre su próximo proyecto individual para la clase de lingüística, mis pensamientos se mezclaban entre Ian y Kaleb.
Cuando de repente entró por la puerta principal...
Alan y su grupo de amigos. Él estaba con la misma chaqueta de aquella noche,  un par de pantalones de mezclilla y unos zapatos deportivos. Giró involuntariamente su rostro, sus ojos se direccionaron directamente hacía mí. Por un momento deje de escuchar a Kaleb por completo. Mis pensamientos sé detuvieron y todo lo que veía era a Alan. 
De reojo pude ver que se acercaba a mí.
Antes de acercarse más hacia la mesa en que Kaleb y yo estábamos sentados, él se detuvo, me miró con unos ojos penetrantes y luego sonrió, pero su sonrisa llevaba un sarcasmo escalofriante.
Giró y se fue por otro camino.
¿A qué se debe eso? Hace unas semanas él me estaba evitando y ahora prácticamente me ha acechado con su mirada.

Amarte duele...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora