Capitulo 36

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La luz que daba el balcón me despertó. Me froté los ojos e inmediatamente los abrí.
Tarde unos cuantos segundos en darme cuenta que esta no era mi habitación, era de Ian. La vista desde el balcón era impresionante. Y el sol brillaba a pesar de todo.
—Anna. Por fin despertaste. — Dijo Ian. Estaba con un libro sentado a lado mío, me abrazó. —Espero hayas dormido bien.— Estaba vestido con un suéter cuello de tortuga y un pantalón negro; se lo veía imponente, con su cabello perfectamente peinado y sus ojos color avellana que brillaban más que nunca pero al mismo tiempo lucia agotado, sonreí aunque sentía que su sonrisa no era sincera, me fijé en el moretón que estaba en su pómulo, y caí en cuenta.
Ema.
—Ema ha sufrido un accidente ¿verdad? — Pregunté.
—Así es. — Respondió. Por un momento pensé que la noche anterior no había sido más que una horrible pesadilla. —Anna, debes desayunar. Ayer te desmayaste.
—¿Sabes algo de ella? —Le pregunté.
—Está en coma.— Respondió sin más. Ian siempre se ha caracterizado por ser una persona tajante y directa, y me gustaba eso aunque a veces irónicamente en situaciones como estas aquellas cosas que me gustaban de él, herían. Mis lágrimas simplemente empezaron a correr y me llevé las manos a mi rostro. Deseaba volver a dormir, y despertarme de esta pesadilla que me estaba consumiendo.
— Anna, ella despertará. Ella saldrá de esto. — Me consoló. Y me rodeó con sus brazos.
—¿Y si no despierta? Ian, ha sido totalmente mi culpa, ella fue a buscarme. Solo por no responder una maldita llamada. — Me culpé, porque así me sentía sin mencionar que SAE se había encargado de hacerle daño.
—No es tu culpa Anna, no digas eso, Ema perdió el control del auto, a veces es complicado manejar cuando nieva y ella no era la mejor conductora, pero sé muy bien que es una mujer muy valiente , fuerte y se despertará, y seguirá siendo la misma pelirroja chillona y excéntrica de siempre.—Dijo, y sus palabras estremecieron aún más mi corazón
—Por cierto, Feliz Navidad. — Dijo.
—Feliz Navidad amor. —Susurré entre lágrimas.

Decir que fue una de las Navidades más triste era poco. Estaba lejos de mi familia, Ema estaba entre la vida y la muerte, Kaleb no respondía mis llamadas y había alguien que me estaba extorsionando solo porque sí.
Pero Ian seguía aquí tomando mi mano, animándome incondicionalmente y preocupándose por mí más que por el mismo.
Así que cuando se vaya la luz, siempre debemos apreciar aquella vela, que aunque  su llama no abarque a alumbrar todo entre tanta oscuridad, al menos ayudará a alumbrar lo necesario.
Ian era esa llama, que quizás no podía quitarme por completo esta angustia que he sentido, pero indudablemente sin el hubiera sido mucho más difícil sobrellevar todo esto.

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Los días han pasado y las clases presenciales se han suspendido no solo por las fiestas de fin de año, si no por las fuertes tormentas de nieve que se han pronunciado.
Sae no ha dado señales desde el accidente de Em. A veces olvido su inexplicable presencia en mi vida, pero cuando veo a Ema, acostada en la cama de la clínica con todos esos tubos alrededor de su rostro y cuello lo recuerdo, recuerdo su maldita existencia.

—Sé que no te place mucho leer, pero ya casi terminamos este libro, y tienes que aceptar que Gabriel García Márquez es el dios de la escritura. —Dije mientras guardaba el libro en mi mochila. Estaba sentada a lado de ella. Han pasado quince  días desde el accidente y ella aún no ha despertado. He venido todos los días desde que ocurrió aunque los primeros siete días estaba en UCI por lo tanto no podía verla.
—Si supieras lo aburridas que son las clases virtuales  Em, a casi nadie le interesa la clase, todos intentan hablar al mismo tiempo, y los maestros intentan ser más exigentes enviando más tareas en casa. — Resoplé. Le acomodé la cobija para abrigarle del frío.
—No te olvides del hecho en que se cae el internet y siempre alguien queda con la pantalla congelada. — Agregó Kaleb. Había abierto tan sigilosamente la puerta que no me di cuenta que estaba ahí.
—¡Kaleb! — Dije. Y fui directo hacia él para darle un fuerte abrazo. —No te he visto desde Navidad. ¿Por qué no has respondido mis llamadas? — Pregunté y lo abrace de nuevo él me correspondió y me abrazó.  Suspiro tan fuerte como si hubiera estado esperando este abrazo desde hace mucho.
—He venido todos los días Anna. Pero no, no he podido. — Respondió. —Creí que ya estaría listo, pero no, no podré, soy un cobarde.— Agregó. Dio media vuelta para abrir la puerta y marcharse. Lo detuve.
—¿Por qué te vas? — Pregunté. Sus ojos parecían cansados.
—Anna no puedo verla así, sé que eso me partirá el corazón. He venido todos los días desde el accidente pero me he quedado escondido en el baño. Porque simplemente no puedo verla así. —Dijo y enjugó con disimulo una lágrima.
—Kaleb, sé que es difícil. Pero en momentos como estos es cuando ella más te necesita. Necesita de nuestra compañía. —Respondí. Tomé su mano y lo llevé hasta adentro de la habitación de nuevo. — A veces demostrarle a alguien lo mucho que lo amas implica hacer cosas que te romperán el corazón,  pero es un sacrificio que valdrá totalmente la pena. — Agregué .  Y de la mano lo llevé hasta donde Ema estaba.
Sus ojos la miraban con tristeza y las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas y por su nariz que estaba roja por el frío. Esta vez no enjugó con disimulo sus lágrimas, las dejó caer y las dejó caer sin cesar, sin disimulo.
—Aún no lo puedo creer. —Susurró. Se acercó a ella y la tomó de la mano. La llevó hasta su rostro. — Aún sigue teniendo su perfume.
—Tampoco yo. —Respondí.
—Todo ha pasado tan rápido. Si yo la hubiera acompañado. Si yo hubiera ido con ella las cosas serían diferentes, todo es mi culpa. — Dijo.
Estos días me he contenido por decirles a todos que SAE había provocado el accidente. Pero la promesa que le he hecho a Ema me ha detenido. La promesa y sus amenazas en contra de mi familia. No sabía que hacer, me sentía entre la espada y la pared, no sabía si estaba bien romper la promesa que le hice, o callar por el bien de mi familia, me sentía egoísta y al mismo tiempo sentía tanta presión que por las noches a veces no podía dormir con este sentimiento de culpa.
—Tu no tienes la culpa. — Susurré. El se acercó a ella y le acomodó un mechón de cabello.
—¿Ian está molesto? Ya sabes, por haberle dado un golpe en la cara. — Mencionó.
—No, tranquilo. Él no está molesto. 
—Anna, ¿tú crees que ella despierte? 
—No lo sé. Pero deseo con todo mi corazón que si. Solo tengamos fe. Yo confío en ella. Sé que luchará.— Dije.
—Sabes, es estúpido, lo sé . Porque nunca se lo he dicho y ahora que tengo tantas ganas de confesarlo sé que no me escuchará.— Dijo — Anna, yo toda mi vida he amado a Ema, y nunca se lo he dicho. Me he dejado absorber tanto por el miedo de que me rechace y se dañe nuestra amistad que nunca me he atrevido a decírselo. —Me quede helada ante su confesión y al mismo tiempo triste por haberlo sabido en esta situación.
—Vaya Kaleb, eso no me lo esperaba. Eso es realmente  tierno— Mencioné. —Pero esa es una razón más por la que debemos ser pacientes. Y se lo dirá apenas despierte. —Respondí.  Él sonrió tristemente mientras sostenía la mano de Emi.
—Espero que les guste la pizza. — Entró repentinamente Ian. Uno de sus dos guardias de seguridad sacó de su mochila cinco cajas.  Tomó tres de ellas. —Esa dos son para ustedes. — Dijo. El guardia le agradeció amablemente y salió de la habitación.
—Es un fastidio que aquí no permitan entrar comida. —Dijo. Me dio un beso en los labios y lo saludó a Kaleb, luego de eso tomó  asiento en uno de los muebles.
—¿Tres cajas extra grandes? ¿Quién más va a comer? ¿Todos las enfermeras? — Pregunté.
—Pues nosotros. Y  no he almorzado porque me han tenido en una reunión online del consejo. El día lunes se restablecerá las clases. — Dijo mientras tomó un pedazo de pizza.
—Ian, quería disculparme por haberte golpeado—Lanzó Kaleb tímidamente. Kaleb era una de las personas más pacíficas que he conocido, sabía muy bien que seguía sintiéndose mal por aquello.
—¿Qué golpe? No recuerdo ningún golpe— Preguntó Ian y sonrió.

Amarte duele...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora