Capítulo 7

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*IAN CAMBER*

Me he sentido muy nervioso. Hace poco que mis manos dejaron de temblar,  y realmente  aún no puedo entender el efecto que tiene sobre mi.

—Buenas noches, prepárame algo para cenar. — Ordené mientras le dejaba mi gabardina. 

Subí a mi habitación, mi rostro estaba casi recuperado, y solo de recordar esos malditos ladrones me hierve la sangre de la ira.

Anna hoy se veía preciosa, sus grandes ojos verdes brillaban diferente, su risa es contagiosa, y ahora que lo pienso, con las chicas que he salido apenas entablaba conversaciones, siempre era sexo, y de vez en cuando conversaciones esporádicas y vacías.

—Hola mamá. 
—Hijo, ¿Cómo te ha ido en la cita? — Preguntó y se levantó de inmediato. Puse en blanco los ojos, y traté de evadir esa pregunta. Acepto que pedir ayuda para la cita hace que se involucre un poco en esta situación, pero aún así no quería, ahora me arrepiento de haberlo hecho, pero mis opciones eran escasas ya que los pocos amigos que tenían me daban ideas  que incluía algún tipo de sustancia ilícita, o reservaciones de toda una noche en hoteles de lujo. 
Antes también era la mía.
Cuando se lo he pedido se quedó con la boca abierta por casi un minuto, mamá casi no se la ha creído y aunque me resultó fastidioso su asombro exagerado ante mi pregunta, no puedo negar que su idea de que la cita sea al aire libre ha sido genial.
Después de eso todo ha salido de mi mente, las luces y todo esos adornos cursis y ridículos.

—Bien mamá, iré a cenar.
— ¿Solo bien? ¡Cuéntame todo! — Dijo, sacándose los lentes y caminando hacia mí.
No me entusiasmaba contarle mucho sobre Anna, pero mi madre  era capaz de utilizar sus contactos e ir a la universidad y buscar a todas las Annas, Anabell, Annastassia que habría, y no quiero espantarla con la emoción de mi madre.

—Salió bien mamá. Ella se veía linda y sexy. Hemos cenado y tomado vino. — Respondí mientras bajaba las escaleras.

— Bueno quiero que sepas que tienes la libertad de poder traerla a que pase el día cuando quiera. Cuando vuelva tu padre del viaje de negocios podemos hacer un picnic. — Respondió emocionada, mientras me daba un abrazo de los que siempre me da. Hoy era de esos días en que raramente pasaba en casa.
—Ajá. 

Mientras cenaba pensaba en lo mucho que habla Anna. 
Sonreí.
A pesar que yo no soy buen charlador lo he intentado. Nunca ha sido lo mío expresar mis sentimientos. Tengo mis momentos pero no son muy usuales. Creería que haríamos muy buen equilibrio.

Hoy lucía increíble, demasiado bien para que se lo ponga cuando no esté yo.  No quiero ahuyentarla pero no soportaría que le pongan un dedo encima, siempre he sido muy sobre protector. Recuerdo cuando en la secundaria un compañero de mi salón confesó que mi mamá le resultaba atractiva, mis brazos reaccionaron de manera involuntaria, cuando me di cuenta el rostro de él estaba empapado de sangre igual que mis nudillos...
¡Se lo merecía! Aunque sé que a veces mis medidas son extremas me gusta cuidar lo que es mío.

¿Le enviaré un mensaje o la llamo?
No quiero mostrarme tan interesado, pero no quiero que piense que no me interesa.
¡Maldición! ¿Cómo hacen para agradar a alguien?
Nunca he tenido que hacerlo. Siempre he sido muy popular y siempre he estado rodeado de muchas personas. Aunque muchas de esas personas solo están por las influencias de mi familia. Siempre lo he sabido pero a veces es mejor callar y simplemente ver como las personas que dicen ser tus amigos te van fallando poco a poco. Al fin y al cabo ya estaba acostumbrado a esto.

He borrado el mensaje cinco veces pensando que no es apropiado. Mis mensajes o son muy cortantes o demasiado intensos. Me he decidido por un mensaje normal...

 Hace algunos meses  cuando  Anna se interpuso en mi camino y casi la atropello en toda la calle principal, vi simplemente una chica atractiva, como muchas más, nada que no haya visto antes, un poco torpe con estilo pueblerino, pero creo que fue aquel día que la vi riéndose a carcajada con Tena y la pelirroja. Ella se agarraba el estómago y su cabello largo y oscuro resaltaba su piel sutilmente dorada o aquella vez que la vi en la cafetería ayudando a uno de sus compañeros a resolver una tarea, se mostraba paciente y comprensiva. O cuando se defendió de las hirientes palabras de Irina, y se mostró firme y segura de lo que es y lo que vale,  o aquel día cuando la vi detalladamente y me percaté que sus ojos eran color esmeralda, y no pude dejar de pensar en ellos en todo el día, porque sin duda eran los ojos mas bonitos que había visto en mi vida. 
No sé que exactamente provocó esto, solo sé que Anna Llobet me está volviendo loco.

Amarte duele...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora