Capitulo 29

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—¿QUE? ¡NO PUEDO CREERLO! — Gritó Ema emocionada. — Y luego pensé que yo tenia mis crisis extremas de romanticismo, pero Ian siempre me supera. — Reí. A pesar que hasta ahora no he visto a Ema, en un plan "romántico" sé que es una mujer muy intensa y que le gusta expresar sus emociones, sean tristeza, rabia o amor, aunque siempre ha salido lastimada.
—Ni siquiera he sabido que decir, me quedé helada fue como si de un rato a otro mi lengua desapareció. —  Agregué. Ema me miraba impaciente.
Hoy decidimos hacer una noche de chicas, solo las dos con unas copas de vino, pizza y mucho, mucho, mucho de qué hablar. Ayer luego de que Ian me haya dado el anillo de promesa hemos ido a la rueda de la fortuna, y luego hemos pasado a ver a Sun en el establo. A pesar que nunca había sentido tanto frio como el día de ayer en La Capital, Ian indudablemente me había abrigado por completo mi corazón. Suena cursi, lo sé
— ¡No es para menos! Yo me hubiera caído de oreja de la impresión. — Reímos. — Ian te ama, tienes mucha suerte de que te ame alguien que tu amas. — Agregó, sus ojos se pusieron tristes.
—Sé que tengo suerte, y me siento muy dichosa, pero todo llega a su tiempo Emi.
— Lo sé, solo que a veces no me he sentido muy correspondida de todas maneras sé que soy un bombón de sensualidad. — Dijo. — Que alivio ¿verdad? — agregó.
—¿El qué? — Pregunté mientras tomaba otro pedazo de pizza.
— Que ese tal Sae no haya aparecido más. Que alivio, por un momento pensé que las cosas se saldrían de control, hay gente muy mala aquí en La Capital Anni, gente que no quiere ver a otros brillar, o que simplemente les estorba la presencia de algunas personas. — Agregó.
— ¿A que te refieres? — Pregunté nuevamente.
—Pues no sé, algunas personas ricas tienen la mente retorcida. Obviamente Kaleb y yo no estamos incluidos en ese grupo. — Dijo y figuró una sonrisa. — De verdad quiero agradecerte por tu amistad Anni, no hay muchas personas sinceras, tu y Kaleb son como los hermanos que nunca tuve.
—Y tu como la hermana que nunca tuve Emi, necesitaba de una persona extravagante y camorrista en mi aburrida vida. — Soltó una carcajada, y casi derrama vino en el mueble de mi departamento.
—Yo soy camorrista cuando la situación lo amerita. — Ambas reímos.
—Nunca olvidaré cuando por poco te lanzas encima de Jefferson porque por accidente casi le derrama su café a Kaleb. Podría jurar que casi se hace pis encima del miedo. Antes de conocerte pensaba que yo era arrebatada.
—Yo podría jurar que no fue accidente, el quería echar a perder el abrigo de casimir de Kaleb porque le quedaba de maravilla. — Ambas reímos. Pasar tiempo con Ema me desestresaba y me desconectaba, me resultaba ameno escuchar sobre sus muchas locuras y aventuras que ha tenido.

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—¿Qué necesidad hay de agregarle pasas al pastel de pollo? — Preguntó Ian por teléfono, hemos hablado cosas banales por cuarenta y cinco minutos sin aburrirnos, mientras él se ocupaba de los email de la empresa y yo de mis tareas.
—A mi me parece muy necesario, le da un toque dulce a lo salado del pollo. Mantiene un equilibrio. — Dije. Por lo general yo no tenía problemas con la comida, podía comer de todo, a diferencia de lo quisquilloso que resultaba ser Ian a veces. Me imagino que siempre le han complacido los gustos a su paladar, mientras tanto yo debía comer lo que mamá servía en la mesa. Cuando de pequeña lloraba porque algo no me gustaba, mamá me servía lo mismo en la cena. Algo que ahora les agradezco porque podría comer cualquier cosa sin refunfuñar.
—Bueno, entonces le pondré sal al helado, ya sabes para que haga equilibrio. — Se burló. — Pero está bien, si tú mismo preparas pastel de pollo con pasas lo aceptaré.
— Más te vale, el pastel de pollo no se le cocina a cualquiera. — Respondí. — Sé que somos multifacéticos pero este cuestionario de Pedagogía necesita de más concentración.
—¿A caso estás intentado colgar conmigo? —Preguntó, podía jurar que estaba sonriendo de lado. — Está bien pequeña, creo que también me concentraré con estos email, te recogeré a las 8 para ir a cenar. Te amo.
— Claro, a las 8 está bien, se me antoja algo con pasas. Te amo. — Soltó una risa e inmediatamente colgué antes de escuchar su respuesta.

Luego de haber resuelto casi por completo el cuestionario de Pedagogía, mi puerta sonó. Por un momento pensé que era Ian para llevarme a cenar, pero vi el reloj de mi celular y aun faltaban cuarenta minutos.
Me quedé observando por la mirilla y el timbre sonó, pero no había nadie.
Me extrañé, el timbre ya ha tenido fallas anteriormente, así que salí para ver lo que sucedía.
Cuando salí alguien me tomó con agresividad. No podía ver su cara,  pero por su altura, y contextura supuse que era un hombre.
Llevaba unos guantes de cuero negro, cuando me tomó por la espalda de los hombros, sus guantes estaban helados, como si hubiera enterrado sus manos bajo la nieve. 
Forcejee para poder entrar nuevamente al departamento, pero era bastante obvio que mi fuerza era nada comparada con la de el.
Me tiró al piso, y trate de buscar las llaves que por accidente las había arrojado, pero las lágrimas en mis ojos nublaban mi visión.
—¿QUE ESTÁ PASANDO? ¿POR QUÉ ESTAS HACIENDOME ESTO? ¡AUXILIO! —Grité con todas mis fuerzas.
A penas giré el rostro para su dirección, recibí una bofetada, me abofeteo con tanta violencia que sentí el rostro arder. El cuero áspero de sus guantes impactaron en mis mejillas, mis lagrimas caían, y solo sentía que el rostro me quemaba aún mas.
Siempre me he considerado una mujer fuerte y valiente, pero hoy mas que cualquier otro día de mi vida, me sentía derrotada.
Al instante todas esas ideas de las virtudes que yo creía que poseía se esfumaron.
Tomé fuerzas y traté de levantarme rápidamente para bajar las escaleras y salir del edificio, luego de un segundo me empujó. Rodé por las escaleras hasta que caí en el descanso.
Esa persona bajó las escaleras, pasando justo a lado de mí, mientras tanto yo estaba sin fuerza suficiente ni siquiera para alzar la mirada.
Me sentí tan cobarde, ni siquiera podía defenderme a mí misma, mucho menos podría defender  a mi familia.
Al cabo de unos segundos, me levanté. La blusa de tirantes negra que tenía puesta estaba rota a un costado, y el jean que llevaba, estaba rasgado en las rodillas.
Busqué las llaves de mi departamento en el piso. Entré e inmediatamente me fui al baño.
En el cuerpo tenía solo algunos golpes por la caída. Pero mi mejilla estaba totalmente roja por aquel impacto.
Me lavé la cara con agua fría.
Sae  había hecho el  primer intento de su "juego". Me limpié las lagrimas y me vi en el espejo
«¿Qué quiere de mí?» Si me lo dijera, haría cualquier cosa para hacer que esto se detenga, con tal que no le haga daño a mis padres, hermanos, a mis amigos o a Ian.
Se me estremeció el corazón al recordar a Andrew, y a Tyler. No me imagino las cosas que tuvieron que haber soportado, estoy en la misma situación ahora mismo, pero no podía, no podía dejarme vencer, no me daría por vencida.
Sonó la puerta, y salté de la impresión, el sonido me sacó de mi inconsciente autoayuda.
No quería abrir la puerta. Tenía recelo hasta incluso de observar por la mirilla.
—¡Anna me estoy congelado! —Exclamó Ian. Me vi al espejo otra vez y acomodé mi cabello, no tenía tiempo de cubrir mi rostro y ojos enrojecidos con maquillaje así que sequé mi rostro y fingí una sonrisa.—Hablaré de inmediato con el dueño del edificio, la calefacción aquí es pésima. Tienen que arreglar eso, más ahora que comenzó la temporada de nieve.— Dijo entrando al departamento. Llevaba bolsas de comida china. Giró su rostro y sus ojos se detuvieron al verme, de pies a cabeza. —¿Qué te ha pasado? —. Preguntó indignado, su voz sonó más gruesa de lo normal.
—Me he caído de la escalera. —Mentí. Su expresión de susto se tornó en una de alivio.— Quería comprar un café y me he caído. — Mentí de nuevo.
—¿Te golpeaste el rostro? ¡Por dios Anna! Te pudiste haber lastimado aún más. Amor ten más cuidado. — Me tomó de la mano y me llevó hasta el mueble. — Por suerte no te has fracturado algún hueso. —. me dijo chequeándome.
—No ha sido nada grave, me pasó por distraída. — Respondí mientras él buscaba el botiquín. Quería decírselo pero no pude. Sé que Ian es un hombre extremadamente valiente, pero no quería arriesgar nada. Por ahora no.
—Te curare aquel raspón. Esto te arderá un poco. —Dijo seguido a eso roció alcohol en mi rodilla, justamente en la rasgadura de mi pantalón.
—Si tienes ganas de café o de algo más, puedes decírmelo y yo lo mando a Dereck para que te lo entregue. — Comentó.
— Ian, solo quería un café, no te pediré algo que lo tengo abajo de mi edificio. Solo era un café. — Mentí una vez más. Mi tono sonó tan triste que Ian trató de distraerme.
— Bueno, solo quiero ayudar, pero estas caídas nos enseñan qué hay que ver bien donde pisar. Aplica para bajar o subir escaleras y para la vida. — Sonrió. — Te va a quedar un morado. — Dijo pasando su mano levemente sobre mi mejilla. — Traeré hielo. — Agregó. Tomé su mano y se detuvo. Lo acerqué a mi y extendí los brazos. Quería sentir su cálido torso junto al mío. Y tenerlo junto a mi en un profundo abrazo.
— Gracias por cuidarme, y por la comida China.
— Hace mucho frío afuera, y manejar en nieve es un fastidio. Así que preferí traer comida.—Dijo Ian aún abrazado a mí. — Anna, siempre te cuidaré. Nunca dudes de eso. Mi hermosa novia con piernas de mantequilla. —. Sonrió. Y yo también, aunque por dentro estaba destrozada.

Amarte duele...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora