Capitulo 34

35 4 0
                                    

~IAN CAMBER.~

Los guantes que Anna me ha obsequiado eran sumamente abrigados...

Hoy ha sido un día increíble, pero hubiera sido perfecto si Anna se quedaría conmigo, y no con Ema; a pesar de eso he cambiado lo suficiente para que ya no me afecten esos detalles, al menos no tanto, aunque quisiera yo ser su prioridad me alegra que tenga buenos amigos como Oslen y Tena que la apoyen en cualquier momento.

Mientras Anna salió con Ema al centro comercial, me he encargado de su regalo de Navidad.
Va a estar muy sorprendida. ¡Le encantará!
Pero antes de dárselo primero tenía que arreglarme para ir a la fiesta navideña de la familia Oslen. Aunque ni yo mismo lo crea me hubiera gustado celebrar Navidad con mis padres y Anna, me encanta lo bien que ella se lleva con ellos y la paz que eso me trae. Es la primera vez que deseaba eso, porque en realidad en la mayoría de Navidades ellos han estado ocupados; así que estaba bastante acostumbrado a su ausencia.
De niño mis cumpleaños y otras festividades las celebraba con el personal de mi casa, y de adolescente básicamente las celebraba con Alan en alguna fiesta descontrolada. Era normal despertar el 25 de Diciembre con alguna extraña. 
Ya casi estaba listo, me vestí mucho más formal y los guantes de Anna quedaban perfectos.
Alguien interrumpió en la puerta.
—Adelante.
—Señor he traído las dos botellas de vino que me ha pedido. — Dijo Esthela una de las empleadas.
—Gracias Esthela. Dáselas a Dereck , dile que me espere en el garaje y puedes retirarte. —Respondí.
Me cercioré de llevar todo. Billetera y celular,  luego agarré las llaves del auto y me dirigí hasta el garaje.
Dereck me esperaba  con las botellas de vino en la mano, impecable como siempre con su traje negro de corbata y el cabello perfectamente peinado.
Hizo una reverencia al acercarme y abrió mi puerta.
Lo detuve y la cerré.
—Señor ¿No desea este auto? Podemos ir en el Mercedes si desea.— Dijo acercándose al otro auto. El garaje de mi casa parecía un concesionario de lujo.
—Dereck. — Lancé con voz firme.
—Si señor. —Respondió al instante.
—De todos mis autos  a excepción del Lamborghini rojo, ¿Cuál es el mejor? Quiero ir a la cena de la familia Oslen con Anna e impresionar a todos  por completo. — Pregunté. Me miró confundido.
—Señor Camber, créame que todos sus autos causan impresión. — Respondió mirando alrededor.
—Lo sé, pero quiero elegir al mejor, es difícil, por esa misma razón te estoy pidiendo ayuda. —Miró de nuevo alrededor de todo el garaje y sus ojos se fijaron en uno.
—Sin duda el Ferrari F60 es el mejor. No sé porque no lo usa frecuentemente, prácticamente es nuevo. Si fuera mío yo viviría ahí. — Dijo y ambos soltamos una risa.
Caminamos hacia el auto y Dereck lo seguía analizando. Hubo un silencio entre ambos.
—Buena elección. Es tuyo.— Le dije rompiendo el silencio. Él soltó una risa nerviosa. Y se quedó estático.
—Personas como yo no podrían tener un auto así. Eso simplemente no es posible— Respondió aún estático.
Tomé las llaves del auto y se las di. El me las devolvió.
—Es tuyo. — Repetí frustrado. El me miró y sus ojos expresaban asombro.
—¿Mío? — preguntó incrédulo. —Señor Camber yo no puedo aceptar esto, este auto cuesta como un millón de dólares.
— En realidad cuesta dos millones, pero si este te parece el mejor, es tuyo. — Le respondí. Tomé su mano y a la fuerza le dejé las llaves.
— Señor Camber, por favor, esto es demasiado. — Bajó la mirada y sus ojos fueron de tristeza. Yo tan solo no comprendía.
—Soy tu jefe, y si te quiero dar un obsequio por Navidad lo debes recibir. — Comenté. — He pagado la colegiatura de tus hermanos, las quimioterapias de tu papá, y te deposité en tu cuenta un fondo para los gastos de alimentos de tu familia. Y también desde ahora trabajarás medio tiempo para que puedas estudiar.  Recuerdo que aquel día me comentaste lo mucho que te gustaría haber estudiado Derecho. Todo está arreglado y pagado, las próximas matriculas empiezan en Abril.  —Dije firme.  Él llevó ambas manos a sus ojos y de repente empezó a llorar. Lloraba de tal manera que me entristeció. Jamás he pensado que un regalo podía generar esta reacción.
Trató de hablar pero el llanto no lo dejaba.
Rompí el protocolo que había entre ambos y me acerqué a darle un abrazo, jamás he mantenido este tipo de contacto con un empleado.
—Tranquilo. No pensé que causaría esto. — Comenté.
—Señor Camber, lamentó esto, esto es inapropiado. Pero jamás he recibido algo así. — Respondió. E inmediatamente lo comprendí. Comprendí exactamente lo que estaba sintiendo. Eso mismo sentí en la mañana cuando Anna me dio mi obsequio.
—Te entiendo. Hoy también me obsequiaron algo muy valioso. —Susurré mirando mis guantes. El secó sus lágrimas y trató de mantener la postura. — Dereck, eres un gran hombre.  Has trabajado con mucha responsabilidad todos estos años. Te respeto y te admiro por ser el pilar de tu familia. Por esa misma razón quiero que empieces a trabajar para ti.— El seguía asombrado y sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente. — Te has ganado mi confianza y mi cariño. Y sé a ojos cerrados que podría considerarte como un amigo...  A mas de eso en unos años si lo permites podrías ser mi abogado. — Agregué. A pesar de siempre estar rodeado de personas, mi lista de amigos las podía contar con los dedos de una sola mano. Pero definitivamente Dereck es parte de ellos.
—Gracias Señor. No tengo palabras para esto. De verdad gracias. — Respondió.
—Bueno ahora que somos amigos, te quisiera aconsejar que no sería lo ideal que vivas en ese auto, no se ve muy cómodo para dormir. — Respondí. Dereck soltó una risa. y luego le quité una de las botellas de vino. Me acerqué a mi favorito, mi auto rojo.
Dereck se acercó acelerado y abrió mi puerta.
—Se le olvida este. — Dijo. Extendiéndome la  otra botella de vino.
—Hoy conduciré yo. No te preocupes, no beberé. — Dije. — Y esa botella. Es para ti. — El me miró confundido.
—¿Para mi? — Preguntó.
—Bueno. Corrijo.  Para ti y Esthela. — Me miró confundido nuevamente. — ¡Por favor! Sé que tienen algo. Es un secreto a voces. Prácticamente mi casa es como estar en Gossip Girl. Es bastante entretenido.—Dije. Él se puso rojo como un tomate.—  ¡Es nochebuena! Sé que no pudiste viajar a tu pueblo por la nieve, por esa misma razón debes cenar con ella. Los chefs hicieron una cena espectacular— El me agradeció avergonzado. Y me dispuse a conducir.
Conducir con este clima era un fastidio pero estaba acostumbrado a los Diciembres llenos de  nieve y básicamente el frío era de todo el año, así que las personas aquí en la capital no se detenían por esto.
Cuando la vi salir a Anna me quedé totalmente asombrado.
—Oh Dios mío. —Dije boquiabierto. Ella abrió la puerta y la detuve.
—¿No quieres que entre al auto? 
—Date una vuelta entera. — Supliqué. Ella obedeció y su sonrisa estaba de oreja a oreja.
—¿Te gusta? — Preguntó mientras entraba al auto. El vestido negro que estaba utilizando le sentaba increíble.  Su cuerpo se amoldaba a la perfección
—Si no tendríamos que ir a casa de Ema te estuviera haciendo el amor ahora mismo. — Dijo. Ella se sonrojó. — Estás despampanante, tes ves hermosa Anna.— Puse mi mano en su muslo. 
— Si deseas podemos acabar nuestra nochebuena haciendo alguna travesura en alguna parte de la casa de Ema. —Comentó. Se acercó desde su asiento hasta a mí. — Estoy usando una lencería bastante atrevida. Y me aprieta un poco.  — Susurró a mi oído. Me encantaba todas la facetas de Anna, la faceta amorosa, infantil, madura, valiente, pero definitivamente la faceta atrevida era una de mis favoritas.
—Tendré que hacerme cargo de ese asunto, pero si sigues haciendo eso, lo haré aquí en el auto, en este preciso momento. — Lancé.
Me acerqué a ella y nos dimos un beso tan apasionado que lo único que provocó fue querer sentirla de inmediato. Me contuve. Y solo me sumergí y disfrute cada movimiento de sus labios,  y  cada divertido movimiento de su lengua con la mía. Disfrutaba a plenitud cada caricia, cada suspiro, y su boca que sabía a felicidad. Agarre suavemente su muslo  y la apreté. 
Perderme en sus besos era mi hobby favorito.
—¡Basta! Así no llegaremos a casa de Ema. — Dijo y se alejó. Soltó una risa traviesa.
—Antes de ir. Te quiero dar algo.
—¿Algo? Acaso es mi regalo de Navidad. — Mencionó emocionada.
—Más o menos. Niña curiosa. —Respondí. Extendí mi brazo y saqué su regalo que previamente había escondido.
Ella me miró con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Puedo abrirlo ? — Preguntó.
— Por supuesto es tuyo. — Respondí.
Al principio fue muy difícil. No sabía qué podía regalarle. Ella me ha dejado muy en claro que le molesta mi tendencia a querer comprarle todo, al principio pensé en joyas, luego en un auto, y por último pensé en un caballo, pero sabría que con cualquiera de esas cosas se hubiera sentido incómoda.
Abrió con delicadeza la caja dorada con el inmenso moño que tenía en la parte superior.
De ella sacó un corazón de cristal con la torre Eiffel dentro.  Al leer  «Contigo cualquier lugar es París» sonrió tiernamente.
—La diseñé yo mismo. ¿Te gusta? —Pregunté. Sus ojos brillaban.
— Es hermosa. — Dijo con una gran sonrisa.
Estar con ella me hacía entender que no hay mejor forma de vivir la vida que apreciar los detalles.
—Esta bola, bueno corazón de cristal es mágica. — Dije. — Mira lo que sucede si la mueves.— Lo hice y de repente parecía que estaba nevando por dentro.
Se asombró y la movió de nuevo para que la nieve siga cayendo encima de la Torre Eiffel miniatura hecha de madera. Su emoción era como la de una niña. Y su sonrisa seguía acompañando e iluminando su rostro. Es irónico, pero verla tan feliz hoy ,me hizo caer en cuenta que hace mucho que no la veo sonreír tan espontáneamente, sé que ella se deja afectar mucho por no ver a su familia y por miedo a perder su beca.

«Contigo cualquier lugar es París» leyó en voz alta.
Al momento saqué dos boletos de mi bolsillo y se los entregué.
—¿Qué es esto? — Cuestionó.
—Te dije que es mágica.— Susurré.
—¿Nos vamos a París? —. Preguntó.
—A París, a la China o a la Conchinchina a donde tu quieras con tal de estar contigo.  —. Contesté.  Me abrazó fuerte y me perdí por un momento en su aroma. De todos los vicios que existen su perfume era el más adictivo.
—Sabes que no tienes que gastar dinero en mí.
—Lo sé, por eso no es un regalo para ti, es un regalo para nosotros. Por favor Anna, si pudiera te compraría el mundo entero. Permíteme consentirte. Partiremos en las vacaciones de Febrero.  —Susurré a su oído.
—¿Para qué quisiera tener el mundo entero en mis manos ? Si tan solo con el sencillo acto de estrechar la tuya me es suficiente. —Contestó.

He logrado comprender que la felicidad al igual que la belleza es subjetiva.
Y que no es una etapa, ni una fase, ni una época. Son momentos.
Un conjunto de momento que vivimos. Momentos pequeños e insignificantes, momentos grandes y significantes, y depende de nosotros catalogarlo como "felices".
El simple hecho de abrir los ojos por la mañana debe ser un acto que nos dé felicidad pero nuestro error está en esperar momentos grandes, o aquella "buena racha" de las que todos hablan para empezar a serlo.
Soy feliz desde que estoy con Anna. Y soy aún más feliz desde que valoro aquellas cosas insignificantes que muchas de las veces me pasaban desapercibidas, soy más feliz desde que no me preocupo por el mañana, ni por el que dirán de las personas, ni tampoco porque mi día salga perfecto.
Soy más feliz desde que no me preocupo desesperadamente en ser feliz.

Amarte duele...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora