Capitulo 21

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Por un momento sentí que el estómago se me saldría por la boca, un ardor recorrió por todo mi abdomen y de pronto entre arcadas Anna me tomó de la mano y me llevo hacia el baño.
Jamás había vomitado por beber. Era algo realmente nuevo para mí, no me molestó tomar el Ron barato que el papá de Anna me ofrecía , incluso lo disfruté, pero quizás a mi estómago no le agradó esa idea, ni el Ian del pasado que solo pasaba bebiendo y fumando todos los días había tenido esta reacción por un simple ron.
Y como siempre Anna estaba ahí ayudándome, y aunque era un momento realmente oprobioso, no me molestaba que estuviera ahí, preocupándose por mí.
Lavé mi cara y me vi en el pequeño espejo con filos de madera desgastados del baño de Anna tenía la cara roja, y me sentía algo sudado, aunque haber vomitado me alivió considerablemente.
— ¿Te encuentras bien? — Preguntó Anna, tenía una toalla entre sus manos. Se acercó y me secó la cara. Sus ojos estaban absortos en lo que hacía y sus movimientos eran tan delicados como si estuviera tocando una torre de cartas, como si me rompería en mil pedazos si hacía un movimiento fuerte, aunque por dentro a veces me sentía así. El alcohol no había afectado mi estabilidad pero afectó notablemente mi sentido de la audición, o tan solo me perdí en su rostro, no lo sé.
— ¿Te parece? — Preguntó y por su expresión parecía que no fue la primera vez que me lo repetía.
— ¿Qué cosa? — Balbucee.
— ¿Quieres dormir? Quizás durmiendo te alivie el malestar. Isaac te puede prestar algo más cómodo, aunque es probable que te quede algo pequeño. — Exhaló, y se le escapó una pequeña sonrisa. Isaac su hermano era alto, pero yo era aún más y probablemente sus pantalones me queden a la altura de mi tibia.
—Solo quiero algo de aire fresco. — Y era cierto, me sentía tan acalorado que necesitaba de inmediato un poco de aire. Anna me tomó de la mano y me jaló hacia la puerta de entrada. Aquella escena me hizo recordar de inmediato cuando yo no sabía cómo tratarla y lo único que se me ocurría era tomarla con agresividad de su brazo para que no se escapara de mí. Es increíble lo diferente que soy ahora.
Abrió la puerta y salimos hacia su pequeño jardín delantero. Eran casi las tres de las mañana y no me sentía cansado en lo absoluto.
Frente a su casa había un parque algo deteriorado.
Nos dirigimos hasta él. He dejado que Michael y Joel mis guardaespaldas vayan al único hotel que hay en Santa Val.
Miré con recelo alrededor, podría aceptar que me pase algo a mí, pero si le pasa algo a Anna solo porque me dio ganas de tomar aire fresco no me lo perdonaría.
—Tranquilo, Santa Val es muy seguro. Ni siquiera ha habido tantos robos en estos últimos años. La última vez que lo hubo encontraron a los atracadores, eran nuevos en el pueblo. — Dijo Anna al adivinar mis pensamientos. Se sentó en un asiento del columpio y a pesar que precisamente sentarme en un columpio no era algo que me iba a beneficiar lo hice, no quería hacerle un desplante.
El cielo estaba increíblemente despejado, y la luna brillaba junto con la presencia de algunas estrellas, el clima en este pueblo era perfecto, estaba perfectamente equilibrado. A esta hora en la Capital tendría que usar dos suéteres, una gabardina muy gruesa, y una bufanda, y aunque en diciembre La Capital se ponía más congelada que nunca no podía negar que me fascinaba vivir  ahí.
—Estos días han ido tan bien que papá ha querido que disfrute el fin de semana contigo. Mis padres te aman Anna. Él no es muy flexible cuando se trata de la empresa. — Comenté con mi mirada perdida en el cielo.
— Quiero pedirte una disculpa. En realidad no quería invitarte al cumpleaños de mamá, pero antes que lo tomes a mal, quisiera que sepas que no quería porque me aterraba la idea que mi familia te odie, o viceversa. — Dijo Anna, y no me causó tanta impresión, Sebastián el hermano menor lo dijo en la mesa y ella lo detuvo, y aunque pensé haber escuchado mal ahora sé que no fue así.
Anna bajó la mirada. Estaba avergonzada y triste. Y aunque se haya precipitado a los hechos, no podía culparla, yo mismo le he dado razones para que piense eso. ¡Maldición! Incluso arruino momentos antes de vivirlos. — No sería justo ocultarlo. Simplemente a veces eres un tanto cascarrabias y arrogante, yo lo he presenciado y temía que actúes así con mi familia.
—No tienes que disculparte Anna, en realidad yo debería hacerlo, yo te he dado razones para que no hayas querido invitarme. — le dije. Me levanté del columpio y me arrodillé a la altura de poder arrimar mi cabeza en sus rodillas. Ella seguía sentada en su columpio. Miré hacia arriba, hacia sus ojos — Te juro que no volverá a pasar, no te daré razones para que te sientas así, trataré de ser más agradable con las personas que se lo merecen. Y si no lo estoy siendo tienes toda la libertad de decírmelo, ¿te parece? —Sonrió y sus ojos brillaban. Se la veía radiante así que no pude resistirme, me acerqué a ella y le di un beso en sus labios.
— Te amo. —Exhaló.
Y me di cuenta que con ella no necesito de mucho para sentirme dichoso. Aun estando en un parque olvidado, sentados en unos columpios oxidados y viejos, en un pequeño pueblo de Marcella me siento el hombre más afortunado del mundo.

Amarte duele...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora