Capitulo 11

48 7 0
                                    

Hoy Ian ha estado muy ocupado por el consejo y los preparativos de la fiesta de aniversario. Después de todo el alboroto de la fiesta, el partido de Ian se enfrentará en contra del partido de Alan, se realizarán las respectivas campañas y luego todos los estudiantes votaremos por el mejor partido.
Si bien Ian me había dicho que no estaba nervioso, yo sé que si lo está.
Estos días han sido ajetreados, profesores estresados  por la ceremonia, estudiantes estresados por el atuendo que usarán en la fiesta, lecciones, proyectos. 
Sentí un poco de alivio al no ir a la fiesta, aunque al mismo tiempo estaba triste por Kaleb y Ema. Yo sé que Ema no desperdicia ninguna oportunidad de tomar un buen vino.
Hoy las clases terminaron temprano. Me sentía feliz de estar al día con mis tareas de la universidad y más aún, feliz porque los raviolis que me enseñó a hacer mamá por video llamada me quedaban cada vez mejor.
Estaba concentrada en la cocina hasta que tocaron la puerta.
— ¿Quién? — pregunté  intrigada por saber quién era.
—Yo. ¿Quién más? — preguntó Ian con voz profunda.
Al abrir la puerta entraron cuatro hombres de trajes muy elegantes. Y dos guardaespaldas. Los cuatro hombres sostenían en sus manos algo que parecía ser un maletín. 

— ¿Esperabas a alguien más? — Preguntó Ian.  El día de ayer me había mostrado el lado más tierno y amable que tenía, pero seguía siendo el mismo chico temperamental y al parecer celoso que conocí hace algunos meses.
— ¿Quienes son ellos? — pregunté mirando a los hombres que estaban como estatuas en mi sala.
—Ah sí, ellos. Te explico. No he dejado de pensar en aquel collar que te obsequió tu papá. He pensado que sería perfecto combinarlo con algo.
Hoy estuve toda la mañana ocupado por esos estúpidos preparativos de esa fiesta, pero he pasado por una joyería y quería regalarte algo.
—Ian, no tenías que hacer eso, no es necesario...
— El problema es que no me podía decidir. — tomó mi mano y me llevó hacia los hombres que estaban parados en medio de la sala. Cada uno abrió el maletín dejando al descubierto unos brillantes y hermosos brazaletes. — Estos fueron los que escogí para ti, pero no pude decidirme por uno, así que los compré todos.
— ¿Qué? ¿Por qué hiciste eso? Ian te agradezco pero yo no puedo aceptar todo esto. 
—Pues ya los compré. Así que son tuyos. — dijo. — Al menos míralos. Los dejaré aquí de todas maneras, y si me los devuelves te los volveré a traer.

No sabía por dónde comenzar. 
Empecé por el maletín de la derecha, los brazaletes eran grandes y muy brillantes. No tengo conocimiento de piedras preciosas pero sé que esto debe costar una fortuna, pese a eso ninguno me llamó la atención.
Y así con mucha paciencia pasé por cada maletín, hasta que mis ojos se encontraron con un brazalete pequeño y delicado.
Lo saqué del maletín y lo puse en la palma de mi mano.
—Hagamos un trato.  —Le propuse.
—Te escucho. — Dijo. Se le formó una pequeña sonrisa en el rostro.
—Aceptaré el regalo pero solo un brazalete, tendrás que regresar los otros. — Dije absorta en el brazalete. Era fino y las piedras apenas se veían. 
— Trato hecho. —Sonrió. — ¿Ese te gustó? Es un estilo bastante sobrio.
—Es hermoso. No tenías que hacerlo pero gracias. Me encanta.
— Tendré que devolver los otros pero no importa. — Me tomó la mano y en ella me puso una pequeña caja. —Estaba casi seguro que escogerías ese brazalete. Me encanta que seas sencilla.  — Agregó. Seguido a eso abrí la caja y había un dije en forma de estrella, cubierto por pequeños diamantes.
Él se acercó, colocó el dije en el brazalete y luego lo colocó en mi muñeca. 
— ¿Recuerdas que en nuestra primera cita el cielo estaba tan estrellado que hacía competencia con las luces del jardín?— Dijo frente a mí. Asentí con la cabeza.  — Bueno, ahora cada vez que veo una estrella recuerdo esa noche. Y espero que cada vez  que veas esta la recuerdes tú también. — dijo tomando el pequeño dije en sus dedos.
—Es, es precioso. Muchas gracias. — dije con un hilo de voz. 
—Esto te va a costar algo, nada en esta vida es gratis. — Dijo. — Me debes dar un beso aquí. — Su dedo índice se posó en una de sus mejillas.
Sonreí. Me acerqué, me puse en puntillas y le di un beso en su mejilla.
—Perfecto. Ahora tengo que ir a practicar mi discurso para el baile, yo también seré parte de la ceremonia. Por cierto, huele muy bien, ¿sabes cocinar también?
—Algo así. Estoy en práctica.
Los hombres que estaban dentro de mi departamento salieron con sus maletines y luego los dos guardaespaldas salieron después de Ian.

Amarte duele...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora