Capítulo 9 parte 2

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Seguimos hablando de nuestros problemas y haciendo los preparativos para las fiestas. Terminamos bastante tarde. Decidimos poner una película de esas de las que nos gustan a las tres. Esta vez nos decidimos por Eduardo Manostijeras, de Tim Burton. Es una película que hemos visto un número incontable de veces, pero no nos cansamos de ella. Realmente, casi todas las películas que tenemos en el pueblo las hemos visto cientos de veces. En ocasiones hablamos de renovarlas, pero siempre se nos olvida. Tampoco es que nos importe demasiado. Mientras Laura ponía la película, nosotras nos pusimos el pijama. Luego, las tres nos metimos en la cama. No es que tuviésemos mucho espacio, pero siempre dormíamos las tres juntas, desde que nos conocíamos, como si de esa manera nuestro vínculo se hiciese más fuerte. En medio de la noche, Sandra me despertó.
—¡Luna, despierta, despierta! —oía su voz a lo lejos y noté cómo me movía, pero no podía salir del sueño—. ¡Despierta ya!
—¡Qué pasa, qué pasa!
—¡Mírate! —me miré y esta empapada en sudor. El tema de las notitas me estaba afectando más de lo que pensaba—. ¡Te has puesto a gritar y no te despertabas! ¿Qué estabas soñando?
—Estaba soñando con la persona que me está dejando las notas, pero no le he podido ver la cara. Le gritaba que se diese la vuelta y, cuando iba a hacerlo, me has despertado.
—¡Cómo no te voy a despertar, si no parabas de gritar! Pensaba que te estaba dando un ataque...
—Tranquila, Sandra. Sólo ha sido un mal sueño. Voy al baño y ahora vuelvo.
Necesitaba mojarme la cara. Me miré en el espejo y mis propias ojeras me sobrecogieron. Sabía que sólo era un sueño pero parecía tan real, que hubiese pagado lo que fuera porque esa persona se diera la vuelta. Después de refrescarme la cara volví a mirarme. Mi aspecto no había mejorado pero, al menos, estaba más calmada y volví al cuarto. La tele estaba encendida pero con la imagen congelada al final de la película. Apagué el vídeo, la tele y me metí en la cama. Laura me preguntó entre sueños si estaba bien y, sin dudarlo, respondí que sí. Tenía sueño y no me apetecía hablar más, ni de ese tema ni de ningún otro.
Nos despertamos gracias al sol que entraba por la ventana. Bajamos a desayunar en pijama. La abuela nos había preparado el desayuno. Estuvimos hablando sobre las actividades que había para las fiestas. Como todas las abuelas, nos preguntó sobre chicos pero, como buenas nietas, no le contamos nada. No nos apetecía recibir consejos de una abuela preocupada por la virginidad de su nieta. Las tres nos reímos, sabiendo por qué nos hacía tantas preguntas. Estábamos en un pueblo muy pequeño y todo el mundo se había enterado de que Laura había desaparecido durante un día. Los rumores habían tardado muy poco en extenderse.
Subimos al cuarto para vestirnos y ya empezaba a oírse la música de las casetas. Miré por la ventana para ver si Diego estaba en el parque con todos los demás. En realidad, las tres nos asomamos, pero ninguno de nuestros chicos estaba allí. La noche anterior, los tres habían salido de fiesta. Seguramente estarían durmiendo. Mientras nos vestíamos, recordé a mis amigas lo importante que aquella semana era para mí.
—Chicas, esta semana tiene que ser perfecta...
—Luna tiene razón. Empiezan las fiestas. Estamos con los chicos que queremos, ¿qué más podemos pedir?.
—¡Mucho más! —Sandra se tiró encima de la cama.
—No entiendo —Laura nos miró extrañada—. ¿Qué pasa esta semana además de todo eso?
—¡Menuda memoria! ¡Esta semana me quitan la escayola y el miércoles viene Luca!
—¡Es verdad, por fin vamos a conocer a súper Luca! —Laura lo dijo en tono burlón.
Le tiré un cojín, por vacilona. En realidad, yo estaba impaciente por su llegada. Necesitaba contarle todo lo que me había pasado en aquellos días. Estaba deseando llegar a casa para llamarle, saber el día y la hora en que llegaba y contarle a Diego quién era Luca. Todavía no le había dicho nada sobre mi mejor amigo, cuando a Christian sí que se lo había contado. La única explicación que se ocurría era que, cuando estaba con Diego, no me acordaba de nadie. Ni siquiera de Luca. Mi atención era sólo para él. El espacio, el tiempo, las personas, desaparecían cuando su cuerpo estaba cerca de mí, cuando su boca rozaba la mía. Y al mirarle a los ojos no pensaba en nada más que perderme en ellos y que el tiempo se parase en ese instante.
—¡Deja de ser tan vacilona, Laura! Espera a verle y luego a conocerle, verás que todo lo que he dicho de él es verdad.
—¿Es tan guapo? —Laura me miró y guiñó un ojo.
—Más que guapo, pero creo que tú, Sandra, no le vas a caer muy bien.
—¿Por? —le sorprendió mi comentario.
—Luca tiene novio, pero te puedes imaginar quién es su amor platónico, ¿no?
—Como nos contaste que tenía novio, pensé que se había olvidado de Urko.
—Que va... Luca nunca ha amado a nadie tanto como a Urko. Lo ha pasado verdaderamente mal por él. Yo creo que es una mezcla entre lo imposible y la mentira que él mismo se creó, pensado que podía hacer que Urko le quisiera como pareja.
—¿Intento algo con Urko? —Sandra se puso nerviosa.
—Yo le insistí una y mil veces para que no lo hiciera, pero su obsesión fue tan grande que Urko llegó a marcharse de casa unos días.
—En un palabra, ¡acoso!
—Sí, Laura, podríamos decir que llego a acosar a Urko. Mi hermano no le quería hacer daño y menos sabiendo que Luca es muy importante para mí. El día que volvió a casa, entró en mi cuarto y me pidió que les dejara a solas. Al de un rato, Urko salió del cuarto y me hizo un gesto de alivio pero con pesar.
—Hablo con él, ¿no? —Se notaba que a Sandra le interesaba lo que estaba contando.
—Sí, le explico que no podía seguir obsesionado con él, que por mucho que hiciera por él nunca iba a verle de otra manera, que era el amigo de su hermanita y, sobre todas las cosas, que Urko nunca se podría fijar en un hombre de la misma forma que él.
—¿Qué tal se lo tomó Luca? —el alivio en la voz de Sandra se notó claramente.
—Mejor de lo que yo pensaba. Lloró por lo menos durante una hora entera, pero desde ese momento no volvió a acosar a Urko y la verdad es que ahora se llevan muy bien. Muchas veces le he encontrado mirándole con cara de bobo, pero enseguida vuelve en sí. No quiere perder su amistad.
—Seguro que, cuando me conozca, seremos buenos amigos.
—Eso de que iba a odiarte, era una broma —sonreí a Sandra al decirlo—. Urko ha tenido más novias y Luca las ha conocido. No pienses que les ha tirado de los pelos o algo por el estilo. Al contrario. Ha sido muy educado con ellas.
—¡Eso espero!
—Bueno, chicas, tanta charla nos ha consumido casi toda la mañana. ¿Esta tarde vamos a Nupara? —cambié de tema, porque a Laura no le hace gracia que hable tanto de Luca.
—Yo espero poder quedar con Urko y hablar de lo que ya sabéis.
—Y yo con Mario.
—Bueno, pues yo no sé si quedaré con Diego. Si no me pasa a buscar y no quedáis con vuestros respectivos, nos vemos allí.
Nos despedimos y cada una se fue a su casa. Tenía miedo de llegar al porche por si otra nota aparecía encima de la mesa. Al abrir la puerta, fue lo primero que busqué. Por suerte, no había nada. Respiré tranquila y entré en casa. Urko estaba sentado encima de la mesa de la cocina, en pijama y con un café en la mano.
—Se llama resaca lo que te pasa, ¿verdad?
—No, se llama resacón. Ni el día después del río me había levantado con este dolor de cabeza. No sé qué nos dieron ayer de beber, pero debía de estar muy malo. No recuerdo ni haber salido de la discoteca, ni cómo llegue a casa...
—¿Para tanto fue?
—No, pero nos invitaron a unos nuevos cócteles que estaban promocionando y me sentaron fatal. Aunque yo creo que nos sentó mal a todos, porque los demás estaban igual, o peor...
—¿Diego y Mario también?
—¡Todos! Yo creo que no se salvó ni uno de nosotros.
—Pues nada, a pasar la resaca. Yo voy a llamar a Luca para saber qué día viene.
—Ya me dirás si hay que ir a buscarlo a algún sitio.
—¡Vale!
Subí corriendo a mi cuarto. Cerré la puerta. Cogí el teléfono y me tiré en la cama. Estaba emocionada. Encendí el móvil, impaciente. De los nervios, se me había olvidado el pin. Intente recordarlo, después de tanto tiempo. ¡Claro! Era el día de mi cumpleaños, el cinco de octubre. Introduje 0510, confirmé y esperé. No esperaba ningún mensaje, porque había quedado en llamar yo a Luca para cerrar el viaje de esta semana. Busqué su número y me tumbé en la cama, esperando mientras sonaba el tono de llamada. ¿Por qué no contestaba? ¿La impaciencia estaba haciendo que me pareciera que tardaba demasiado? Seguro que estaba ocupado, porque siempre lleva el móvil encima...
—¿Quién?
—¿Por qué has tardado tanto en cogerme el teléfono?
—¡Luna!
—¡Hola, Luca! ¿Qué tal el verano? ¿Cuando vienes? ¿Por qué no me cogías? ¿Estabas ocupado? ¡Dime algo!
—¡Cuando termines el interrogatorio te responderé, una a una, todas tus preguntas!
—¡Responde entonces!
—El verano, muy bien. Voy el miércoles por la tarde. No te cogía el teléfono porque estaba en la ducha y, con esta contestación, te respondo la última pregunta: sí, estaba ocupado.
—¡Tengo tantas ganas de verte, Luca! ¡Tengo un millón de cosas que contarte! Empezaré por decirte que me he roto el brazo, pero el martes me quitan la escayola.
—¡Un brazo roto! ¿Cómo te lo has hecho? ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?
—Ahora eres tú el que hace muchas preguntas... sí, estoy bien, estoy mejor que bien, pero cuando llegues te cuento todo lo que ha pasado este mes.
—Yo también tengo muchas cosas que contarte.
—Vale, pues espera a que vengas y hacemos una de nuestras sesiones. ¿A qué hora llegas?
—Llegaré sobre las ocho. Mi padre me ha dejado el coche, así que al final voy conduciendo hasta allí, espero no perderme.
—Le diré a Urko que te explique cómo se llega hasta aquí, así tendrás ocasión de hablar con él —bromeé.
—Ya sabes que si tengo oportunidad de hablar con tu hermano no la pierdo.
—¡Eres incorregible! —dije, riendo.
—¡Lo intento!
Nos reímos los dos a la vez. ¡Echaba tanto de menos hablar con Luca! En Bilbao, nos pasamos horas y horas hablando de nada y de todo. Paseando por el Casco Viejo de la ciudad. Cada calle tiene un encanto muy especial y lo bueno que tiene es que siempre hay mucha gente. En el Casco Viejo hay muchas tiendas y también hay una zona de bares que los fines de semana se llenan. Todo el mundo pide su bebida y luego sale a la calle a tomarla charlando. Todos nos conocemos. Por eso el ambiente es tan bueno.
—Mañana le diré a Urko que te llame, porque ahora mismo no podría, la resaca lo está matando...
—No te preocupes, que me llame cuando quiera.
—¡Hasta el miércoles, Luca!
—¡Hasta el miércoles entonces!
Le lancé unos besos al aire, que resonaron lo suficiente como para que se diera por besado. Luca hizo lo mismo y colgamos. Estaba rebosante de alegría. Cogí el cojín que estaba apoyado en la almohada de la cama y lo abracé como si fuera Luca. El miércoles iba a tener todo lo que quería cerca de mí. Luca y Diego juntos y a mi lado. No podía pedir nada más. Me fui a la ducha, rogando por que Diego pasara a buscarme aquella tarde. Quería hablarle sobre Luca, su llegada y lo importante que era para mí. Mientras estaba bajo el agua, canté las canciones de Encrucijados tan alto como pude. Era mi forma de expresar la alegría.
Después de comer decidí leer un rato. Diego estaría todavía durmiendo. No vendría antes de las cinco. Pero, si no aparecía, me iría a Nupara con el libro, para relajarme. Hacía un día muy bueno para tumbarse a leer bajo un árbol. Esta vez iba a empezar uno de los míos: Contra el viento del norte, del escritor y periodista austriaco Daniel Glattauer. Es un libro que recibió muy buenas críticas y tiene un formato sorprendente. Todo el libro está compuesto por los correos electrónicos que se envían los protagonistas de la novela. Me pareció algo muy original y deseé que las críticas no se equivocasen. Elegí sentarme en el sofá en lugar de salir al balancín porque no me apetecía ver a nadie que no fuera Diego. Estaba tan concentrada que no escuché cómo Urko se despedía de mí hasta que se acercó para quitarme el libro de las manos y decirme adiós. Iba a buscar a Sandra. Seguramente quería hablar con ella de lo que les había pasado. Esperaba que ella encontrara fuerzas para contárselo todo. Él sabría tener paciencia y hacer lo correcto.
Me despedí de Urko y volví a meterme en la historia del libro. Todavía eran las cuatro de la tarde y pensaba darle a Diego margen hasta las cinco antes de irme a Nupara. Sin embargo, por mucho que el libro me estuviera gustando, miraba la hora cada poco, impaciente. Pero Diego no vino, de modo que metí el libro y una botella de agua fría en la mochila y salí de casa montada en la bicicleta. Parecía que todo el pueblo estaba durmiendo, no había nadie en las calles. Quizá estuvieran montando las casetas. Desde luego, era la primera vez que veía el pueblo tan vacío. Seguí mi camino hasta Nupara, otra vez con la sensación de que me estaban siguiendo. Al volver la vista atrás, no vi a nadie, así que me relajé y traté de que, entre las notas anónimas y la sensación de ser perseguida, mi cabeza no entrara en fase paranoia.
En Nupara no había nadie, así que me tumbé y seguí leyendo por donde lo había interrumpido. Tiempo después, Laura apareció bañada en lágrimas.
—¿Qué te ha pasado? ¿Por qué lloras?
—¡Es Mario!
—¿Mario? Ven, siéntate aquí —la llevé hasta su árbol y ambas nos sentamos, frente a frente—. ¡Cuéntame todo lo que ha pasado!
—¡Mario me ha dejado! ¡Se ha enterado de todo y me ha dejado!
—¿Cómo se ha enterado? ¿Quién se lo ha contado?
—¡Raúl!
—Empieza desde el principio, para que pueda entenderlo todo. Mario ha pasado a buscarte y...
—No. Habíamos quedado en que me venía a buscar a las cinco, para salir a dar una vuelta. Eran las cinco y media y todavía no había llegado, por lo que he decido ir yo a buscarlo a él. Pero, por el camino, me lo he encontrado.
—¿Estaba enfadado?
—Sí. Estaba inexpresivo. Ni una sonrisa, ni un guiño, como me suele hacer normalmente. Me he acercado a él y, al intentar darle un beso, me ha alejado con las manos. Al preguntarle que le pasaba, se ha puesto a gritarme. Me ha llamado de todo. Me acusa de mentirle por no contarle todo lo que pasó con Raúl aquella noche.
—Se ha enterado de todo, ¿no?
—Sí. Le he intentado explicar por qué motivo no se lo conté, pero no me ha querido escuchar. ¡Me odia, Luna!
—No te fustigues, Laura. Mario no te odia, lo que pasa es que tu mentira le ha dolido.
—Pero no le he mentido, sólo le he ocultado una parte de la historia. Le conté que me había liado con Raúl...
—Ya lo sé, Laura, pero tienes que entender que no es lo mismo darse unos besos que acostarse con él. Te dijimos que se lo tenías que decir todo, que si no iba a ser mucho peor. Mírate ahora, llorando desesperada porque Mario te ha dejado.
—¡Cualquiera diría que eres mi amiga!
—No soy tu amiga. Soy tu mejor amiga, por eso te digo lo que pienso. De todas maneras, me imagino que se le pasará y podréis volver a hablar y arreglar las cosas.
—¡Ojalá! Nunca había sentido nada igual por alguien...
—Te entiendo perfectamente, a mí me pasa lo mismo con Diego. Pero Mario tiene que entender que ese mismo día te dejó y por lo tanto, no erais novios. Por lo único que puede estar enfadado es porque no le contaste toda la verdad de lo que sucedió esa noche.
—Se lo he intentado explicar con todo detalle. No me ha dejado. Se ha puesto como un necio y se ha marchado, dejándome con la palabra en la boca. Laura comenzó de nuevo a llorar. Decía palabras y frases que se entrecortaban entre tanto sollozo. No sabía qué más decirle, sólo que todo se solucionaría y que tenía que darle tiempo a Mario.
—Te prometo que voy a hablar con Diego, para que intente hacerle entender cómo sucedieron las cosas.
—¿Harías eso por mí?
—Eso y mucho más. Mario tiene que saber cómo fue todo. Verás como después te pide perdón, por lo mal que se ha comportado contigo —me abrazó, dándome las gracias mil y una veces. Aunque no podía de dejar de llorar mientras lo hacía. Cambié de tema, para que pensara en otra cosa.
—Sandra no ha venido todavía. Me imagino que estará hablando con Urko.
—Tiene que ser muy difícil hablar sobre ello. Y más todavía, ponerse en la situación de tu hermano.
—¿Por qué dices eso?
—Es muy sencillo. Cuando llegue el momento en el que decidan acostarse ella tendrá el recuerdo de lo mal que lo pasó. Urko tendrá que tener suficiente tacto para que ese recuerdo no le impida disfrutar.
—Sí, es cierto. Pero eso es una cuestión de confianza
—¿Confianza?
—La confianza para poder hablar de ello con naturalidad y, cuando Sandra lo haya superado, intentarlo. Y si tiene que parar, porque ella todavía no lo ha superado del todo, no enfadarse. Para mí eso es confianza y, sobre todo, amor.
—Tienes razón, Luna. Yo creo que tu hermano es la persona adecuada para hacerle superar todo eso.
—Yo también lo creo. Pero no olvidemos que esa situación es muy complicada y al final, Urko se puede sentir rechazado. Espero que tenga la paciencia suficiente con Sandra.
Seguimos hablando del tema casi toda la tarde. Laura me preguntó por Diego. No supe qué contestarle. Sólo que no sabía nada de él desde la noche anterior. Aunque me imaginé que estaría durmiendo hasta tarde. Le conté toda la conversación que había mantenido con Luca. Me emocioné al pensar que el miércoles estaría en el pueblo conmigo. Me hacía muy feliz que Luca conociera el lugar donde pasaba los veranos. Nupara y nuestro río. Estaba deseando que llegara el miércoles. Pero sobre todo, el martes, para que por fin me quitaran la maldita escayola.
Empezaba a anochecer, por lo que decidimos irnos a casa. Llevábamos las bicicletas de la mano, en lugar de ir montadas en ellas. Cuando dejé a Laura en casa, parecía que estaba mucho mejor. Deseaba que las cosas entre ellos se arreglasen. Todavía quedaba mucho verano como para estar todo el día encontrándose sin dirigirse la palabra. Yo conocía a Laura. Sabía que intentaría contarle todo a Mario pero, si la rechazaba una y otra vez, entre ellos ni siquiera quedaría la amistad.
Aunque no era muy tarde, me fui a la cama sin cenar. No me sentía muy bien. De camino a casa había empezado a dolerme el estómago. Pensé que, o bien me había insolado en Nupara, o bien había cogido frío por las corrientes de aire. El caso es que los dos platos de comida, el mío y el de Urko, que aún no había llegado, se quedaron encima de la mesa de la cocina, donde mi madre los había dejado. Subí directamente a mi habitación y, a pesar del dolor de estómago, me acurruqué y me quedé dormida enseguida, recordando, como siempre, los ojos negros de Diego.

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Hola holaaa!!

Algo grande se avecina!!!! Sabéis quien es la persona de las notas?

Pensar que cualquiera puede ser, entre Miriam, Christian, Raúl que odia a Diego.

Todavía queda mucho para que lo descubráis, pero de momento veremos donde de se ha metido Diego y que pasa con Sandra y Mario o con Urko y Sandra.

Muchos besos y no olvidéis votar, compartir y comentar!!

Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora