Capítulo 15 parte 1

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Llegamos a casa de Sandra con la respiración entrecortada por la carrera. Llamé a la puerta y no tardó ni un segundo en abrirse, mostrando a Sandra detrás. Las dos nos abalanzamos sobre Sandra, como si hiciera una eternidad que no nos veíamos. Ella no se sorprendió, al contrario, nos abrazó de la misma manera. Sin decir ni una palabra, las tres subimos a su cuarto. Al entrar vi que, como siempre, lo había preparado todo. Encima de la mesa había unos platos con gominolas de todos los estilos y formas: con azúcar, sin azúcar, nubes y muchas más. También había bebidas. Nos sentamos alrededor de la mesa y comenzaron las preguntas.—¿Cómo estás?—Mucho mejor chicas, he visto todas vuestras llamadas y mensajes. También las de Urko —tras decir eso, me miró, cautelosa—. Luna, te voy a pedir que no te enfades cuando te cuente lo que he hecho esta semana —me extrañó que me dijera eso. ¿Por qué tendría que enfadarme?—¿Qué ha pasado? ¿Por qué me iba a enfadar?—Bueno, como sabéis, me fui de aquí muy rápido, sin saber qué hacer con mi vida ni a dónde ir. Luca me llevó hasta el pueblo a coger el autobús, pero al verme tan mal, me invitó a que me fuera a Bilbao con él.—¡Ahora entiendo la necesidad de marcharse tan pronto! —dije yo.—Sí. Me dejó en la parada de autobús, volvió a despedirse de ti y pasó a recogerme. Es una persona increíble...—Lo sé.—Es una lástima que sea gay —añadió.—Eso también lo sé, pero es lo que es...—Es cierto —aceptó, y siguió hablando—. Una de las noches en que salimos a tomar algo, me pasé con el alcohol y me lancé a sus brazos. El pobre Luca no supo ni cómo reaccionar Le pedí mil perdones por la torpeza, pero él me entendió perfectamente.—A muchas amigas les ha pasado lo mismo, pero no te preocupes, no es un problema para Luca.—Toda esta semana no me ha dejado ni un segundo sola. Me ha enseñado Bilbao y me ha contado un montón de anécdotas de los dos.—¡Nos podía haber avisado! —le recriminó Laura.—Yo le pedí que no lo hiciera. Por suerte, no me crucé con tus padres. No hubiera sabido explicarles por qué estaba allí con Luca.—Luca, siempre ayudando a los demás... —dije entonces—. Como se entere Urko, te puedo asegurar que lo mata, con lo mal que lo está pasando...—¡Al contrario! Debería estarle agradecido. Por él, voy a darle otra oportunidad.—¿En serio? —coincidimos Laura y yo.—Sí. Me he dado cuenta que todo no es culpa suya. Yo no he sabido enseñarle a canalizar lo que me pasaba y le he hecho sentir despreciado. ¡Eso tampoco es justo!—¡Entonces, vas a volver con Urko! —insistí, para asegurarme.—Pues sí pero, primero, me haré un poco de rogar, siguiendo tu ejemplo...—La reconciliación así es mucho más agradable —dije, antes de guiñarle un ojo y romper a reír.—¡Has vuelto con Diego! Lo pilló al vuelo y se alegró mucho.—No podía aguantar más, ha sido demasiado dulce como para negarme a estar con él. Además, me explicó como sucedió todo y lo creo.—Me alegro mucho por los dos Luna, pero tu cara me dice que hay mucho más que contar. ¿Me equivoco? —Sandra me conocía demasiado bien. Negué con la cabeza y comenzamos a reírnos. Yo era la única de las tres que todavía era virgen, por lo que el interrogatorio fue exhaustivo. Les conté todo de la mejor manera que pude, sin dar los detalles más íntimos, claro.—Hacéis una pareja genial, Diego lo ha dado todo para que vuelvas con él. ¡Te has hecho la dura! —Laura lo dijo muy contenta.—Tenéis que entrar a mi cuarto, no os podéis ni imaginar cómo lo ha dejado. Todo el techo lleno de estrellas, no tengo palabras para describirlo...—¿Pero como encontró nuestro río? —Sandra miró a Laura, acusándola.—No se lo he preguntado, pero imagino que, algún día, nos seguiría.—¿Te puedo hacer una pregunta íntima? —me dijo Laura.—Naturalmente.—¿Cómo hizo para ponerse el preservativo en el agua?La pregunta me sorprendió, porque ni siquiera me había parado a pensarlo. ¿Cómo había podido ser tan irresponsable? No habíamos usado ninguna protección, ni la primera vez, ni la segunda. Después de haber sido tan dura con Laura, ahora no tenía ninguna excusa. Mi cara debió de reflejar perfectamente la respuesta a su pregunta.—¿No habéis usado protección? —Sandra se sorprendió—. ¿Tú que tantas veces nos lo has dicho?—Tenéis razón chicas, no me explico cómo me ha podido pasar.—Es muy sencillo, Luna. El deseo te hace olvidar, en muchas ocasiones, hasta lo más básico. Tú no tenías experiencia, pero Diego tenía que haber pensado en ello —. Laura intentó calmarme.—¿Y ahora, qué hago? Ya no hay remedio... ¡No me puedo quedar embarazada!—Tranquila, no te alteres tan rápido, solo hace dos días que has empezado a tener relaciones sexuales. ¿Cuándo te toca el periodo? —preguntó Laura.—No cuento los días. Cuando me baja, me baja.—Piensa cuándo te bajó por última vez y calculamos cuando tiene que ser —Sandra cogió un calendario de encima de la mesa.El pánico no me dejaba pensar. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida como para no pensar en algo tan importante? Intenté recordar el día exacto en el que me bajó el mes pasado. Empecé a hacer cálculos, pero entonces sonó mi teléfono. Lo saqué del bolsillo y resultó que era Diego. No sabía qué decirle, y creía que él tampoco se habría dado cuenta de aquel detalle, porque si no lo habría remediado. Respiré hondo y contesté.—¡Hola! —no sé ni cómo pude articular palabra. De hecho, casi sonó como si le estuviera gritando.—¡Hola! ¿Te pasa algo?—No, ¿por qué? —miré a mis amigas solicitando ayuda, pero las pobres no sabían qué hacer—. ¿Cómo es que llamas tan pronto? Apenas hace dos horas que te has marchado.—Sí, bueno... Quería escuchar tu voz.—Te he dicho en más de una ocasión que mientes muy mal, ¿qué pasa?—No quiero que te preocupes, pero ha habido una pelea.—¿Qué? ¡Me dices eso y pretendes que no me preocupe! —me puse tan nerviosa que tuve que levantarme—. ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?—Luna, ¿qué pasa? —Laura se preocupó.—Espera, todavía no lo sé —le hice un gesto con la mano para que se callara y poder escuchar a Diego—. Dime qué ha pasado.—Raúl estaba en la discoteca con Christian, se ha acercado a Mario y una cosa llevó a la otra. Total, que Mario está en el centro de salud, con una puñalada.—¿Tú estás bien?—Sí.—No te muevas, vamos para allá.—Luna, no...No quise escuchar más, le colgué el teléfono para contarle a Laura lo sucedido e ir hasta el centro de salud. Pero no sabía cómo decírselo, se iba a poner como una loca. Además, había que encontrar un coche para llegar allí lo antes posible. Al final, Laura se preocupó de verdad.—¿Me quieres decir qué ha pasado, Luna?—¡Ha habido una pelea entre Mario y Raúl!—¡Mario está bien!—¡No! Según me ha contado Diego, Raúl le ha dado una puñalada, están en el centro de salud.—¿Qué? ¿Qué más te ha dicho? ¿Cómo está? —Laura iba subiendo el tono de voz hasta alcanzar el modo "histeria total".—Tranquila, Laura. No me ha dicho nada más, le he dicho que íbamos para allá.—¿Pero, cómo vamos? Está muy lejos... —. Sandra se levantó preocupada.—¡De cualquier manera, Sandra! ¡Yo quiero ir ya, para saber cómo está Mario! —gritó Laura.—¡Espera! —Sandra había recordado algo—. La última vez que me quedé con Urko en la discoteca cogimos un taxi y guardé el número en el móvil. Voy a buscarlo y llamamos para que nos venga a buscar.Sandra fue corriendo hasta la mesilla que tiene al lado de la cama, donde guardaba el móvil. Mientras lo encendía, Laura había empezado a caminar de un lado al otro de la habitación. Ninguna de las tres pudimos articular palabra en aquel momento. Laura se sentó encima de la cama y no pudo contener más las ganas de llorar. Sandra y yo nos sentamos a su lado y la abrazamos. No me podía imaginar por lo que debía de estar pasando. No saber cómo estaba la persona a la que amaba era terrible. Por fin, el móvil de Sandra se encendió. Sin dejar de abrazar a Laura, llamó al taxista.—En diez minutos está aquí —dijo Sandra, después de colgar el teléfono.—Espero que llegue pronto, no puedo con la incertidumbre —dijo Laura, y luego añadió algo más—. ¡Odio a Raúl!—Ese chico no ha hecho más que meterse entre Mario y tú. Le dijo a Mario que le debía una y se la ha cobrado.—¡De esta manera no me ayudas, Sandra!—¡Perdón! Pero no he dicho nada más que la verdad.Antes de que el ambiente se pusiera más tenso por los nervios, invité a mis amigas a bajar a la calle y esperar al taxista. Comprobamos que teníamos dinero para poder pagar el trayecto desde el pueblo al centro de salud y bajamos. Ni siquiera nos despedimos de la abuela de Sandra, que se encontraba en la sala, viendo la tele. Por suerte, el taxista había llegado antes de lo previsto y, cuando salimos a la calle, estaba esperándonos allí mismo. Lo saludamos y entramos en el coche. Laura le dijo dónde debía llevarnos y él, al ver su cara de preocupación, trató de llegar lo más rápido posible. Durante el trayecto, ninguna de las tres dijo una palabra. Laura iba sentada en medio, cogiéndome una mano a mí y, la otra, a Sandra. El viaje no duró más de diez minutos, pero a nosotras nos pareció que llevábamos más de una hora encerradas en el coche. Como Mario había sido el más perjudicado, Laura era la que peor lo estaba pasando; sin embargo, yo estaba preocupada tanto por Diego como por mi hermano Urko, el cual, sin duda, estaría involucrado. Sandra, por su parte, estaba preocupada porque se iba a encontrar con Urko por primera vez desde su vuelta. Cada una iba pensando en lo suyo, cuando el taxista frenó. Laura empezó a empujar a Sandra para que saliera del coche. Yo, en cambio, me quedé pagando el trayecto. Al bajar del taxi, no vi a nadie alrededor. Mis amigas habían entrado directamente. Como era un edificio de una sola planta, imaginé que encontraría a todo el mundo en la sala de espera. Según me acercaba a la entrada, el corazón me latía con más fuerza. Necesitaba ver a Diego y saber que no le había pasado nada. Fui directa a la sala de espera y todos los amigos de Mario estaban allí. Sandra y Laura estaban hablando con la enfermera para pasar a ver a Mario. No encontré a Diego. Me alarmé porque era el único que faltaba. Volví a mirar y tampoco vi a Urko. La respiración se me aceleró. Me acerqué al mostrador donde estaban Sandra y Laura. Escuché como la enfermera, con voz muy agradable, les decía que Mario estaba acompañado por un amigo. Tenía que ser Diego. Laura le pidió por favor que la dejara pasar pero la enfermera le dijo que primero tendría que salir el que estuviera dentro. Muy amablemente, entró a buscarlo.Las tres pasamos a la sala de espera, donde todos sus amigos estaban hablando de lo sucedido, muy bajito, entre ellos. Saludamos a todos y nos sentamos las tres a un lado de la sala, en el mejor lugar para poder ver la puerta por donde debía salir la persona que estaba con Mario. Miré a mi alrededor y, además de los amigos de Diego, también había gente joven pero la sensación de preocupación en sus caras era menor. Me estaba preguntando qué harían allí, cuando Diego salió por la puerta de las consultas, agarrándose las costillas con el brazo. Laura se levantó y fue corriendo hasta él. Diego le señaló el lugar al que tenía que ir para ver a Mario. Ella asintió y fue todo lo deprisa que pudo. Diego empezó a caminar hacia la sala mirando a todos lados, entonces me levanté y fui corriendo hasta él, lo abracé con fuerza y Diego gimió de dolor.—¡Cuidado Luna! —Me separé por si le había hecho daño.—¡Perdón! ¿Qué te duele?—Tranquila, estoy bien.—¡Cómo me puedes decir que estás bien! ¿No te has visto la cara, verdad?—Unos cuantos golpes y nada más.—¿Dónde está mi hermano? ¿Le ha pasado algo?—Se ha quedado con la policía para interponer la denuncia. Varias personas que estaban en la discoteca consiguieron retener a Raúl hasta que llegó la policía —me explicó.—¿Y Mario?—Está bien, la navaja no le ha perforado ningún órgano. Le han dado la inyección contra el Tétanos y le van a dar puntos.—Me alegro —dije, algo más tranquila—. Luego, en casa, me cuentas el resto.—Voy a tener peleas todas las noches para poder quedarme a dormir con usted, señorita —dijo entonces, bromeando.—No seas payaso, que tenemos que hablar muy seriamente —Diego se sorprendió por la dureza de mis palabras. Después de todo, era un tema muy delicado el que me preocupaba. Intenté sonreír, para que no se asustara—. Vamos a sentarnos.—No, Luna, no me dejes a medias... ¿De qué tenemos que hablar?—De cómo ha surgido la pelea y con quién te has pegado, ¡no te preocupes! —disimulé.Le di un beso en los labios, le agarré de la cintura y nos sentamos en la sala de espera. Sabía que no había terminado de tragarse lo que le había dicho, pero aquel no era el momento ni el lugar para tratar el tema. Pasaron al menos dos horas hasta que Mario y Laura salieron por la puerta de las consultas. Durante todo ese tiempo, Diego no se había movido de mi lado. Había pasado el brazo por encima de mis hombros y había estado hablando con sus amigos. Sandra se había sentado a mi lado y habíamos hablado sobre los lugares maravillosos que había visitado en Bilbao. Luca le había hecho un gran recorrido, pero no solo por Bilbao, sino por Bizkaia en general. Al verlos salir, nos levantamos para acercarnos a ellos. Mario llevaba la camiseta manchada de sangre y se apoyaba en Laura, que lo tenía agarrado por la cintura.—Tranquilos, chicos, que estoy bien —dijo, con esfuerzo.—Lo mejor es que vayamos a casa para que pueda descansar —dijo Laura, con prisa por salir de allí.—Voy a llamar al taxista que nos ha traído y pediré otros dos taxis —intervino Sandra.—Te acompaño fuera —le dije, dejando por un momento a Diego.—Gracias, Luna.

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Hola, después de mucho tiempo.

Os dejo un capitulo nuevo y cada día colgaré uno nuevo hasta completar la novela, espero que os guste y disfrutéis de la historia después de tanto tiempo.

Un saludo. Besakos.


Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora