Capítulo 14 parte 1

33 2 0
                                    


Las caricias de sus dedos sobre mis mejillas me despertaron, abrí los ojos y lo miré. Él sonrió, como un niño cuando tiene su juguete preferido entre sus manos.

— ¡Buenos días! —saludé a mi recién recuperado y querido novio.

—Los mejores mientras estés a mi lado.

—No hace falta que me digas esas cosas —contesté, divertida por su romanticismo exagerado—. Ahora, ya me tienes.

—Lo sé y me encanta —se echó a reír—. Son las diez de la mañana, me imagino que tu hermano se preguntará dónde te has metido.

—Sí, es mejor que recojamos todo y nos vayamos.

Nos dimos un beso de buenos días, recogimos todo y nos fuimos a casa. Mientras caminábamos hacia el pueblo con la bici en la mano, miré el móvil. ¡Tenía un mensaje de Sandra! Lo abrí y leí apresuradamente: "Hola, Luna, llego al pueblo. No le digas nada a Urko. Pásate por mi casa a las diez, con Laura. Un beso". Una alegría enorme llenó mi corazón y se vio reflejada en mi cara. Diego no pudo evitar fijarse.

— ¿Quién te hace sonreír de esa manera?

—Sandra llega esta noche. No quiere que le diga nada a Urko. Así que, por favor, tampoco lo hagas tú.

—Mis labios están sellados... ¿Le va a perdonar?

—No dice nada sobre eso, hemos quedado hoy a las diez en su casa —Diego perdió la sonrisa al oír aquello.

—Entonces esta noche no salimos. Había pensado en llevarte a cenar y luego...

—Lo siento, Diego —y era cierto, pero tenía un compromiso con Sandra— Sandra me necesita, se cómo lo está pasando y tengo que apoyarla, como ella hizo conmigo.

—Está bien, lo entiendo. Pero mañana por la noche eres solo mía...

—Solo tuya.

Le di un beso en agradecimiento a su compresión. Para ser sincera, prefería pasar una noche romántica con él, pero también quería saber cómo se encontraba mi amiga. Antes de ir a casa, pasamos primero por la de Laura donde, probablemente, también estaría Mario. Queríamos contarles que volvíamos a estar juntos y también que Sandra volvía. Cuando llamamos al timbre, Laura no tardó ni un minuto en contestar.

— ¡Hola, chicos! —una sonrisa pícara nos recibió—. ¡Pasad, por favor! ¡Mario, son Luna y Diego!

— ¡Hola, Laura! —me acerqué a su mejilla para darle un beso y así susurrarle algo al oído, sin que Diego se diera cuenta—. ¡Te voy a matar, pero gracias!

Las dos nos miramos y sonreímos levemente. Pasamos hasta el salón, donde Mario se encontraba desayunando. Nos miró y no pudo evitar reírse.

— ¡Bueno, bueno, Luna! Te has hecho de rogar —se levantó para abrazar a Diego a modo de felicitación.

— ¡Dicen que lo bueno se hace esperar! —tuve que responder.

— ¡Y muy bueno tiene que ser, para tener a Diego como lo tienes! —Diego le dio un codazo para que se callara y sonrieron los dos—. ¡Solo digo la verdad!

— ¡Eso lo tiene que decir él, no yo! —le respondí.

— ¡Sin lugar a dudas es el mejor de los manjares! —me guiño un ojo—. ¡Pero dura de roer! —Mario y Laura comenzaron a reír al escuchar lo que Diego me decía.

—Ya decía mi abuela, que cuando uno se enamora se vuelve tonto —bromeó Mario.

—¿Lo dices por propia experiencia? —contestó Diego, sonriendo.

Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora