capítulo cinco

280 16 4
                                    

    Al amanecer, los rayos de sol entraron por la ventana, porque la noche anterior había olvidado hasta bajar la persiana. Abrí los ojos, un nuevo día empezaba, pero ya no era la misma. Por fin me habían besado, después de escuchar cómo las demás contaban sus primeros besos y sus primeros novios, me había llegado la hora a mí. ¿Pero lo podía contar? No me parecía bien, porque Diego estaba con Míriam y yo no quería que pensaran que me había metido en ninguna relación. Eso no iba conmigo. Lo que tenía que hacer era esperar a que Diego hablase con su novia, le explicase todo y... ¿Cuánto tardaría? Sería una larga espera. Lo más difícil sería disimular delante de mis amigas, con lo bien que me conocían. Me daban tentaciones de encender el móvil y contárselo todo a Luca, pero me contuve. El móvil estaría apagado hasta antes de las fiestas. Sería entonces cuando llamase a Luca para explicarle cómo llegar hasta aquí. Cuando se lo contara, me iba a matar, pero todavía tenía que esperar a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.

   Me levanté de la cama de un salto. Aún teniendo la muñeca rota, la energía me brotaba por los poros. ¿Qué pasaría hoy? ¿vería a Diego? ¿cuál sería su reacción al verme? Tenía que hacer como si no hubiera pasado nada... eran demasiadas cuestiones para ser tan temprano. De repente me acordé de Laura y la culpabilidad me golpeó con fuerza. Me duché enseguida para pasar a buscarla y ver qué había sucedido la noche anterior. Como quería que aquel día fuera diferente a los demás, pensé dejarme el pelo suelto. Lo tengo largo y lleno de tirabuzones, la verdad es que es un pelo bonito, es una de las cosas que más me gusta de mí. No me gusta mucho llevarlo suelto porque me molesta bastante, pero ese día quería parecer diferente. Después de ducharme me vestí y bajé a desayunar. En la cocina solo estaba Urko.

 - Buenos días- Urko se giró al oír que lo decía con mucha alegría.

- Buenos días, Luna, ¿hoy estamos de fiesta?

- No, hoy es un día igual que cualquier otro.

- Sí, claro, el pelo suelto y todo, ¿no?

- Algún día me lo tengo que soltar, al final se me va a caer de tanto llevar coleta.

- Lo que tu digas- cedió, pero volvió a mirarme cariñosamente-. Estás más guapa con el pelo suelto.

- Gracias, eres un amor.

Cogí una manzana de la nevera, le di un beso en la mejilla y me fui a buscar a Laura. No me giré para mirar su cara, pero sabía que me estaba mirando mientras me iba, pensando que me pasaba algo raro. No me di la vuelta. Sabía que si lo hacía empezaría el interrogatorio y, de momento, tenía que mantenerme callada.

El sol ya pegaba con fuerza a esa hora de la mañana. Fui rápidamente hasta la casa de Laura, esperando que estuviera despierta. Llamé a la puerta pero no me abrió nadie, insistí varias veces y nada. Decidí ir a casa de Sandra, donde ella misma me abrió la puerta.

 - Buenos días. ¿Sabes algo de Laura?

- No, por aquí no ha pasado, ¿no la encontraste ayer?

- No, después de pasar por mi casa, fui a la suya y me abrió su madre. Me dijo que no estaba. La fui a buscar por el pueblo y no la encontré, por lo que me fui a casa.

- Seguro que estaba con Mario.

- Puede ser... Cuando algo se le mete en la cabeza, ya sabes cómo es... Lo que no entiendo es cómo se ha enamorado tan rápido de Mario, ella no suele ser tan intensa.

- Bueno Luna, ya sabes como es, en un mes se le habrá pasado. Vamos a buscarla y que nos cuente.

- No, he pasado por su casa y no había nadie, por eso he venido aquí, pensando que estaríais juntas.

Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora