Capítulo 12 parte 2

236 10 5
                                    

Descubrí que Urko todavía no había llegado, así que me fui a la cama. El día había sido muy intenso y estaba agotada. ¡Ni siquiera me había dado cuenta de que Luca tampoco había vuelto! Aquello sí que era extraño, aunque supuse que estaría pegado a Christian. No tenía ninguna posibilidad con él pero, conociéndole, no rechazaría una velada en buena compañía. Entonces miré al techo, plagado de estrellas brillantes, y recordé cómo me había besado Diego y lo bien que me sentía cuando estaba entre sus brazos.

Por la mañana, unos gritos en el salón me despertaron. Me giré y vi a Luca junto a mí, tan sorprendido por los gritos como yo.

—¡Tiene que ser Urko! —dije, sobresaltada.

—Eso parece...

—¡Vamos, Luca! Tenemos que calmarlo.

—Voy, pero no me pidas lucidez habiendo dormido tan poco...

—Luego hablaremos de dónde has estado y con quién.

—Vamos abajo, antes de que sea tarde —dijo, evadiendo mi mirada.

En el salón, Urko estaba como loco, dando patadas al sofá. Llevaba puesto el pantalón del pijama, por lo que deduje que no acababa de llegar. Luca se abalanzó sobre él para intentar que parase.

—¡Para, Urko! ¡Estás como loco! —gritó Luca, poniendo todo su esfuerzo en sujetarlo.

—¡Déjame, Luca! —gritó Urko, fuera de sí—. ¡Déjame o vas a pagar tú los platos rotos!

—¡No digas tonterías, Urko! —grité, crispada por la idea de que se ocurriera ponerle una mano encima a mi amigo— ¡Tranquilízate! Y tú, Luca, ¡suéltalo! —Luca obedeció, cogí a Urko por el brazo y le empujé hacia el sofá—. Cuéntame ahora mismo lo que te pasa —dije, mi voz sonando peligrosamente parecida a la de nuestra madre.

No me esperaba que Urko se pusiera a llorar, pero eso fue lo que sucedió. Nunca en mi vida le había visto derramar tantas lágrimas. Él no sabía que Sandra me lo había contado todo. Preferí no decírselo y que explicara su versión.

—¡La he cagado, Luna!

—¿A qué te refieres? ¿Qué has hecho, Urko?

Entre sollozos, nos contó la misma historia que me había contado Sandra de madrugada, en el porche. Luca se quedó asombrado por la reacción de Urko, nunca lo habíamos visto así, por ninguna chica. Terminó de hablar, pero no obtuvo respuesta alguna por nuestra parte. No pudimos darle ningún consuelo, lo había estropeado todo y no había vuelta atrás. Urko me miró fijamente, se acercó y se arrodillo delante de mí.

—¡Luna, por favor, me tienes que ayudar!

—No cuentes conmigo Urko, lo que has hecho no tiene nombre —por una vez, me sentía avergonzada de que fuera mi hermano.

—¡Un error lo comete cualquiera!

—¿Te acuerdas de lo que me dijiste el día que te enteraste de lo que me había hecho Diego? —Urko asintió con la cabeza y la cara se le entristeció todavía más.

—Mi hermana pequeña estaba sufriendo por su culpa...

—Ahora me dices que debo escuchar y perdonar a Diego porque, según tú, tiene razones suficientes para que le perdone.

—No sé lo que quieres decir —dijo, sin poder seguir el hilo de mi razonamiento.

—Es muy sencillo, ¿qué razones tienes tú para que Sandra te perdone? Supongo que tendrás razones de peso para pretender que te dé otra oportunidad.

—¡La razón es que nos queremos!

—¡Me estás tomando el pelo!

—¡No, Luna! Todo ha sido culpa del alcohol.

Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora