Capítulo 9 parte 1

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Por la mañana, Diego me vino a buscar temprano, para acercarnos a la cabaña. El incendio le había afectado tanto como a mí. Caminamos agarrados de la mano hacia el parque, especulando cómo podía haber sucedido, pero no sacamos nada en claro. Llegamos hasta el frontón y había una patrulla de la Guardia Civil.
—Buenos días, agente.
—Buenos días, chicos.
—Perdone que le pregunte —Diego quería ser respetuoso para que el agente le diera toda la información—. ¿Se sabe cómo ha sucedido?
—Sí, ha sido intencionado. Lo han llenado todo de gasolina y le han prendido fuego.
—¿Y se sabe quién lo ha podido hacer? —pregunté yo, esperando que me dijera que lo provocó Míriam.
—No, esto es lo que nosotros llamamos vandalismo. Lo ha podido hacer cualquiera, pero normalmente estos actos los hacen los jóvenes que no se paran a pensar en el riesgo.
—¿Ha quedado algo en pie? —la esperanza de que quedara la estructura estaba en mi mente.
—No, está todo arrasado, sólo queda una pared en pie. Todavía no se puede pasar, hasta nueva orden, nos quedaremos aquí.
—Gracias, agente —murmuramos.
Nos fuimos de allí, decepcionados. Quizá podríamos volver en otro momento aunque, si ya no quedaba nada, casi prefería mantener intacto el recuerdo de nuestra cabaña.
—Es una pena —la tristeza se reflejaba en mi tono de voz—. Todavía no sé qué ha ganado la persona que ha quemado la cabaña.
—Sé por dónde vas Luna, pero no creo que Míriam sea capaz de una cosa así...
—Yo no digo nada, pero no me digas que no son muchas coincidencias. La nota, ayer la vimos con una mochila en esa dirección...
—Sé que todo apunta a Míriam, pero yo la conozco y no pienso que haya sido ella. ¿Por qué no piensas que ha podido ser Christian?
—No lo creo —otra vez con aquella estúpida rivalidad—. Además, he pensado que nadie sabía que nos encontrábamos allí...
—Es verdad. Pero bueno, prefiero cambiar de tema. ¿Esta noche salimos?
—No, nosotras hemos quedado en casa de Sandra para preparar las actividades de las fiestas. Ya casi ha pasado el mes y no tenemos nada preparado.
—Ya —Diego estaba desconcertado por mi respuesta—. ¿Aunque sea sábado por la noche?
—Empezaremos esta tarde y seguiremos hasta que lo tengamos casi todo acabado, porque el miércoles empiezan ya las fiestas. Me ha dicho Laura que vosotros montáis las casetas y el escenario, ¿no?
—Hoy empezamos, pero no sé si terminaremos.
—En Bilbao las llamamos “txoznas” —dije, con nostalgia de la Aste Nagusia.
—Es que el Euskera es muy raro —dijo él, divertido—. Yo cuando lo oigo me quedo con la boca abierta. Es tan diferente a cualquier idioma que haya escuchado y a la vez tan bonito que me sorprendo mucho...
—Es un idioma muy difícil de aprender, pero no imposible. Muchas personas con constancia y esfuerzo consiguen hablarlo. Hay mucha gente que lo entiende, pero que no lo habla por miedo a equivocarse.
—Es comprensible...
—Ya, pero si no lo intentan, nunca lo conseguirán. Yo sí sé de alguien a quien le pasa eso —recordé a mi amigo Luca—. Intento hablar en euskera y, como no me responda igual, no le hago caso...
—¡Qué mala!
—¿Mala? Al contrario, estoy ayudando a que mejore —no pude evitar reírme—. Bueno, me voy a comer que he quedado pronto.
—¿No te voy a ver en toda la tarde?
—No, mañana nos vemos. Pásalo bien por la noche y... pórtate bien. Ya sabes que en esta vida todo se sabe, así que me voy a enterar de todo, hagas lo que hagas —amenacé, aunque no iba en serio.
—Nunca haría nada que pudiera hacer que me dejes. ¡Antes me muero!
—¡Ya será menos! —reí. Me encantaba que me dijera esas cosas tan bonitas— ¿Te puedo decir una cosa? Nunca pensé que serías tan romántico...
—Yo tampoco —reconoció—, pero no sabía lo que era estar enamorado hasta que te conocí, y te puedo asegurar que soy capaz de bajarte las estrellas si tú me lo pides.
—Te quiero...
Le besé en la boca con toda la ternura de mi alma y, antes de que fuera imposible separarme de él, entré en casa. Urko estaba en el sofá y se le veía triste.
—¿A ti ahora qué te pasa? —no tenía muchas ganas de preguntar, pero era mi hermano—. ¿Has discutido con Sandra?
—No, Luna, no me pasa nada.
—Sí, claro. Eres mi hermano, ¡te conozco!
—Estoy cansado, no me pasa nada. ¡No busques donde no hay!
Se puso a mirar la tele, como dando por terminada la conversación. ¿Por qué no me quería contar lo que le pasaba? ¿Ya no tenía confianza en mí? La verdad era que yo tampoco era quien para reprochárselo, después de haberle ocultado que me habían dejado una amenaza anónima en la mesa del porche. Mi padre estaba terminando de poner la mesa y la comida estaba hecha. Durante la comida, estuvimos hablando sobre el incendio de la cabaña. Urko no intervino mucho en la conversación, estaba encerrado en sus pensamientos. Estaba segura de que tenía que ser algo relacionado con Sandra, por lo que decidí que, por la tarde, trataría de que ella me lo contara.
Después de comer, preparé todo lo necesario para preparar las actividades: hojas de colores, pinturas, tijeras y todo lo que tenía apuntado en la lista que me había preparado Laura. Tenía ganas de llegar a casa de Sandra, para poder hablar con ella. Salí antes de la hora a la que habíamos quedado para llegar antes que Laura, pero cuando llamé a la puerta, para mi sorpresa, fue ella la que me abrió.
—¿Qué haces tú aquí? —Laura se sorprendió al verme.
—¡Lo mismo que tú! —respondí, ofendida.
—Qué pronto has venido...
—Tú también —me extrañó tanta pregunta—. ¿Me vas a dejar entrar?
—Claro, pasa, pasa...
Subimos a la habitación de Sandra, que también se sorprendió al verme. Entonces empecé a entender qué era lo que pasaba. Me senté a su lado.
—Me dijiste que nada iba a cambiar, pero ya veo que no es así.
—No sé de qué me hablas, Luna —Sandra intentó poner su mejor sonrisa.
—No me tomes por tonta, Sandra. Llego a mi casa y veo a Urko triste y enfadado. Le pregunto y no me quiere contar nada. Y ahora Laura y tú estáis hablando de algo que yo no puedo escuchar...
—¿Está enfadado? —Sandra se sobresaltó al escuchar mis palabras.
—Enfadado, triste, pensativo, ¿qué más da? Si no pasa nada, ¿no?
—Luna, yo no...
—¡Me prometiste que todo iba a seguir igual y a la primera discusión con mi hermano me encuentro esto! —dije, bajando el tono de voz, llena de tristeza.
—Es un tema delicado —Sandra agachó la cabeza, como si se sintiera avergonzada por algo.
—¡Me da igual! Si nuestra amistad no es lo suficientemente fuerte como para que confíes en mí, ¡prefiero que no seamos amigas! —Me levanté e hice ademán de irme. El tema era delicado, pero a Laura sí que podía contárselo... Me di media vuelta antes de salir del cuarto—. Pensé que todas éramos iguales, pero ya veo que no... No te preocupes, ¡nunca vas a tener que volver a estar en esta tesitura!
Sin decir una sola palabra más, salí de la habitación con lágrimas en los ojos. No me podía creer que mis mejores amigas me ocultasen lo que les pasaba. ¿Cuántas veces habrían hecho esto sin que yo me enterase? El dolor que sentía era todavía más fuerte que cuando me había enterado de lo de Diego. Me disponía a abrir la puerta y salir corriendo hacia mi casa, a llorar, cuando los gritos de Sandra y de Laura me frenaron.
—¡Espera, Luna! —agarré el tirador de la puerta, pero Sandra la cerró de un golpe y se puso delante de mí con lágrimas en los ojos—. Tienes razón, somos amigas para lo bueno y lo malo...
—Eso creía yo, pero parece que no es así.
—¡Perdóname, Luna! —Sandra me abrazó y nos pusimos las dos a llorar—. ¡Aunque Urko sea tu hermano, no tengo porqué ocultarte lo que me pasa, ni a Laura tampoco!
Me giré para poder mirar a Laura. Tenía cara de extrañada. Parece ser que todavía no le había contado lo que le sucedía. Había sido demasiado dura con Sandra, porque había creído que mis dos amigas me estaban dejando de lado y me había dolido mucho. Ahora era yo la que tenía algo por lo que disculparse.
—Perdona, Sandra. Creo que me he pasado un poco —dije, avergonzada—. Es que no quiero que dejes de verme como tu amiga y pases a hacerlo como la novia de Urko. Recuerda que yo estaba aquí antes que él y que no le contaré nada de lo que me digas si tú no quieres.
—Lo sé, Luna. Pero es algo que todavía no os he contado y me cuesta hablar de ello.
—¿Tan grave es? —Laura no salía de su asombro— ¿Llevamos aquí un mes y todavía no nos has dicho algo así? Sabes que cuentas con nosotras para lo que sea.
—Soy una tonta, sabía que este día llegaría en algún momento y, la verdad, me alegro de que me haya sucedido aquí. Vamos a mi cuarto y os lo cuento todo.
Subimos de nuevo al cuarto. Sandra se preocupó mucho en mirar que no había nadie en el pasillo. Su abuela había salido a tomar café a casa de la vecina, pero aún así quiso comprobar que no había nadie en la casa. Cerró la puerta y nos sentamos las tres en la cama.
—¿Qué es eso que llevas todo el verano ocultándonos? —Laura fue directa al grano.
—Me cuesta mucho hablar de ello. No se lo he contado a nadie. Llevo todo el verano pensando cuál era el mejor momento para hablar de ello y parece que la hora ha llegado.
—¡Puedes empezar de una vez! —Laura no pudo esperar más— ¡Me estoy preocupando en serio!
—Laura, tienes que entender que esto no es fácil para mí. Llevo dos meses ocultando este miedo y no es fácil hablar de ello.
—Sandra, estás entre amigas, intenta contarlo de la mejor manera que puedas —intenté tranquilizarla para que pudiera contarlo de una manera sosegada—. Nosotras estamos aquí para escucharte y apoyarte— cerró los ojos y respiró profundamente antes de empezar a hablar.
—¿Os acordáis de que os he hablado de mi ex novio en varias ocasiones?
—Sí, pero no entiendo muy bien a que viene eso ahora— me sorprendió el comienzo.
—¡Él es el culpable de lo que me pasa!
—Siempre nos has hablado bien de él —Laura estaba igual de sorprendida que yo—. ¿Nos has mentido?
—Digamos que sólo os he contado todo lo bueno que me había pasado con él. Pero no todo fue tan bonito como lo he pintado.
—Explícate —le rogué con voz suave.
—Dos meses antes de venir al pueblo, las cosas no iban tan bien como durante el año. Nos habíamos empezado a distanciar, porque él solo pensaba en salir con sus amigos por las discotecas. Yo noté que algo estaba cambiando en él. Un domingo que quedamos, él venía todavía de fiesta. No había pasado ni por casa a cambiarse de ropa, ni a dormir un poco. Estaba muy alterado y comprendí lo que sucedía al mirarle a los ojos. Le pregunté qué le pasaba, qué necesidad tenía de drogarse para salir de fiesta. Se puso muy violento y empezamos a discutir. Me preguntó si iba a empezar a controlar lo que hacía, que yo sólo era su novia y no su madre. Intenté que se calmara y que entrara en razón, pero todavía se puso más violento, así que le dije que si a partir de entonces aquello sería así, mejor lo dejábamos allí mismo. Se puso a insultarme como un loco y empezamos a discutir todavía más fuerte, hasta que llegó un punto en que me levantó la mano.
—¡Te pegó! —el corazón me dio un vuelvo al escucharlo.
—No. Creo que, al final, tuvo un momento de lucidez y bajó el brazo enseguida. Yo me quedé parada sin poder articular palabra. Le miré, bajó la cabeza y me pidió perdón de todas las maneras posibles, pero eso fue la gota que colmó el vaso. Le dije que le perdonaba, pero que ya no podíamos seguir juntos. Me rogó que no lo dejara. Le miraba y me daba mucha pena. Verle drogado, arrodillado llorando y pidiéndome perdón era demasiado para mí, pero ya había tomado mi decisión de dejarle. Le dije que la relación no daba para más y que ya no le quería. Antes de que pudiera contestar salí corriendo. Estuve dos días enteros encerrada en mi cuarto llorando. Recordaba todos los buenos momentos que habíamos pasado, pero, cuando me venía a la mente su mano levantada, todo se desvanecía.
—Fuiste muy valiente, Sandra. Pero todavía no entiendo que tiene que ver eso con Urko —tuve que preguntarlo— ¿Te ha levantado la mano?
—No, Luna. Tu hermano es un amor. Nunca había conocido a un chico como Urko.
—¿Entonces? Sigo sin entender qué pasa —su relato me tenía desconcertada—. ¿Tienes miedo de que te pase lo mismo?
—Es que la historia no acaba ahí...
—¡No me digas que volviste con él! —Laura estaba igual de desconcertada que yo— Porque eso me parecería muy fuerte.
—¿Crees que soy idiota? —dijo Sandra, la voz teñida de indignación.
—No, pero algo más tuvo que pasar —Laura suavizo el tono al hablar—. ¿Qué te hizo?
—¡Lo que casi me hizo! —las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas, no era capaz de articular palabra. Laura y yo la abrazamos para animarla a que terminara de contarnos lo que había pasado— Quince días antes de venir aquí, yo había salido a tomar algo con mi amiga Mónica. Estuvimos hablando en un bar hasta tarde y se nos había hecho de noche. El bar está muy cerca de mi casa, a unos trescientos metros. Dejé a Mónica en su portal, de camino al mío, y me puse los cascos para escuchar alguna canción de las que llevaba en el móvil. Antes de llegar a mi casa, tengo que cruzar un parque pequeño que tiene poca iluminación. Los vecinos han puesto muchas quejas en el ayuntamiento para que lo solucionen, pero todavía no han hecho nada. El parque tiene varios bancos de madera y bastantes árboles, unos columpios y un tobogán para que los niños jueguen. No es que sea muy grande pero está bien. Normalmente siempre hay gente en el parque, pero esa noche no había nadie. Yo no suelo tener miedo de andar por allí, por lo que no me preocupé. Pero él estaba allí, escondido entre los árboles.
—¿Qué hiciste? ¿Te dio tiempo a salir corriendo? —la miré a los ojos y su expresión me dijo lo contrario.
—¡No, Luna! ¡No me dio tiempo a salir corriendo! Me agarró por detrás y me tapó la boca. Al principio no sabía quién era, pero me retorcí y me pude dar la vuelta. Cuando le vi el corazón se me aceleró. Estaba drogado y muy acelerado. Le empujé y me intenté escapar pero él tiene más fuerza que yo y me metió a la fuerza entre los árboles. Me dijo que yo no le podía dejar, que se estaba volviendo loco y que yo era suya.
—¿Pero qué les está pasando a los chicos de hoy en día? ¡No somos posesiones, somos personas! —Ese tipo de comentarios me sacaban de mis casillas—. Entre Raúl y tu ex, estoy empezando a pensar que los jóvenes se están volviendo locos.
—¡Te quieres callar con tus análisis, Luna? —gritó Laura—. ¿No ves que todavía no ha terminado?
—Perdón, sigue —levanté la mano y con ella me tapé la boca.
—Ya os podéis imaginar lo que intentaba. Los auriculares se me cayeron y el móvil también, porque los llevaba en la mano. Me tiró al suelo y yo intenté escaparme, pero no podía. Le rogué que me soltara, pero no atendía a razones. Me puse a llorar de la impotencia, él no hacia nada más que besarme por todas partes, me rompió los botones de la camisa que llevaba y empezó a tocarme. Me bajó el sujetador y empezó a besarme los pechos. También intentó desabrocharme el pantalón. Por suerte, llevaba uno que tiene varios cierres y le costo quitármelo. Se puso nervioso al ver que no podía y, en ese momento, no sé cómo, saqué fuerzas de la rabia y del miedo y le di un rodillazo entre las piernas. Aflojó las manos por un segundo y yo aproveché para soltarme y salir corriendo. Él no se quedo parado, sino que salió corriendo detrás de mí. Pero, por suerte, había un vecino tirando la basura y eso fue lo que me salvó. Él había visto al vecino, parece ser antes que yo, y se escapó. No pude articular palabra, sólo señalé hacia el parque, pero mi ex ya no estaba. No podía parar de llorar. ¡Intentó violarme...! Todos los días pienso que tuve suerte, pero esto me ha traumatizado en todos los aspectos.
—Eso es normal Sandra, yo no sé cómo me sentiría si me hubiera pasado lo mismo —un escalofrío recorrió mi cuerpo—. Lo que necesitas es tiempo para poder asimilarlo.
—Es muy difícil, Luna.
—Me lo imagino —Laura la agarró de la mano, para que no se sintiera sola—, pero no puedes dejar que eso te afecte para toda la vida.
—Lo sé, Laura, por eso empecé con Urko esta relación. Urko es tan dulce y tan cariñoso que no me imagino poder superar este trauma con una persona que no sea como él.
—Pero, ¿qué hiciste? ¿Lo has denunciado? —Necesitaba escuchar su respuesta—. ¿Tiene orden de alejamiento?
—Sí, lo denuncié, pero no lo han encontrado. La policía le ha dicho a mis padres que normalmente, los que cometen estas acciones por despecho, se suelen marchar largas temporadas, hasta que todo pase, y luego vuelven para pedir perdón y asumir su culpa. Sólo espero que no vuelva nunca, porque desde entonces no he salido de casa, me da miedo encontrármelo por la calle y que me pase lo mismo.
—¿Por qué no nos lo has contado antes? —Laura la miró fijamente a la cara—. Nosotras te podemos ayudar a superarlo.
—Uno de los motivos es que quería olvidarle, borrarlo de mi mente para siempre, como si nunca me hubiera sucedido algo así, aunque creo que es algo que nunca voy a poder olvidar.
—Ahora entiendo lo que te pasa con Urko —Laura me miró y yo asentí con la cabeza.
—El primer día que nos besamos fue todo perfecto. Sus besos son geniales, nunca me había besado con un chico que lo hiciera todo con tanta dulzura, como si me fuera a romper en cualquier momento.
—Pero...
—Ayer, antes del incendio, estuvimos en mi cuarto. Mientras nos besamos todo es perfecto, pero el intentó ir un poco mas allá, me vinieron a la mente todos esos recuerdos y tuve que frenarle.
—¡No me digas que se puso tonto, porque...!
—No, Luna, no tengo nada que reprocharle. Es verdad que se sorprendió, me pidió perdón y se separó de mi lado. Yo le dije que no era por él, sino por mí. Me preguntó si era mi primera vez y le dije que no. Entonces se acercó a la ventana y vio que salía humo de detrás del frontón. Bajamos corriendo y no hablamos más del tema.
—¡No esperaba menos de mi hermano! Pero no entiendo por qué está enfadado si no habéis vuelto a hablar del tema.
—Es que esta mañana ha venido a buscarme y no he querido bajar. Le he dicho a mi abuela que le dijera que me encontraba mal y que no iba a salir.
—¿Por qué has hecho eso? —Laura la recriminó.
—No sé cómo contarle lo que me pasa. Si he tardado casi un mes en contároslo a vosotras, ¿cómo se lo voy a explicar a él? —se agarró al cojín muy fuerte y se puso a llorar. Era la primera vez que veía a Sandra de esa manera, superada por la situación.
—Mira, Sandra, Urko es mi hermano y lo conozco perfectamente. Él no te va a presionar para que hagas nada que no quieras hacer. Lo que le tiene así es que no sabe qué te pasa y no sabe cómo actuar. ¿Te puedo dar un consejo?
—Por favor, Luna.
—Cuéntaselo. Él te va a entender perfectamente y va a esperar a que estés preparada. Nunca he visto a Urko tan feliz con una chica como lo está contigo. Urko te quiere y va ha hacer todo lo posible para que estés bien —la abracé intentado trasmitirle todo la tranquilidad que podía.
—Gracias chicas, necesitaba contaros todo esto, pero el simple hecho de recordarlo me pone mal.
—Tranquila, Sandra, nosotras no vamos a volver a sacar el tema. Hablaremos sobre ello solo cuando tú quieras, pero Luna tiene razón. No dejes a Urko con un sentimiento de que ha hecho algo mal contigo, porque si no vais a sufrir los dos.
—¡Tenéis razón! Antes de que todo vaya a peor, tengo que hablar con Urko.
Las tres asentimos y nos abrazamos. Nuestra amistad es tan fuerte que hasta las mayores penas, estando las tres juntas, se llevan mejor. Decidí cambiar de tema para que Sandra no se agobiara más de lo que estaba. Saqué de la mochila todo lo que había traído para preparar las actividades de las fiestas. Laura hizo lo mismo y, mientras, Sandra puso música. Me acerqué a la ventana de su habitación antes de empezar con las manualidades, para ver si Diego estaba montado la caseta. Me arrodillé en el sofá y, al asomarme, lo vi. No tenía la camiseta puesta, su cuerpo era perfecto. Él y Mario estaban moviendo una de las planchas metálicas que se usan para las casetas. La dejaron al lado de las otras y se acercó a la fuente a beber agua. No podía dejar de mirarlo. Entonces Christian se acercó a la fuente. No sé qué le dijo a Diego, pero su cara se endureció y le respondió algo. Diego estaba enfurecido y Christian se marchó riendo. ¿Qué le habría dicho para que se pusiera así? Me imaginé que sería alguno de sus viejos asuntos pendientes...
—¡Vas a dejar de mirar por la ventana y empezar con esto?
—¡Ya voy! —respondí al grito de Sandra—. ¡Cómo me gustaría tener esta ventana en mi casa! Así tendría las mejores vistas...
—Eso lo dices ahora, pero cuando empiecen las fiestas me gustaría verte aquí... ¡Tengo la música metida en la cama!
—Pero son sólo seis días, el resto del verano ves a todos los chicos de pleno...
—En eso tienes toda la razón, Laura —y las tres reímos.
Pasamos el resto de la tarde charlando y haciendo planes. Sandra nos invitó a quedarnos a dormir y nosotras pensamos que quizá aquel día necesitaba compañía. Decidimos pasar por casa a cenar y a recoger los pijamas, para volver más tarde, ver alguna película juntas y quedarnos a dormir con ella. Cuando se lo dijimos la cara de Sandra se iluminó. Se notaba que lo deseaba.
Al llegar a casa y abrir la verja, encontré otro folio verde sobre la mesa del porche. ¡Otra nota! Miré alrededor, pero no vi a nadie. No podía llevar mucho tiempo allí, o mi familia la habría encontrado. La cogí y me senté en el balancín para leerla. La misma letra que en la anterior nota, letra de mujer. Leí lo que ponía:
He empezado por la cabaña, pero el siguiente en ser destruido será Diego.
Nunca dejaré que estéis juntos.
Me quedé pensativa meciéndome en el balancín, mirando la nota y pensando quién podía ser la persona que tuviera tanto interés en separarnos. Estaba segura que era Míriam, pero Diego insistía en que no era su letra, ni ninguna que conociera. Mientras estaba inmersa en mis pensamientos, una voz me sacó de ellos.
—¿Qué hace una chica tan preciosa sentada sola y tan pensativa?
—Hola Diego, ¡pasa!
—¿No te importa que tus padres me vean aquí? —le extrañó mi actitud.
—En algún momento se tendrán que enterar —nos dimos un beso y se sentó a mi lado. Se quedó mirando el folio verde.
—¿Todavía le estás dando vueltas al asunto de la nota? —el tono en el que me lo dijo reflejaba burla, pero mi cara le dijo todo lo contrario—. ¿Qué pasa?
—Ésta no es la misma nota del otro día, es una nueva y creo que te interesa porque habla de ti —le di el folio y no tardó ni un segundo en cogerlo y leerlo—. ¿Qué opinas?
—No tengo ninguna opinión sobre esto. Me parece que todo lo de las notas es un juego al que no pienso darle ninguna importancia.
—No sé, Diego. Todo esto no me está gustando nada, lo de la cabaña es verdad, ha pasado.
—¡Lo de la cabaña es casualidad! Estate tranquila, que no me va a pasar nada.
—Yo no estaría tan seguro. Por favor, hoy ten cuidado, no sabemos quién es, ni lo que tiene en mente.
—Te prometo que voy a tener mil ojos, Luna, pero no quiero que te preocupes por este tema. De la única manera en la que puedo estar destruido, es si te pierdo y no pienso hacer nada para que eso suceda.
—¿Te puedo decir algo sin que te enfades? —lo miré riéndome, para que no se lo tomara mal.
—¡Sorpréndeme!
—Nunca pensé que serías de las personas que habla de esta manera cuando está con una chica.
—Yo tampoco —me abrazó, susurrándome al oído—, pero el amor que siento hacia ti, hace que las palabras me salgan del alma.
—¡Que sepas que no te creo, pero te ha quedado muy bonito!
Le di un beso y antes de entrar en casa le dije que tuviera cuidado. Aunque Diego no creyese en las intenciones de la persona que mandaba estas notas, a mí me tenía inquieta. La cena estaba encima de la mesa. Todos habían cenado ya. Me senté a cenar y, mientras estaba sumida en mis pensamientos, Urko se sentó frente a mí.
—¡Hola!
—¿Ya estás de mejor humor? —tenía mejor aspecto.
—Sí. ¿Dónde has estado toda la tarde?
—En casa de Sandra, preparando las actividades para las fiestas.
—¿Te ha contado algo?
—¿Sobre qué? —me hice la tonta—. ¿Ha pasado algo?
—No finjas, sé que os lo contáis todo.
—Tú y yo también nos lo contamos todo, o nos lo contábamos...
—¿Ves como habéis hablado? Cuéntame, Luna, ¡necesito saber!
—No sé de qué me estás hablando. Lo que sí te digo es que Sandra es una persona muy especial. Espero que sepas cuidarla como se merece.
—¿Lo dudas?
—Sólo te digo que tengas paciencia.
—Pero, no me puedes dejar así, Luna. ¡Explícate!
—No tengo más que decir, a buen entendedor, pocas palabras...
Cogí en plato y lo metí dentro del lavavajillas, de esta manera le di la espalda a Urko y di por terminada la conversación. No me correspondía a mí explicarle todo lo que nos había contado Sandra. Era algo demasiado íntimo como para que Urko se enterase por terceras personas. Era importante que la propia Sandra encontrase la manera de confiar en Urko y contarle lo que le había pasado para que él pudiera apoyarla. Urko se despidió pensativo. Sus amigos le estaban esperando fuera para salir de fiesta. Subí al cuarto, cogí un pijama, lo metí en una bolsa y salí corriendo de casa. Por suerte, mis padres llegaban en ese momento y pude avisarles en persona de que me iba a dormir a casa de Sandra. Mi padre puso cara de alivio. No le terminaba de convencer que saliese de fiesta, se le notaba que se quedaba más tranquilo si me quedaba en casa. Me despedí de ellos y eché a andar hacia la casa de mi amiga. Entonces noté que alguien se acercaba por detrás y, al darme la vuelta, Christian estaba justo detrás de mí.
—¿Hoy no salís, Luna? —preguntó amablemente, aunque no sonreía.
—Hola, Christian, me has asustado. No, nos quedamos en casa de Sandra.
—Qué pena, pensé que podríamos tomar algo juntos.
—Dónde has estado todos estos días, no te he visto.
—He estado muy ocupado haciendo arreglos en casa, mi madre me los había mandado desde el primer día que llegamos y después de un mes no había hecho nada.
—Bueno, me están esperando —su actitud no me hacía sentir cómoda—. ¡Pásalo bien!
—¡Tú también!
Mientras le decía adiós con la mano, me fui corriendo. Desde el día que le dije que estaba con Diego, no lo había vuelto a ver. La situación era un poco tensa, por eso decidí irme corriendo, por si se le ocurría insistir en acompañarme hasta el portal de Sandra. Lo primero que hice nada más llegar fue enseñarles el folio verde que me habían dejado en la mesa del porche. Ellas eran las únicas personas que sabían que Diego y yo nos reuníamos en la cabaña. Por suerte, ellas sí le dieron la importancia que yo también le daba.
—No entiendo cómo Diego puede pasar de todo esto... —Laura estaba tan preocupada como yo.
—Yo tampoco lo entiendo, pero cree que es un juego y que nadie le puede hacer tanto daño.
—A mí me parece que todo esto va muy en serio, mira lo que han hecho con la cabaña...
—Lo sé, Laura, pero no me quiere hacer caso. Por lo menos le he dicho que tenga cuidado. Todo esto me tiene un poco nerviosa.
—Es normal —Sandra me acarició el cabello—, pero así no ganas nada.
—Lo que más me hace comerme la cabeza es no saber a quién se le han podido ocurrir todas estas tonterías de las notitas.
—A mí se me ocurren dos personas —Laura miró a Sandra.
—Lo mismo que a mí: Míriam o Christian —las dos asintieron al oír mi contestación.
—Sí, no hay nadie más en el pueblo que se pueda beneficiar de lo que os pase.
—Yo no creo que sea Christian, le veo demasiado bueno como para hacer esto. Además, acabo de estar con él y me ha parecido que poco a poco lo va superando. Míriam, en cambio, está muy enfadada, mira todas las cosas que me dijo en el mercadillo...
—No creo que a Míriam le dé para tanto —Laura sonrió maliciosamente al decir el comentario—. El que ha amenazado varias veces a Diego es Raúl...
—Tienes razón, Laura. Me cuadra mucho más que todo esto lo esté preparando Raúl, que cualquiera de los otros dos —Sandra estaba totalmente convencida—. Sólo espero que hoy no tengan problemas con él en la discoteca.
—No sé qué decirte. Mario me ha dicho que, si se lo encuentra, no sabe si podrá aguantarse las ganas de darle una buena para que me deje en paz.
—Por cierto, Laura —la miré fijamente a los ojos—, ¿le has contado a Mario lo que sucedió la noche que desapareciste?
—Sí, el día que empezamos a salir se lo conté.
—¡Pero no todo!— no pude evitar recriminarla por ello.
—Los detalles no se los he contado, es verdad. Lo que pasa es que nunca encuentro el momento adecuado.
—Espero que el día que lo encuentres no sea demasiado tarde —miré a Sandra y me dio la razón asintiendo con la cabeza.

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Hola!!!

Qué os estás pareciendo la historia de momento? Menuda historia la de Sandra verdad?

Ya sabéis quien es la persona de las amenazas? No tardaréis mucho en averiguarlo, jaja!!

Muchas gracias por vuestros votos, espero vuestros comentarios y si os gusta la historia compartir.

Muchis besos!!

Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora