Capítulo 17 parte 2

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Bajé a toda prisa, pensando que podía habérsela dejado en el coche de David y eso nos retrasaría bastante. Me puse a buscar por todos lados una bolsa llena de pétalos de rosa. Los nervios empezaron a notarse en mi estómago, tenía tantas ganas de que todo saliera bien, que si cualquier cosa se torcía me dolería mucho, por Urko. En ese momento, llamaron a la puerta. Eran David y Diego.—¡Hola!—¡Hola, amor! —Diego entró primero y me dio un beso en los labios—. Me acabo de encontrar con David en la entrada.—Hola, Luna. Urko se ha dejado esta bolsa en mi coche —cogí la bolsa y miré dentro—. Son los pétalos.—¡Perfecto, los estábamos buscando! Entrad y ayudadnos a terminar de preparar las cosas —. subimos al cuarto de Urko. Diego y yo cogimos la bolsa de los pétalos y comenzamos a ponerlos por la cama, mientras David y Urko ponían velas por el pasillo y las escaleras.—Tú pones "Te quiero" con pétalos blancos y rojos, mientras yo hago un corazón en el medio de la cama.—¿Sabías que eres una mandona encantadora?—No, pero parece que Urko te ha convencido de ello —comenzó a caminar hacia mí con una mirada juguetona—. Diego, ni se te ocurra ponerte a jugar ahora, vamos mal de tiempo.—Un beso —puso cara de pena—. Solo uno y seguimos.No pude evitar dárselo, cuando me miraba de esa manera, hago lo que me pidiera. Cada vez que estaba con él, me sentía tranquila y querida. Estábamos abrazados besándonos, cuando Urko y David entraron en la habitación.—¡Menuda manera de ayudarme que tenéis vosotros dos! —nos separamos riendo—. tenéis toda la noche para besaros, ahora vamos a terminar.—No te pongas así, solo era un beso de buenas tardes —respondió Diego, riendo.—Ya os habéis dado uno a la entrada —intervino David, demasiado serio—. ¡Vamos, que no terminamos!No entendía esa contestación de David. Quizá, al no tener muy buena opinión sobre Diego, estaba pensando en lo mejor para mí, pero aún así, se había pasado. Entre los cuatro hicimos el corazón y un camino de pétalos por el medio del pasillo, dejando las velas a los lados, hasta la entrada de casa. De esta manera, se había formado un camino desde la entrada de casa, hasta el cuarto de Urko. Nos dieron las ocho de la tarde cuando terminamos de prepararlo todo. Lo único que quedaba por hacer era la cena. Urko iba a preparar ensalada y solomillo a la pimienta. Es un cocinero muy bueno, siempre le ha interesado mucho la cocina. Cuando mi madre cocina, Urko siempre está cerca, ayudando y aprendiendo. En eso es mucho más manitas que yo, que, aunque sé cocinar, no soy tan buena.—Nosotros nos vamos —dije, para despedirnos antes de que Sandra llegara y nos pillase allí—. ¡Qué no se te olvide subir las fresas al cuarto!—Sí, no te preocupes, Luna.—A ella le gustan troceadas y con azúcar espolvoreado por encima —le recordé, mientras cogía la mochila con mis cosas.—Luna, ya se lo has dicho. ¡Vamos! No lo pongas más nervioso—. Diego me empujó hacia la entrada —me acerqué hasta Urko, le abracé y le deseé mucha suerte.—La música, no te olvides de poner música.—¡Sí, pequeña! No te preocupes, que tengo tiempo de revisarlo todo.—Solo quiero que todo salga bien —Diego me cogió de la mano y comenzó a arrastrarme hacia la puerta de casa de nuevo—. ¡Echa perfume en la cama, lo tienes en el cuarto de nuestros padres!—¡Adiós!Finalmente salimos los tres de la casa. Diego me pasó el brazo por encima de los hombros, nos despedimos de David y nos dirigimos a casa de Laura.—Espero que Sandra no se adelante, siempre suele venir un poco antes.—No te preocupes por nada, todo ha quedado muy bien. Sandra se va a sorprender mucho, con todo lo que hemos preparado.—¿Cómo es que has decidido venir a casa?—Me dirigía a casa de Laura, cuando he visto que David iba para la tuya y he decidido ir con él.—¿Otra vez esos celos?—No, aunque la verdad, me molesta la manera en que se dirige a nosotros, parece que no le gusta nuestra relación.—Me ve como una hermana, solo quiere protegerme —le contesté, aunque en realidad, opinaba que tenía mucha razón.—Yo tengo otra sensación. Su novia, María, es prima de Míriam. Me parece que está influenciado por ella.—No sabía eso —dije, recapacitando—, pero aún así, no te preocupes, no voy a cambiar de idea por su culpa... —me dio un beso en la mejilla, con una sensación de alivio.Llegamos a casa de Laura y fue Mario quien nos abrió.—Hola, chicos.—Hola —le saludé.—¿Ya está todo listo para la noche romántica? —preguntó con entusiasmo.—¡Sí! Espero que todo le salga bien.—No te preocupes cariño, nada puede salir mal.Miré a Diego y asentí con la cabeza. La confianza con la que decía cada frase me tranquilizaba. Me acerqué a la cocina, donde Laura preparaba la cena, pizzas precocinadas. Los chicos se fueron hasta la sala. Pensé, divertida, que Mario se estaba recuperando muy bien con las atenciones de Laura.—¿Cómo ha quedado todo en tu casa?—Ya está todo preparado, Urko estaba haciendo la cena.—Sandra se va a llevar una gran sorpresa, ni en sus mejores sueños... —.dijo Laura.—¡Eso espero! Urko se lo está currando, como ella quería. Una noche romántica con él para perdonarlo.—Hasta mañana no sabremos nada.Nos reímos maliciosamente. Estábamos nerviosas, pensando que algo estaba ocurriendo en mi casa, pero no teníamos forma de averiguar cómo iba. Nos hubiera gustado tener un pequeño agujero desde la sala de casa de Laura hasta la mía, para poder ver lo que pasaba. Las pizzas terminaron de hacerse mientras hablábamos. Las pusimos en unos platos y las llevamos a la sala. Yo volví a la cocina para coger la bebida y los vasos. Diego se acercó hasta donde yo estaba, para ayudarme. Le di los platos pequeños y los vasos, abrí la nevera y cogí los refrescos. Al pasar por detrás de mí, con su mano rozó mi culo. Sabía que lo había hecho a propósito porque, al mirarlo, sonrió. Añoraba sus caricias y abrazos. Por fin, aquella noche, la íbamos a pasar juntos. Dormir escuchando los latidos de su corazón era lo que más deseaba en ese momento. Volvimos los dos a la sala, esperando que el tiempo pasara rápido para irnos a la cama. Entre conversaciones y risas, terminamos de cenar. Sin recoger nada, nos pusimos a ver la tele, en silencio. Mario y Laura estaban sentados en un sofá, y Diego y yo en otro.Estábamos viendo una película cualquiera, en la tele. Yo me encogí en los brazos de Diego y él me abrazó muy dulcemente. Solo eran las diez y media. Sandra no había llamado ni había intentado comunicarse con nosotras, aunque fuera para chillarnos, de modo que supuse que todo iba bien. Los ojos empezaban a pesar y las caricias de Diego sobre mi brazo ayudaban a que me encontrara cada vez más adormilada.—¿Les estará yendo bien? —Laura rompió el silencio con su pregunta.—Ahora mismo estaba pensando lo mismo —Laura y yo nos miramos, sonriendo—. Muy mal lo tiene que hacer Urko para que no sea una noche perfecta.—Me parece increíble cómo sois las mujeres —dijo Diego—. Os encanta todo lo relacionado en el romanticismo.—Pienso igual que tú —añadió Mario.—Hasta que no os hacemos una declaración de amor espectacular, no sois capaces de perdonarnos —Mario asintió al escuchar el comentario de Diego.—Sólo tienes que pensar en la recompensa que después tiene todo vuestro esfuerzo —sonreí a Diego, con complicidad.—¡Esta mujer tiene respuestas para todo! —Mario no pudo evitar el comentario—. Ten cuidado amigo, que me parece que te va a llevar por mal camino.—¡Cualquiera diría que soy una bruja!—Eres mi bruja encantadora —dijo Diego, tratando de evitar que me enfadase con él.—¡Ves, Laura! —saltó Mario, con aspecto de divertirse mucho—, lo que yo te digo. En todos los años que conozco a Diego, nunca le he oído semejantes cursiladas. En cambio ahora, no hace otra cosa.—Hay una frase que dice: "Hombre enamorado, hombre perdido". Pues eso es lo que le pasa a tu amigo —. Mario se rió del comentario de Laura.Diego refunfuñó en su asiento y no quiso seguir la conversación. Esto es a lo que se refería al decirme que no quería que nadie se enterara de cuánto me quería, porque eso lo haría vulnerable ante los demás. Acto seguido, le preguntó a Laura cuando venían sus padres. Naturalmente, Laura y Mario se dieron cuenta de lo incómodo que le hacía sentir ese tema y le siguieron la conversación. La película terminó y decidimos irnos a la cama. Era la una de la mañana y ya no teníamos mucho más que decirnos.—Bueno chicos, nosotros nos vamos a la cama —se despidió Laura.—Nosotros también. Pero, ¿dónde? —le pregunté.—Vosotros id a la habitación de huéspedes, la que está enfrente de la cocina, al lado del baño.—¡Perfecto! Mañana nos vemos —Diego hizo el amago de levantarse.—Tiene cama de matrimonio —Laura miró a Mario y comenzaron a reírse—. Ya que vosotros no lo preguntáis, os lo digo yo.—¡Gracias por el dato, Laura! —contestó Diego, totalmente ruborizado.Le eché una mirada asesina. Laura es genial, pero tiene esas salidas de tono que me avergüenzan mucho. Diego se levantó del sofá y me agarró de la mano para que lo siguiera. Evidentemente, yo no dudé. Me despedí de los otros tortolitos con la mano y seguí a Diego hasta el dormitorio. Abrió la puerta y me dejó pasar a mi primero. En la habitación había una cama de matrimonio con dos mesitas a los lados. En el lado izquierdo, una ventana con persianas de madera que le daba calidez a la habitación. Las paredes eran de piedra antigua. Diego cerró la puerta y me giré para mirarlo. Fue a encender la luz, pero le agarré la mano, para que no lo hiciera.—No la enciendas, por favor —me miró extrañado, pero a la vez sonrió—. La luz de la luna se filtra por las persianas y es muy romántico.—¿Te da vergüenza que te vea? —me acarició la cara, mientras me miraba tiernamente—. Sabes que me encantas.—No es eso, es que este ambiente me hace sentir muy a gusto. Quiero sentir tu piel en las yemas de los dedos, cada curva, cada músculo, para poder recordar cómo es tu tacto cuando no estés a mi lado.—Siempre voy a estar a tu lado.—Lo sé, pero insisto en que dejes la luz como está.Asintió con la cabeza, me acarició la cara con sus manos y me besó de una manera muy tierna. Fuimos desnudándonos el uno al otro con mucha lentitud. Yo trataba de demorarme acariciando cada uno de sus músculos, mientras el recorría mi espalda con las puntas de los dedos. Diego comenzó a caminar hacia la cama sin soltarme, hasta que noté que tocaba el borde de la cama con las piernas. Nos tumbamos con cuidado y seguimos besándonos y acariciándonos mucho rato. Hicimos otras cosas y, en aquella ocasión, no se nos olvidó usar protección. Con un sólo susto ya era suficiente, no queríamos tentar más la suerte.Algo después, mientras permanecíamos tumbados uno junto al otro, empezamos a hablar.—Nunca había sentido por nadie lo que siento cuando estoy contigo... —me dijo él.—Yo tampoco, pero eso no es muy difícil, puesto que no te puedo comparar...—No puedes, ¡ni podrás!—¿Primero y último? —bromeé, aunque la perspectiva de seguir con él para siempre me resultaba de lo más atractiva.—¡Por supuesto!Nos reímos al unísono. Ni se me había ocurrido la idea de estar con alguien que no fuera él, por supuesto. Él era lo que yo había soñado toda mi vida y, ahora que lo tenía, no quería perderlo por nada. Además, estaba segura de que él opinaba lo mismo, porque me había demostrado muchas veces que me quería y le importaba. Eso me hacía la persona más feliz del mundo. Los dos desnudos, nos abrazamos y puse mi cabeza encima de su pecho, para escuchar mi nana favorita y poder dormir. Diego me besó en la cabeza y nos quedamos dormidos.A media noche, una pesadilla me despertó. ¡Nupara se estaba quemando! Me senté en la cama desesperada. Miré a mi alrededor y me costó un rato ubicarme. Diego me acarició la espalda, tranquilizándome.—¿Una pesadilla?—Sí, ¡ha sido horrible!—¿Qué soñabas?—¡Nupara se quemaba! Ni mis amigas ni yo podíamos hacer nada...—¿Tan importante es ese lugar para ti? —preguntó, preocupado por mi agitación.—Más de lo que imaginas —le expliqué, en pocas palabras, la tranquilidad que me hacía sentir ese lugar y lo especial que era para nosotras, ya que era nuestro lugar de confidencias.—¿En ese lugar os lo contáis todo?—Sí pero, sobre todo, cuando tenemos un gran problema o una gran noticia, es el lugar al que vamos —me tumbé de nuevo a su lado—. No me puedo imaginar venir al pueblo y no ir a Nupara.—¿Algún día me lo enseñarás?—Lo siento, pero eso no puede ser. Ni siquiera Urko sabe dónde está —dije, y luego recordé el día que Diego estuvo en el río—. ¿Te puedo pedir un favor?—Claro.—Te pido que no me sigas hasta Nupara, como hiciste en el río. Sería el único motivo por el que terminaría contigo.—¿Me estás diciendo que Nupara es más importante que yo? —dijo, sorprendido y un poco molesto.—No quiero que me malinterpretes. Tú eres, en este momento, la persona más importante de mi vida. Pero Nupara es mi lugar preferido en el mundo y lo es, porque es un secreto.Diego entendió perfectamente lo que le expliqué, no hicieron falta más palabras para que supiera lo importante que era para mí. Me abrazó muy fuerte, para que yo sintiera todo su apoyo. Con la tranquilidad que me transmitió, me volví a quedar dormida.Un ruido en la puerta me hizo despertar sobresaltada.—¡Vamos, chicos! ¡Ya es muy tarde y una historia de amor nos espera en tu casa, Luna!—¡Ya vamos, Laura! —Diego y yo nos miramos y comenzamos a reírnos. Podía ser que Laura no hubiera pegado ojo en toda la noche pensando en la historia de Urko y Sandra, ella es así. Yo la adoro, pero es una cotilla incurable. Le encanta saberlo todo, de primera mano y cuanto antes. Me levanté de la cama, pero Diego me cogió de la cintura y me volvió a tirar sobre ella.—¡Tú no te escapas!—¡Diego, nos están esperando!—¡Que esperen! No te mueves de aquí hasta que no me des mi beso de buenos días.—¿Sabías que eres el novio perfecto? —dije, pensando en su amabilidad y en sus constantes muestras de cariño.—Eso espero, así nunca querrás separarte de mí.Intenté escapar de su abrazo, pero me tenía cogida con fuerza. Lo único que se me ocurrió entonces fue besarlo apasionadamente. Se dejó llevar por el beso y aflojó su abrazo, momento que yo aproveché para escabullirme y levantarme rápidamente.—¡Vamos, que nos están esperando!—¡Tramposa! —asentí con la cabeza mientras me ponía la ropa. Él también se levantó y se vistió en un momento. Luego, salimos de la habitación.—¡Buenos días! —saludó Mario.—¡Buenos días para todos! —dijo Diego, imitando la voz de un presentador de radio.—¡Muy contento te has levando, Diego!—Lo mismo digo, Mario. Será que los dos hemos pasado una buena noche... —se rieron como niños.—¡Será eso!Le di un pequeño codazo a Diego en el estómago, para que no siguiera con esa conversación. No entendía cómo eran capaces de bromear sobre aquello delante de sus novias. Nosotras, en ese aspecto, somos un poco más discretas.—El café esta hecho, desayunad lo que queráis y vamos a tu casa —dijo Laura, impaciente.—¡No sé qué prisa tienes! —dijo Mario. Laura es tan impaciente que, en ocasiones, se vuelve impertinente—. ¡Deja que desayunen tranquilos!—Vamos Mario, ¿qué te cuesta complacerme?—Enseguida terminamos —dije, para que se tranquilizara—. Yo también quiero ir a casa, para ver cuánto hay que limpiar exactamente. Mis padres llegan el viernes por la tarde.—¡No me habías dicho nada! —dijo Diego, como si acabara de recibir una noticia terrible.—No hemos tenido tiempo de hablar sobre ello. Vienen el viernes y se quedan los quince días que faltan para que terminen las vacaciones.Me quedé mirando a Diego, que se había puesto triste. Los últimos días que habíamos pasado juntos en mi casa habían sido muy bonitos, pero yo ya sabía que mis padres volverían antes o después. Él, por lo visto, ni siquiera lo había pensado.Tomamos el café, recogimos la cocina de Laura y nos fuimos a mi casa. Sentía ciertos nervios en el estómago, impaciencia por saber cómo habrían ido las cosas. Caminamos lentamente, como si no quisiéramos sorprenderlos en medio de algo importante. Yo sabía, en el fondo, que todo había ido bien, pero no me imaginaba exactamente cómo habría ido la noche. Quizá aún estuvieran durmiendo.Cuando atravesamos la puerta de nuestra verja y avanzamos hacia el porche de la casa, el corazón se me paró de repente. Un folio verde descansaba amenazadoramente sobre la mesa. Me paré en seco, sin poder dar un paso más.—¡Luna! ¿Qué haces? —preguntó Laura al ver que me detenía—. ¿Qué te pasa?—¡Es otro anónimo! —alcancé a decir, señalando la mesa con un dedo tembloroso.Me acerqué al fin y cogí rápidamente el papel, antes de que Diego se me adelantase. Quería saber qué ponía en aquella ocasión. Los demás, preocupados, se arremolinaron a mi alrededor, leyendo sobre mi hombro.                                                 Sufrirás y me recordarás por siempre.

Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora