Capítulo 15 parte 2

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Prefería que los chicos se quedaran dentro, hablando de lo sucedido. No quería escuchar nada más que lo que me había contado Diego. Luego, en casa, me lo contaría todo con tranquilidad. Sandra llamó al taxista y, en menos de cinco minutos, estaba en la puerta del centro de salud. Los primeros en irse fueron Laura y Mario, con dos amigos. Diego quería ir con ellos, pero yo preferí quedarme a esperar al siguiente, para poder ir con Sandra. No me parecía bien dejarla sola con los amigos de Diego, ya que no los conocía apenas. Nos montamos en el último taxi y, de camino a casa, le confesé a mi amiga que no podría ocultarle su regreso a mi hermano por más tiempo.—Lo entiendo, Luna.—Es que, si se entera por otro, se va a enfadar mucho conmigo.—No te preocupes —. miró, a Diego y al ver que él miraba hacia otro lado, me guiñó un ojo—. Como venga a mi casa, no le pienso abrir la puerta.—¡Sandra, habla con él y entenderás lo que pasó! —intervino entonces Diego, respondiendo a la provocación de Sandra.—No me intentes convencer Diego, no quiero saber nada de él —no sé cómo fue capaz de decirlo sin reírse.—¡Cómo se nota que eres amiga de Luna! ¡Igual de cabezotas las dos! —le di un pequeño codazo por el comentario, porque aún no me había hecho a la idea de su fractura en las costillas—. ¡Au! ¡No te parece suficiente con lo que tengo!—¡Perdona! —dije, poniendo cara de que lo sentía mucho.—Si —dijo Sandra—, soy amiga de Luna y no quieras saber lo que pienso de ti, mejor dejemos el tema.El comentario no le sentó nada bien a Diego. Por suerte el taxi se paró en la puerta de Sandra y la conversación se terminó. Nos abrazamos y quedamos para ir a casa de Laura al día siguiente, a ver como se encontraba Mario. No dudamos, ni por un segundo, que se habría quedado a dormir en su casa. Sandra se despidió de Diego amablemente, pero Diego solo levantó la cabeza a modo de despedida, seguía molesto por el comentario anterior. No pude evitar reírme y Diego se molestó todavía más por mi reacción. Si él supiera que Sandra y Laura me habían insistido más que nadie para que volviera con él, no le habría sentado tan mal el comentario que le había hecho Sandra. El taxista siguió el recorrido hasta mi casa. Diego pagó el taxi y, mientras, yo me bajé para ir corriendo hasta su puerta y ayudarle. Sabía que tenía un golpe muy fuerte en las costillas e iba a hacer todo lo posible para que no se hiciera más daño.Diego se apoyó en mí y entramos en casa. Urko estaba sentado en el sofá, con una herida en el labio. Solté a Diego y fui corriendo hasta él.—¿Qué tal estas, te duele algo? —le agarré de la cabeza para poder mirar bien la herida de la boca, no sabía si podía tener algo más—. ¿Quieres que vayamos al centro de salud para que te miren?—No, Luna, estoy bien. Es una pequeña herida.—¡Ya veo que, si está tu hermano, te olvidas de mí! —bromeó Diego.—Diego, su hermano tiene preferencia ante el novio —Urko miró a Diego sonriendo. Cuando quería, era un provocador—. La familia es lo más importante.—¡Me doy cuenta!—No digáis tonterías y contadme de una vez cómo ha pasado todo —me senté al lado de Diego en el sofá y Urko comenzó a contar todo lo sucedido aquella noche.—Nosotros llegamos a la discoteca algo tarde y todo el mundo estaba ya allí. Nos acercamos a la barra a pedir y vimos a Raúl hablando con Christian. Según parece, se han hecho muy amigos. En fiestas también los vi juntos.—Yo también —confirmé—, pero Christian me dijo que se acababan de conocer... —no quería que la conversación se centrase en eso—. Sigue, por favor.—No le dimos más importancia, cogimos la consumición que nos habían servido y nos fuimos con el resto del grupo. Nosotros, como siempre, estábamos al lado de la entrada de los servicios.—¡Me estás poniendo nerviosa, al grano!—¿No querías saberlo todo? Pues en eso estoy —Diego sonrió al ver mi impaciencia.—Raúl y Christian entraron en el baño y, cuando salieron de allí, se acercaron a Mario.—¿Los dos? No entiendo qué tiene que ver Christian en todo esto.—Más de lo que piensas, Luna —miré a Urko, extrañada—. Sabes que siempre he defendido a Christian. Incluso, cuando lo dejaste con Diego, te dije que lo intentaras con él. De lo cual me arrepiento muchísimo —añadió, dirigiéndose a Diego, que asintió con la cabeza en señal de agradecimiento—. El caso es que Raúl se acercó a Mario y empezó a provocarlo, preguntándole qué tal se sentía al salir con una chica que estaba embarazada de otro. Mario comenzó a reír y le dijo que no se enteraba de nada, que la prueba de embarazo había dado negativa.—Uf —resoplé sin querer. El pensar en embarazos me ponía nerviosa. Pero ellos no se dieron cuenta y Diego siguió explicando lo sucedido.—El comentario le sentó tan mal a Raúl que le lanzó un puñetazo a Mario. Yo me puse en medio para separarles, momento que Christian aprovechó para ayudar a Raúl y pegarme un puñetazo.—¿Christian? —me sorprendí—. Si el pobre es más bueno que el pan...—¡No empieces, Luna —dijo Diego, alterado—, no me toques ese tema, que no tengo ganas de discutir contigo!—Está bien —preferí callarme.—Estaba claro que él y yo terminaríamos peleándonos, pero yo traté de hacerle entender que aquel no era el mejor momento. No quiso escucharme, siguió atacando, gritándome que tú eras suya y que no iba a permitir que estuvieras conmigo. Que yo no te quería como él. Me ha dicho que, sea como sea, tú vas a ser suya y nadie lo va a poder impedir.—¡Vamos, que te tenía ganas! —le interrumpí.—Sí —continuó—. El tema se estaba poniendo feo, los dos grupos estábamos involucrados, todos pegándonos con todos. Entonces Raúl se acercó y se llevó a Christian de allí. Miré alrededor y vi a Mario en el suelo, sangrando. Avisé a Urko y salió corriendo, junto con varios amigos, para detener a Raúl hasta que llegara la policía. Mientras, uno de los camareros llamó a la ambulancia. Lo demás ya lo sabes.—¿Y Christian? —pregunté, preocupada.—Cuando salí, Christian no estaba por ningún lado —Urko estaba pensativo.—¿Han detenido a Raúl? —preguntó Diego, que no sabía el final de la historia porque se había ido con Mario en la ambulancia.—Sí. cuando llegó la policía, puse la denuncia y se lo llevaron a comisaría. Menos mal que éramos muchos, porque si no, no habría sido capaz de retenerlo yo solo. No sé lo que pasará con él... —Urko se veía afectado por la situación.—Espero que, por lo menos, no vuelva por aquí —dije, resignada.—¡De eso estate segura, porque si no...!—¡Nada, Urko, nada! —le grité. No me gustaba que su solución siguiera siendo otra pelea, después de lo que había ocurrido con Mario.—Y tú, ¿cómo te has enterado? —preguntó entonces Urko. Ahora me tocaba a mí dar explicaciones.—Estábamos en casa de Sandra... —dije, sin pensar.—¡Sandra! —Urko se levantó del sofá de un salto—. ¡Sandra está en el pueblo!—Sí —reconocí—. Ha llegado esta noche, pero quería estar a solas con nosotras, me pidió que no te dijera nada.—¡Hermanas para esto! —Urko me miró, decepcionado—. Me voy a buscarla, tengo que explicarle muchas cosas.—Está en su casa, aunque veo difícil que te quiera escuchar —intervino Diego, ayudando a Sandra con su plan, sin saberlo.Urko hizo caso omiso a lo que le dijo Diego y salió corriendo, directo a casa de Sandra. Sabía que, en cuanto la nombrara, saldría corriendo detrás de ella. Miré a Diego y comencé a reírme, lo cual no le pareció nada bien.—¡No sé de qué te ríes, lo está pasando mal!—Sé que lo está pasando mal, pero si supieras cómo ha tratado a muchas de las chicas con las que ha estado, te reirías igual que yo. Nunca me imaginé que saldría corriendo de esa manera detrás de una de mis amigas.—Un hombre enamorado es capaz de cualquier cosa —dijo Diego, en tono dramático—. Si no, mírame a mí. Si me dices hace unos años, bueno, al comienzo del verano, que entraría en casa de la chica que amo, para llenar el techo de su cuarto de estrellas... habría estado tres días riéndome.—Si soy culpable de enseñarte a conocer tu lado romántico, no me importa que me reproches todo lo que quieras.—Lo único que te puedo reprochar es que me tienes loco de amor. Y esta sensación me encanta.—No puede haber nada que nos separe, así que acostúmbrate a ella.—Encantado... —me abrazó y besó suavemente—. Estoy un poco cansado, ¿podemos ir al cuarto?Eso me recordó que teníamos que hablar. Nos levantamos y subimos a mi habitación. Le ayudé a quitarse la camiseta y a tumbarse en la cama. En el lado izquierdo de las costillas tenía un moratón bastante grande. Me impresionó ver un golpe tan fuerte en su perfecto cuerpo. Me senté a su lado y le agarré de la mano.—¿Qué pasa, Luna? —preguntó, al ver mi cara de preocupación.—Antes, en el centro de salud, cuando te he dicho que teníamos que hablar y que no tenía importancia —agaché la cabeza—, te he mentido.—¿Qué quieres decir? —se incorporó, apoyando la espada en el cabecero de la cama y quejándose por el dolor—. ¡Explícate!—No ha sido una buena idea estar juntos... —empecé a decir, pero ni siquiera me dejó llegar a la parte de los preservativos.—¡Te arrepientes de esto! —de pronto, parecía desesperado—. ¡No, Luna, por favor, no me digas eso! ¡No puedo vivir sin ti!—Diego, por favor, contrólate. No es nada de eso —respiró hondo—. Me refería a que no te has parado a pensar que, las dos veces que hemos estado juntos, no hemos usado protección —empezó a mover los ojos hacia los lados, mientras pensaba en cada uno de nuestros encuentros. Le miré fijamente y, al encontrarse con mis ojos, comenzó a poner cara de sorpresa—. ¿Te das cuenta?—Sí, nunca me había pasado. No entiendo cómo me ha podido pasar, siempre he tenido mucha precaución.—¿Cómo no te diste cuenta entonces?—Tenía tantas ganas de estar contigo, que perdí la razón. La desesperación porque me perdonaras y las ganas de sentirte, me hicieron olvidar ponerme el preservativo.—A mí me pasó lo mismo, creo. Así que ahora tendremos que esperar a que me baje la regla, si no...—Puedo decirte desde ahora mismo que, si me dijeras que estás embarazada, me harías un hombre muy feliz —no podía creer que hubiera dicho aquello, en serio—. No es que lo estuviera pensando, no es que ahora sea el momento pero, si al final estás embarazada, me alegraría mucho.—No digas eso —respondí, tratando de inculcar un poco de sentido común en mi sorprendente novio—, soy muy joven para ser madre.—Es verdad, pero sería la excusa perfecta para estar unidos para siempre.—No se puede estar unidos para siempre por una excusa... —dije, pensando más bien en que la razón para estar junto a una persona por el resto de tu vida debería ser el amor—. En fin, no hablemos más del tema. Lo único que podemos hacer es esperar y no volver a meter la pata. Vamos a descansar.Nos tumbamos uno al lado del otro. Apagué la luz del cuarto y me abracé a él fuerte, dejando que notara el miedo que tenía a quedarme embarazada. Diego me abrazó igual de fuerte y comenzó a acariciarme la espalda para que me relajara. Le miré a los ojos y, al verlos llenos de dulzura, me acerqué a sus labios para poder besarlos. Él gimió de dolor, pero no dejó de besarme. Yo, en cambio, me separé.—Perdona, no me he dado cuenta.—Es el dolor más dulce que he sentido nunca, no dejes de besarme, por favor.—Está bien, pero esta noche, si no te molesta demasiado, me gustaría simplemente dormirme abrazada a ti.—Lo que me pidas, mi dulce.El que me hablara de aquella forma tan suave contribuyó a calmar mis nervios. Volví a besarlo, demostrándole todo mi amor, y luego apoyé la cabeza en su pecho y me quedé dormida, escuchando el latido de su corazón y su respiración pausada que, para mí, eran la mejor de las canciones de cuna.

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Hola, hoy es un nuevo día y ya está aquí el  nuevo capítulo, espero que os guste.

Besakos.

Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora