Capítulo 16 parte 1

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Me despertó la imagen de un niño jugando con su madre y su padre. No vi con nitidez la cara de ninguno de los tres pero, al despertar, el corazón me latía muy rápido. Busqué a Diego en la cama para poder abrazarme a él y que calmara mi angustia, pero no estaba. Miré a mi alrededor y encontré la camiseta que la noche anterior le había quitado para dormir. ¡Estaba en casa! El saber que seguía en casa me tranquilizó. Tenía, no sé por qué, la sensación de temor de que pudiera irse y no volver a verlo, así como de que otras personas pudieran hacer que aquella relación que me hacía tan feliz se terminara. Una vez que mi corazón recuperó el ritmo normal de sus latidos, me levanté y fui al baño para poder asearme un poco y bajar a la sala. Allí, sin duda, estarían Diego y Urko, probablemente hablando de Sandra. Al mirarme al espejo, encontré la felicidad reflejada en mi cara. Acaricié mis labios, tan intensamente besados por Diego, solo por él, y sonreí al pensar en la noche anterior. Después de eso, bajé al salón.Abrí la puerta del cuarto y el aroma a café impregnaba ambiente. Bajé corriendo las escaleras y Diego estaba en la cocina, de espaldas a mí, untando una tostada. Miré hacia los sofás y Urko no estaba. Me acerqué a Diego y, sin decir una palabra, comencé a darle pequeños besos en la espalda desnuda.—Buenos días.—Buenos días, mi dulce.—¡Qué bien huele a café!—¡Me has arruinado la sorpresa! Había pensado en llevarte el desayuno a la cama, despertarte y quedarnos los dos juntos desayunando arriba.—¡No hay problema! —le besé de nuevo la espalda y sonreí—. Subo arriba, me hago la dormida y te espero.—¡Ya no tiene gracia! Otro día me saldrá mejor...—Está bien, otro día será —me resigné, habría sido una sorpresa espectacular—. ¿Urko no ha bajado todavía?—Sí, pero se ha marchado —seguí dando besos a Diego en la espalda mientras terminaba de preparar el desayuno y hablábamos—. Ayer no pudo hablar con Sandra, no le quiso abrir la puerta.—Era ya muy tarde. Espero que no montara un escándalo llamando al timbre. Si no, a la abuela de Sandra le daría un infarto —la ocurrencia me divirtió, aunque no era gracioso, la pobre señora era un encanto.—En vez de llamar a la puerta, la estuvo llamando desde el parque y tirando piedras a la ventana para que bajara a hablar con él, pero hizo caso omiso a su petición y él volvió a casa.No pude evitar reírme, Sandra iba a hacer sufrir a Urko pero ¿cuánto aguantaría haciéndose la dura? Estaba segura de que Urko iba a hacer lo imposible por recuperarla. Quizá le ayudara a reconquistarla, para que su reconciliación fuese tan especial como la nuestra. Diego terminó de preparar el desayuno y yo, mientras tanto, seguía acariciándolo y besando su espalda. Él giró muy rápido, agarró mis muñecas y las sujeto detrás de mí.—Como me sigas provocando, en vez de desayunar café con tostadas, te voy a desayunar a ti.—¡Hum! El desayuno perfecto...—No sigas, o la mesa será testigo de lo que acabo de decir.—No me importa que cada mueble de esta casa sea testigo de todo lo que te amo— dije, siguiéndole el juego.—¿Ves? Con tus provocaciones haces que me olvide hasta de tomar precauciones.—Estoy segura de que, a partir de ahora, no se te vuelve a olvidar.—Estate segura de ello, pero la protección está en tu cuarto. ¿Quieres acompañarme allí?—Tienes el cuerpo dolorido, no creo que sea lo mejor para ti —me acerqué hasta su boca y le mordí el labio muy sensualmente—. Mejor lo dejamos para cuando te encuentres mejor.—Para ser la primera vez que estás con alguien, sabes cómo hacerte desear —me soltó las manos. Agarró mi cintura y me pegó a su pecho. Levanté los brazos y, con mis manos, empecé a acariciar su cabeza.—No sé qué le has hecho a mi mundo, pero te puedo asegurar que ahora, tu eres lo único que hay en él.—¡Dulce! —dijo él, refiriéndose a mí por aquel apelativo que había empezado a usar habitualmente.Lo bese apasionadamente y él comenzó a acariciar mi espalda. Poco a poco, bajó sus manos y me acarició suavemente el trasero. Por un segundo, me avergonzó el hecho de que tocara algo tan grande como mi culo. Cada vez me avergonzaba menos que me viera desnuda o que me tocara pero, de vez en cuando, los complejos volvían a aparecer. Sabía que tenía que quitarme todo aquello de la cabeza, que él me quería tal y como era y me hacía sentir muy especial, pero seguía teniendo miedo. Traté de olvidarme de todo y dejarme llevar por sus besos y sus caricias, como siempre que lo tenía tan cerca. Pero entonces escuché cómo la puerta del porche se cerraba muy bruscamente. Me separé de Diego, pensando que Urko entraría por la puerta en cualquier momento y no queriendo que volviera a encontrarme en una situación embarazosa con Diego. Creyendo que era un juego, Diego se río de manera maliciosa y volvió a cogerme de la cintura, pero yo me solté y fui a uno de los armarios de la cocina, donde estaban las tazas de café. Diego me siguió pero, al oír a Urko entrando en casa, se dio media vuelta, directo a la cafetera. Nos miramos y no pudimos evitar sonreír. Urko, en cambio, no estaba tan contento como nosotros. Entró hecho una furia, jurando en todos los idiomas que existen, y se sentó en el sofá.—Sandra no quiere hablar contigo, ¿verdad?—No, Diego. No me quiere escuchar —Urko se agarró la cabeza con las manos, mientras miraba al suelo—. La he llamado y me ha abierto la puerta, pero me ha dicho que todavía no quiere saber nada, que le dé tiempo.—Por propia experiencia, te digo que no la agobies, es mucho peor —comentó Diego, mirándome.—Urko, tienes que tener paciencia, piensa cómo reaccionarias tú si hubiera sido al revés —traté de hacerle entender.—¡Luna, me tienes que ayudar! Tú estuviste ayer con ella, ¡algo te habrá dicho! —suplicó—. ¿Dónde ha estado? Yo creo que ha estado con otro, que ya me ha olvidado...—¡Urko, para! —fui hasta el sofá donde estaba sentado, me arrodillé delante de él, le quité las manos de la cabeza e hice que me mirara a los ojos—. No alimentes más tu desesperación. Estoy segura de que no ha dejado de quererte. Espera que ella decida cuándo te dará otra oportunidad. Mientras, piensa en cómo puedes conquistarla de nuevo.—¡Su mirada ha hablado y sé que algo pasa! ¡Cuéntamelo, por favor!—Yo no sé nada, pero haré todo lo que esté en mi mano para ayudarte. Pensaré en algo, pero ahora voy a ducharme.Miré a Diego y le hice un gesto para que se quedara con Urko. Él hizo una mueca de tristeza, indicando que preferiría venir a la ducha conmigo. Gesticulé un "por favor" con los labios y le guiñé un ojo. Él asintió con la cabeza y yo me dirigí al dormitorio a darme una ducha. Habíamos quedado en pasar por casa de Laura, para saber cómo se encontraba Mario. Mientras subía por las escaleras, vi como Diego se sentaba al lado de Urko y le hablaba bajito. Diego sabía muy bien cómo reconquistar a una persona, por lo que los consejos que le diera, serían buenos.Entré en el dormitorio y cerré la puerta. Encendí el radio CD y Encrucijados comenzó a sonar muy bajito. Subí el volumen, para poder escucharlo desde la ducha. Vi la camiseta de Diego sobre la cama, la cogí, me senté, y comencé a olerla. Olía a él. Olía tan bien que quisiera que todo lo que había en mi cuarto oliese igual. La doblé, la dejé sobre la cama y, sin parar de cantar, me metí en la ducha. No cerré la puerta del baño; aquella vez, si Diego quería entrar, no habría problema. No había nada que no hubiera visto antes. Me solté la coleta que llevaba en el pelo y encendí el grifo de la ducha, para que se calentara el agua antes de entrar. Mientras tanto, me desnudé, cantando de alegría. Luego, entré en la ducha y cerré la mampara de cristal. Después de jabonarme el cuerpo y ponerme champú en el pelo, me enjuagué bajo el agua caliente y, al mirar cómo el sumidero se tragaba la espuma, me llevé una alegría aún mayor. No solo se tragaba la espuma, sino también el agua, que se había teñido de rosa. ¡No estaba embarazada! ¡Bien!Terminé de ducharme lo más rápido que pude, quería salir de allí y decirle a Diego que, aunque habíamos sido imprudentes, todo había salido bien. Pero no iba a volver a caer en el mismo error, eso seguro. Cogí la toalla, me la puse alrededor del cuerpo y salí corriendo del baño. Diego estaba tumbado en la cama, sonriendo.—No me ducharé contigo, pero todavía no he desayunado.—Me parece que vas a tener que desayunar café con tostadas, porque tengo una gran noticia —no pude evitar la emoción, bajé la música y me tiré encima de la cama con una gran sonrisa—. ¡No estoy embaraza, me acaba de bajar la regla! —una sonrisa triste apareció en sus labios. No podía creer que no estuviera dando saltos de alegría como yo ante lo que acababa de decirle—. ¿No te alegras?—¡Sí! Pero anoche estuve pensando en ello y, si te soy sincero, no me desagradaba la idea de ser el padre de un hijo tuyo.—Me halaga oírte decir esas palabras, pero ser padres a nuestra edad habría sido una gran imprudencia. Somos demasiado jóvenes para esa responsabilidad.—Aun así, me haría mucha ilusión ser padre.—Estoy segura de que serás un padre excepcional, pero ya tendremos tiempo para ello. Yo aún tengo muchos proyectos que quiero llevar a cabo.Se puso serio al escuchar mis últimas palabras. No sabía por qué no podía entender que yo aún no quisiera ser madre. Él era mayor que yo, pero no mucho. Era preferible que disfrutásemos de la juventud , ya tendríamos tiempo de ser padres.—¿Por qué te has puesto tan serio?—Al nombrar esos proyectos que deseas realizar, he pensado en el final del verano.—¿A qué te refieres?—¿Luna, no te has puesto a pensar ni por un momento en lo que sucederá con nosotros al final del verano?—Cada uno empezara con su rutina. Tú vuelves al trabajo y yo empiezo la universidad.—¿Cómo lo puedes decir así de tranquila? —su cara reflejaba enfado. No entendía qué era lo que tanto le preocupaba—. ¡No te importa no volver a verme!—¿Quién ha dicho que no nos vamos a volver a ver?—¡La distancia Luna, la distancia! Tú en Bilbao y yo en Burgos, ¿cuándo nos vamos a ver?Diego estaba sentado en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero, mirándome fijamente con cara de pánico. Me acerqué y me senté sobre él, sujetando la toalla con la que había salido de la ducha. Sujeté su rostro entre mis manos para obligarlo a mirarme, a centrarse solo en lo que iba a decirle.—La distancia no es un impedimento, Diego. El amor que nos tenemos puede con la distancia y con mucho más. Los fines de semana son nuestros. Yo me acercaré a Burgos y tú vendrás a Bilbao. Con el tiempo, si esta relación sigue siendo igual de perfecta, pensaremos qué hacer.—Tantos días sin verme, ¿no harán que dejes de quererme?—¿Eso significa que tú sí que me vas a olvidar?—No, Luna. Pero puedo tener miedo a perderte, ¿no?—Escucha, haremos una cosa. Disfrutemos de este momento. Dijiste que tu padre siempre te da tres meses de vacaciones, por el poco trabajo que hay en el taller—Sí.—Eso significa que nos queda más de un mes para disfrutar del tiempo que tenemos para estar juntos, no lo desperdiciemos pensando en lo que sucederá. Mejor pensemos cómo aprovecharlo.—¡Tienes razón! Por eso me encantas, siempre ves el lado positivo de las cosas.Escapó de entre mis manos para besarme con cierta desesperación, como si la conversación le hubiera hecho sentir que nuestra relación terminaría en poco tiempo. Le devolví el beso, para que sintiera que estaba cerca de él, no solo físicamente. Sin embargo, antes de que la situación se volviera demasiado intensa, me separé de él.—Hemos quedado con Laura y Mario, ¿no quieres saber cómo se encuentra tu amigo?—Mario está con Laura, lo que significa que está bien —me levanté y fui al armario para coger la ropa. Diego me agarró de la mano para que no pudiera alejarme más—. ¡Vamos a quedarnos un rato más, por favor!—No, porque una cosa lleva a la otra y... hoy no podemos. Te he dicho que tengo la regla.—¡Está bien! ¡Eres la mujer más dura con la que he estado!—Por eso me amas de esa manera, porque no soy una de esas chicas que hace lo que tú quieres —. Abrí el armario y busque la ropa más cómoda que tenía para ponerme. Diego no me quitaba el ojo de encima, por lo que cogí la ropa y me dirigí al baño, a vestirme.—¡No voy a ver nada que no haya visto ya! —salí del baño y me apoyé en la puerta, sonriendo—. ¿Entonces?—Sé que es una tontería, pero todavía me da vergüenza que me veas desnuda. Sabes lo que opino sobre mi cuerpo... ¡en ocasiones necesito intimidad!—No sé de qué manera explicarte que me he enamorado de ti en conjunto. Con tus ojos, tu piel, tu olor, tu forma de ser... has embrujado mis ojos y no puedo mirar a nadie más.—Eres la persona más dulce que he conocido, pero... necesito intimidad.Diego se tiró encima de la cama, desesperado. Sus palabras ayudaban a mejorar mi autoestima pero, aun así, los complejos seguían estando ahí. Al menos, de momento. Cerré la puerta, me vestí y me peiné para ir a casa de Laura. Salí del baño y Diego no estaba en el cuarto, había salido sin que lo oyera. Esperaba que no se hubiera molestado por lo que le había dicho, pero tenía que entender que había pasado dieciocho años siendo ignorada por los chicos que me gustaban, debido a mi aspecto. No dudaba que me quería, pero tendría que ser paciente con el tema de la desnudez.Apagué la música y bajé al salón. Diego estaba en la cocina con una taza de café en la mano, mirando hacia la nada y muy pensativo. Puede que la manera en la que me había expresado antes le hubiera sentado mal, pero no podía evitar ser sincera sobre lo que sentía. Me acerqué hasta él, me miró y volvió a la realidad. Fui a darle un beso y él se giró para dejar la taza de café en el fregadero. ¡Orgulloso! Si creía que iba a caer en su juego, lo tenía claro. Cogí una tostada y mi teléfono móvil comenzó a sonar. Diego me miró y, sin decirle nada, fui corriendo hacia la mesa del salón. Miré quién era antes de contestar. ¡Luca! ¡Ahora me vas a oír!—¿Cómo está el traidor más grande de este mundo, al que tanto quiero? —escuché cómo se cerraba la puerta de entrada de un portazo. Diego había salido a sentarse en el balancín.—Luna, ¿estás ahí? —por lo visto, me había quedado callada un rato, sin darme cuenta.—Sí —volví a centrarme en Luca—. ¿Cómo se te ocurre llevarte a Sandra y no decirme nada?—Porque sabía perfectamente lo que me ibas a decir, así que decidí actuar por mi cuenta —desde luego, típico de Luca.—Aunque me haya sentado mal, tengo que agradecerte que hayas cuidado de ella.—¡De nada! Pero, ¿lo tuyo que tal va? —me asomé para mirar a Diego y seguía con cara de enfadado, con los brazos cruzados en el pecho y balanceándose lentamente.—Hasta ahora, iba todo bien.—¿Cómo que hasta ahora?—He vuelto con Diego, pero ahora está enfadado. ¡Ya te lo contaré con más calma!—Cuando vuelvas, quiero que me cuentes todo con puntos y comas. ¿Y Christian?—No me hables, el otro día vino a casa a pedirme que fuera su novia y, al decirle que había vuelto con Diego, se enfadó tanto que anoche, aprovechando que hubo una pelea en la discoteca, se pegó con él. Y Mario tiene un navajazo en el abdomen.—Ya veo que tu pueblo sigue tan divertido como cuando me marché.—¡No lo dudes!—¡Está bien, en otro momento te llamo!—Un beso, te quiero.—Yo también, Luna.Colgué el teléfono y lo dejé encima de la mesa. Respiré hondo, porque sabía que había llegado el momento de la discusión con Diego y no me apetecía en absoluto. Supongo que en toda relación, alguna vez hay que discutir. Me levanté, salí de casa y me senté a su lado en el balancín.—¿Se puede saber qué te pasa?—¡Nada! —se levanto rápido, se acercó hasta la verja y se paró frente a ella—. ¡Vamos, que nos están esperando!Como a mí tampoco me apetecía discutir, preferí seguirle la corriente. Me levanté, Diego abrió la puerta y salimos hacia la casa de Laura. El silencio fue nuestro compañero todo el camino. Llegamos a casa de Laura, llamé a la puerta y fue Sandra quien nos abrió.—Hola, chicos.—Hola, guapa —Diego pasó delante de ella, sin decir ni una palabra—. Déjale, no le hagas caso, está enfadado conmigo.—¿Qué le has hecho?—Sin más, ya hablaremos —Sandra cerró la puerta detrás de mí—. Acabo de hablar con Luca, quería saber si todo estaba bien y le he dicho que si —. Acordarse de Luca la hizo sonreír muy dulcemente. Fuimos caminado hasta el salón donde se encontraban todos los demás. Mario tenía mejor aspecto—. ¿Cómo te encuentras, Mario?—Mejor, gracias Luna.—Menudo susto, ¿no? ¿Habéis ido a la policía esta mañana? —le pregunté.—No, han ido a mi casa y mi hermana les ha dicho que estaba aquí.—Has interpuesto la denuncia, ¿verdad?—Sí. Me han dicho que Raúl estaba detenido y han venido a tomarme declaración.—¡Espero que no lo suelten nunca! —el tono de voz de Laura era de odio.—¡Te doy toda la razón, Laura! —asentí con la cabeza.—Bueno, ¿queréis café?—Sí, Laura, que no he desayunado —Diego me miró desafiante. Laura se levantó, para servirnos—. Te ayudo.No aparté mi mirada de la suya hasta que me giré para seguir a Laura y Sandra. No pude evitar sonreír al saber que Diego se sentía tan ofendido por algo que a mí no me había parecido para tanto. De hecho, no estaba segura de si se trataba de la conversación con Luca o de algo que le había dicho en la habitación. Nos pusimos a sacar la tazas y a hablar entre nosotras, miré a Diego y estaba hablando de manera muy acalorada con Mario, que se reía a cada comentario que hacía. Al final, los hombres y las mujeres no somos tan distintos. Puede que nosotras seamos más románticas pero, que entre ellos también hablan, está más que claro. Sandra cogió una manzana y se puso a comerla, apoyada en la encimera. Las tres estábamos en la misma posición mientras se hacía el café. Entonces, aproveché para sacar el tema de mi hermano y Sandra.—Sandra, no sabes cómo ha llegado mi hermano a casa. Piensa que has estado con otro chico.—Y en eso no se equivoca, la pena es que es gay —no pudimos evitar reírnos—. Lo único que le he dicho es que necesito tiempo.—¿Pero, cuánto tiempo? No le hagas sufrir demasiado, me da mucha pena.—Quiero que piense cómo puede conquistarme de la manera más romántica y eso no se hace de un día para otro.—Tienes razón... Ha estado mucho tiempo hablando con Diego, te puedo asegurar que le habrá dado buenos consejos.—¡Eso espero!----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Hola, otro capítulo más, ya me diréis que os parece, un saludo.

Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora