Capítulo 16 parte 2

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Nos reímos las tres. No creía que nadie pudiera igualar las cosas magníficas que Diego había hecho por mí, aunque eso no significara que tuviera que estar todo el día a sus pies. Le miré y seguía con la misma expresión de enfado en la cara, hablando con Mario. El café terminó de hacerse y preparamos las tazas. Las llevamos a la sala y ellos dos dejaron de hablar. Yo miré a Diego, pero él no me miró en todo el tiempo que estuvimos en casa de Laura. Cada cosa que yo decía, él la discutía enérgicamente, por lo que decidí no decir nada más. Esa situación me molestó bastante. Mi Satán interno comenzó a enfadarse de verdad. Al principio me había resultado incluso gracioso que Diego estuviera molesto, pero llegó un momento en el que dejó de tener gracia. Después de un largo rato callada, viendo cómo Diego me ignoraba deliberadamente, decidí irme a casa.—Bueno chicos, lo siento pero tengo que dejaros, tengo muchas cosas que hacer.—¡Sorpréndenos! ¿Qué es lo que tienes que hacer exactamente, comer, beber, estar tumbada en el sofá? —Diego se puso bastante intolerante y no quise soportar su salida de tono.—¿Qué dices, Diego? ¡Tranquilo! —Laura le recriminó su salida de tono.—No, déjale Laura, que suelte todo el veneno que lleva dentro, que sus razones tendrá... —le miré y asintió con la cabeza—. Pero yo tengo las mías para no querer ver su cara de amargado.—¡Luna! —gritó Sandra.—Mario, que te mejores. Chicas, mañana por la mañana nos vemos donde ya sabéis —me levanté y me fui hacia la puerta de entrada.—¡Luna, espera! —me giré y Sandra vino corriendo. Le expliqué que no tenía por qué aguantar sus tonterías, que no me apetecía tener que estar con una persona así en ese momento.—No te preocupes. Como todos los enamorados, la primera pelea... pero me conoces perfectamente, tengo un carácter bastante fuerte. Me voy, es lo mejor.—Está bien, pero piensa antes de ponerte así ¡No sabes qué le pasa!—Y ahora no quiero saberlo.La abracé muy fuerte, dándole las gracias por sus palabras. Sin mirar atrás, abrí la puerta y me marché. No sabía de qué manera iba a reaccionar Diego pero, por si se le ocurría salir detrás de mí, eché a correr hasta mi casa. Urko estaba preparando la comida cuando llegué pero, sin decir nada, me subí al cuarto. Preferí estar sola por un rato porque si no, podría soltar un montón de improperios sobre Diego de los que, más tarde, me podía arrepentir. Cerré la puerta de un portazo y me tumbé en la cama. En mi menté, lo insultaba una y otra vez. "Imbécil, ¿por qué no me has dicho lo que te pasaba cuando te lo he preguntado? No, mejor tratarme así delante de nuestros amigos... ¡Idiota!". Alguien llamó a la puerta entonces.—Luna, ¿puedo pasar?— era Urko.—¡Quiero estar sola! No me apetece hablar ahora, déjame un rato...—¿Está todo bien? —insistió, preocupado.—Sí, tranquilo. Voy a dormir un rato, por favor, no quiero que nadie me moleste.—¿Nadie?—¡Nadie!Respiré hondo varias veces, tumbada en la cama, intentando no alimentar más a mi Satán interno para poder dormirme de una vez. Lo último que recuerdo, antes de quedarme dormida, fue la palabra "idiota". Por suerte, no me costó mucho dormir, ya que la noche anterior había sido bastante larga, en el centro de salud. Luego, de pronto, noté cómo me sacudían lentamente y me acariciaban la mejilla. Abrí los ojos y vi a Urko sonriendo de una manera muy tierna. No pude evitar devolverle la sonrisa.—¿Me vas a contar ahora?—Una pelea tonta, nada más, pero ya me conoces —me senté a su lado—. Si me enfado, prefiero quedarme a solas y que se me pase.—¿Por qué habéis discutido?—Realmente, no lo sé. Pero ya está, ya se me ha pasado.—Me alegro —me miró con cara triste—. ¿Has estado con Sandra?—Sí, he intentado convencerla para que te perdone, pero ya sabes cómo es.—¿Qué puedo hacer?—Se me ha ocurrido una cosa, pero no sé si funcionará.—Luna, estoy desesperado. Cualquier cosa que me pueda ayudar, me parece bien.Le conté mi plan y los dos estuvimos de acuerdo en que a Sandra le iba a encantar. Urko me escuchaba con mucha atención. Aportó algunas ideas a lo que yo había pensado, las cuales me parecieron geniales. Decidimos ponernos manos a la obra, así que bajamos al salón. Íbamos por las escaleras cuando, en mi habitación, sonó el móvil. Pensé que sería mi madre y, como hacía mucho que no hablaba con ella, subí corriendo, con muchas ganas de oír su voz. Sin embargo, era el nombre de Diego el que figuraba en la pantalla. No lo cogí, pensando que sería mejor solucionar nuestra discusión en persona. Por teléfono, las discusiones no son buenas. Ni siquiera las reconciliaciones, puesto que las palabras no se interpretan como deberían, se pierden los matices expresados mediante los gestos. Puse el teléfono en silencio, lo metí en el bolsillo del pantalón y volví a bajar para encontrarme con Urko y terminar de organizar lo que habíamos pensado, para su reconciliación con Sandra. Nos sentamos en el sofá, cogimos una hoja y apuntamos una a una todas las cosas que teníamos que comprar. Urko estaba entusiasmado escribiendo todo lo que se le pasaba por la mente. Llamó a un amigo para que trajera el coche, pues había que ir al pueblo a comprarlo todo.—¿Quién te ha llamado?— preguntó Urko, mucho después.—Diego.—¿Y?—Nada, ya hablaré con él. Lo primero eres tú.Urko quiso seguir la conversación, pero en ese momento sonó el claxon de su amigo. Se levantó del sofá sin decir nada más. Salió corriendo, dejándose la lista sobre la mesa. Salí al porche, cerré la puerta y me acerqué al coche. David estaba al volante. David es el mejor amigo de mi hermano. Más o menos hasta los quince años, yo estaba loca por él. Tiene el pelo negro, con rizos alborotados, y unos ojos azules color cielo de los que, cuando te miran, no puedes escapar. David lleva por lo menos nueve años con la misma chica, se llama María y también veranea en el pueblo. Él siempre me ha visto como una niña, como una hermana menor, pero a mí me daba vergüenza hasta mirarlo. Estoy convencida de que Urko le dijo alguna vez que me gustaba. Una tarde, hace unos cuatro años, vino a buscar a Urko, cuando yo estaba leyendo en el porche. Se sentó a mi lado y empezó a decirme que me quería mucho, que yo era su hermana pequeña y que nunca permitiría que nadie me hiciera daño. Me dio un beso en la mejilla y no volvimos a hablar nunca más del tema. Como era normal, yo le pregunté a Urko qué narices le había contado, y él nunca me contestó. Me enfadé muchísimo, estuve por lo menos una semana sin hablarle, pero ahora se lo agradezco. A raíz de aquella conversación, David y yo nos hicimos grandes amigos y me cuenta muchas cosas suyas. Aquel verano todavía no había podido hablar con él, pero ese podía ser un buen día para recuperar el tiempo.—Hola, David.—Hola, Luna. Estás tan guapa como siempre —no pude evitar sonrojarme. Le sonreí y me mordí el labio, con timidez—Monta, que nos vamos. Tenemos una conquista que preparar.Abrí la puerta del coche para montar, pero Diego salió de la nada y me lo impidió, volviendo a cerrarla.—Luna...—¡Diego! —dije, sorprendida por no haberlo visto venir.—¡Hablemos, por favor!—¡Ahora tengo cosas que hacer, luego hablamos!—¡Dame cinco minutos y te prometo que te dejo ir! —no pude evitar poner los ojos en blanco—. ¡Luna!—Yo acompaño a tu hermano, Luna. Habla con Diego —. David giró la cabeza y me guiñó un ojo, de forma que no pude negarme—. ¡No te hagas de rogar!—¡Está bien! —claudiqué—. Toma la lista, Urko. Te la habías dejado en casa. No te olvides de nada.—No te preocupes por nada, yo me encargo —David me lanzó un beso al aire.Le dí la lista a Urko y cerré del todo la puerta del coche.Miré a Diego y le hice un gesto con la cabeza para que pasara a casa. Me dejó pasar a mi primero y me siguió sin dejar mucho espacio entre los dos. Entramos en casa y nos sentamos en el sofá.—¿Por qué eres así conmigo?—¿Así, cómo? —dije, perpleja porque se atreviera a hacerme ningún reproche.—¡Tan cabezota!—No sé a qué te refieres.—No eres capaz de dar tu brazo a torcer en ningún momento. Yo era el que estaba enfadado contigo, y al final has sido tú la que se ha marchado de casa de Laura sin mirar atrás, diciéndome cosas horrorosas.—¿Yo, cosas horrorosas? —estaba alucinada por su cara dura—. ¿Acaso tú te has quedado corto?—No, pero...—Pero nada, Diego. Cuando hemos salido de esta casa, te he preguntado qué te pasaba, porque sabía que estabas enfadado. Tú decidiste no hablar conmigo y dejar que tu enfado creciera. Me has dicho cosas muy feas y encima pretendes que yo suplique tu perdón, todavía no sé por qué motivo —. Diego comenzó a reírse, me agarró de la cara y me besó. ¿Qué le pasaba? No entendía su reacción. Se suponía que estaba enfadado, pero ahora se reía a carcajadas—. ¿Ahora de qué te ríes?—Me río porque me encantas, no sé cómo consigues que cada vez esté más loco por ti...—¡No te entiendo nada! —me enfurruñé—. Ahora quiero que me digas por qué te enfadaste esta mañana.—Una tontería, déjalo estar. Prefiero disfrutar de tu presencia.—¡No, esta vez no! Quiero que me digas por qué te molestaste —insistí.—¡Está bien! —apoyó la espalda en el sofá y se cruzó de brazos—. Al principio no estaba enfadado contigo, sino conmigo mismo.—¿Por qué?—No sé cómo hacer para que sepas que te amo con toda mi alma. Esta mañana me he dado cuenta de que todavía desconfías de mí. Sé que todo lo que nos ha pasado ha sido por mi culpa, pero tú has cambiado mi vida de tal forma que ahora no puedo estar sin ti.—¡Lo sé, mi amor! —le sostuve la barbilla y le obligué a levantar la vista, a mirarme—. Pero aún así, tienes que entender que no se trata de confiar en ti, sino en mí. Nunca pensé estar con alguien tan guapo como tú. El ser... bueno, yo... y estar a tu lado me hace sentir un poco inferior y no puedo evitar acomplejarme.Diego me miró de una manera muy tierna, expresando a través de sus ojos todo lo que pensaba. No pude evitar bajar la cabeza, avergonzada. Ser tan sincera con un chico, aunque ese chico fuera Diego, me costaba bastante.—Luna, tú me has enseñado que un cuerpo no lo es todo. Tu mirada, tu olor, tu forma de ser... todo eso ha hecho que me enamore de ti.—Sí, todo eso es muy bonito, pero a todo el mundo le gusta tener a su lado alguien a su altura, alguien cuya belleza sea admirada por todos. Cuando te veían con Míriam... —no pude evitar entristecerme al recordarlo— siempre he pensado que hacíais una pareja perfecta, en cambio ahora...—La pareja es todavía más perfecta, porque hay amor. Lo que yo tenía con Míriam era únicamente físico. No te sabría enumerar la cantidad de veces que la he engañado con otras. En cambio ahora, no tengo ojos para nadie más que para ti.—Lo sé. Porque me lo has demostrado, pero entiende que me cueste comprender por qué.—Ya te lo he dicho, pero si quieres te lo repito las veces que te haga falta.—No hace falta. Solo te pido un poco de tiempo, y paciencia —le di un beso en los labios—. Entonces, ¿por qué te has enfadado conmigo?—Es una tontería, pero no puedo evitar sentir celos al ver cómo hablas con Luca. Saber que le quieres tanto me pone celoso.—Es Luca, mi amigo del alma, no puedo evitar tratarlo así. Con Luca, tengo casi todos los buenos y malos recuerdos de mi vida. Hemos vivido casi todos juntos, y no puedo cambiar la manera de tratarle, ya te he dicho en más de una ocasión que es una de las personas que más quiero.—¿Y qué pasa conmigo?—La forma de querer es diferente, a Luca lo quiero porque es muy importante en mi vida. Tú eres mi novio, y te amo, que no es lo mismo.Diego respiró hondo al escuchar esas palabras de mi boca. Se me hacía difícil entender cómo una persona que aparentaba tanta seguridad, que era el líder de su grupo y había estado con tantas chicas, podía dudar de los sentimientos que alguien como yo puede tener por él.—Gracias por decirme esas palabras, saber lo que sientes es muy importante para mí.—¿Te puedo hacer una pregunta? —dije, entonces.—Me da miedo que me digas eso, pero adelante.—¿Por qué dudas de los sentimientos que tengo hacia ti? Creo que te he demostrado lo mucho que te amo.—Nunca he sentido esto por nadie —explicó—. Yo nunca he creído en el amor. Divertirme y estar con muchas chicas diferentes era lo que me llenaba. En cambio, llegas tú, con ese olor a vainilla del que no me puedo desprender, y desde entonces no puedo dejar de pensar en ti.—Con eso no respondes a mi pregunta.—Por primera vez en mi vida, estoy enamorado de alguien. Este sentimiento me hace sentir vulnerable y me da miedo sufrir. El tiempo que he estado sin ti, he sufrido mucho. El vacio ha sido tan grande que no tenía ganas de nada. Mario no entendía lo que me pasaba, ya que nunca me había visto así. Por mucho que me preguntara, no sabía cómo explicárselo. Desde nuestro encuentro en el río, he vuelto a ser el mismo y todo es gracias a ti.—Yo también tengo miedo a sufrir, Diego, pero no por eso dudo sobre tus sentimientos hacia mí.—Todo está aclarado ahora —dijo—, así que vamos a querernos un rato, ¿no te parece?Se abalanzó sobre mí y me tumbó en el sofá. Comenzó besándome en la cara, en los párpados, la nariz y los labios, para luego seguir bajando, beso a beso, por el escote. Yo quería que siguiera pero, en ese momento, recordé que tenía la dichosa regla. Así que lo detuve y le obligué a mirarme a los ojos.—Lo estoy deseando, pero no podemos.—¿Por qué?—Por primera vez en mi vida puedo decir que, por suerte, tengo la regla. No es que no tenga ganas de estar contigo...—Lo entiendo, Luna. No pasa nada.Me dio un beso en la mejilla y se sentó en el sofá. Me cogió de la mano, tiró hacia él y mi cabeza quedó a la altura de su pecho. Comenzamos a besarnos otra vez, pero con calma. Era afortunada de tener a Diego a mi lado, nada ni nadie podría acabar con los sentimientos que compartíamos. Comencé a contarle el plan que habíamos ideado Urko y yo, para la conquista de Sandra. Hizo unos matices que me parecieron muy bien, así que apunté mentalmente contárselos a Urko, que todavía no había vuelto, aunque ya se estaba haciendo de noche. Empecé a preparar algo de cenar, mientras que Diego me ayudaba a poner la mesa. Lo invité a quedarse pero, cuando insinúo que también se quedaría a dormir, le di largas argumentando que tendría que pasar alguna noche en su propia casa, por sus padres. Además, yo iba a ayudar a mi hermano con lo del día siguiente.Terminó de preparar la mesa y se acercó a mí. Comenzó a darme besos en la nuca y el cuerpo se me estremeció. En ese momento entraron Urko y David. La reacción fue inmediata, le aparté y me giré rápido. Miré a los recién llegados, que se estaban aguantando la risa. No pude evitar mirar a David y sonrojarme de nuevo. Diego se dio cuenta de ello, se acercó a mí y me pasó el brazo por encima de los hombres.—Hola chicos, ¿lo habéis comprado todo? —intenté desviar la atención.—Hola, Luna —. David miró a Diego y notó algo extraño en él, pero aún así, lo saludó amablemente—. ¿Qué tal Diego?—Muy bien, David —le respondió, serio—. ¿Lo tenéis todo?—Sí, está todo, creo que Urko ha comprado de más — respondió David, igual de serio.—¡Mejor que sobre, que no que falte! —dijo Urko, sonriendo, ajeno a la tensión entre los otros dos.—Nada es poco para conquistar a la mujer que amas —Diego me miró, sonriendo—. ¿No crees, David?—Totalmente de acuerdo.No sabía qué narices le pasaba a Diego, pero preferí seguir cocinando, antes de que mi Satán interno explotase. Parecía haber olvidado todo lo que habíamos estado hablando, así que me concentré en terminar la cena. Ellos se sentaron en el sofá y comenzaron a sacar todo lo que habían comprado. Hablaban sobre la mejor manera de hacer las cosas y Urko explicaba el miedo que tenía de que Sandra no lo perdonara. Si Urko supiera que Sandra ya le había perdonado, creo que me mataría por no decírselo. Esperaba que ella no me delatase.Había terminado de hacer la cena y los llamé a la mesa. Los tres vinieron corriendo, se sentaron y comenzaron a cenar. El silencio fue nuestro compañero durante toda la cena. Una vez que los platos se fueron acabando, el fútbol fue el tema de conversación principal. Yo no entiendo mucho de fútbol, soy del Athletic Club de Bilbao, porque es el equipo de mi ciudad, pero no es que sea una fanática. Alguna vez, mi padre me ha llevado al San Mamés y me lo he pasado muy bien, pero no me haría socia en mi vida. Yo tengo otras preferencias, en cambio Urko y papá ven todos los partidos que el club juega en Bilbao. Mientras ellos hablaban de jugadores y entrenadores, yo recogí la mesa y comencé a preparar café. Ninguno de ellos me ayudó, estaban tan metidos en un mundo de fichajes y opiniones varias, que no se dieron cuenta de que ya no quedaba más comida encima de la mesa. Puse el café en el fuego y me senté en el sofá a ver la televisión. Dejé que ellos se preocuparan de la cafetera. Como en verano la programación deja mucho que desear, acabé apagando la tele y decidí coger el libro que estaba encima de la mesa. Ya había terminado los anteriores y esta vez me tocaba empezar por Cada siete olas, de Daniel Glattauer. Es la segunda parte de Contra el viento del norte, la cual había terminado hacía unos días. Comencé a leer y por un momento, dejé de escuchar a los chicos, solo tenía las frases de libro en mi cabeza. Cuando un libro me gusta, me concentro tanto que me evado de lo que tengo a mi alrededor.No sé cuánto tiempo había pasado cuando noté que Diego me quitaba el libro de las manos, para que le hiciera caso.—¿Dónde está mi Luna? —lo mire sin entender por qué lo decía—. Te estoy llamando desde la cocina y no respondes.—Perdón. Estoy concentrada en el libro.—Me he dado cuenta.—¿Qué quieres?—Me voy ya, solo quiero despedirme.—Espera, que te acompaño —dejé el libro en la mesa y me levanté para acompañarlo al porche y poder despedirme de él hasta el día siguiente.—Bueno, chicos, que paséis una noche entretenida, preparando la reconquista.—¡Buenas noches, Diego! —Urko saludó con la mano y salimos por la puerta—. ¡Gracias por todo!Nada más salir al porche me agarró de la cintura, me acercó a él y me besó intensamente. Yo respondí de la misma manera, como siempre, sin poder resistirme a aquella sensación que me producía el saber que él quería dormir conmigo, por así decirlo.—¿Mañana por la mañana nos vemos?—No, he quedado con las chicas.—¿Y no puedo ir yo?—Lo siento, pero vamos a Nupara y ese lugar es exclusivo para nosotras.—¿Nupara? No entiendo lo que dices.—Nupara es nuestro lugar. Nadie más que nosotras sabe dónde está y, de momento, va a seguir así.—¿Me estás diciendo qué ninguna ha llevado a sus novios a ese lugar?—A ninguno de sus novios ni a nadie que no seamos nosotras —aquello no era del todo cierto, porque Luca si había estado, pero preferí no despertar otra vez sus celos—. Es nuestro lugar y de nadie más.—Ya veo que todavía tienes secretos conmigo, como lo que sientes por David.—Sentía —contesté sin dudar, lo que pareció salvarme del examen de Diego—. David fue el chico que me gustaba hasta más o menos los quince años. Ahora es solo un buen amigo. No empieces con tus celos, ya sabes que no me gustan esas tonterías.—No estoy celoso de David, pero sabía que si te lo preguntaba de esa manera, me lo contarías.—Eres de lo que no hay... —dije, entendiendo su juego—. Te quiero, ¿lo sabes?—Ahora sí —comenzó a reírse a carcajadas—. Espero que sueñes toda la noche conmigo, porque yo lo voy a hacer contigo.Lo besé en los labios, agradeciendo todas las cosas hermosas que me decía. Nos abrazamos fuerte, como si de esa manera no nos separáramos, y finalmente Diego se marchó. Entré en casa, donde los chicos habían comenzado los preparativos para el día siguiente. Me senté con ellos y comenzamos a hablar sobre cómo hacer las cosas. Yo le dije a Urko que estarían solos en casa, pues yo me quedaría donde Laura, aunque aún no la había avisado. Estaría en su casa, con Mario, pero no creo que me pusiera pegas, por Sandra. Si no, me quedaría con Diego, durmiendo en algún lugar desde el que pudiéramos mirar las estrellas...—Luna, ¿es verdad que estás saliendo con Diego? —me preguntó David.—¿No te lo había dicho Urko? —contesté, extrañada.—Sí, pero no terminaba de creerlo.—¡No entiendo por qué!—No me malinterpretes, pero Diego no me parece un chico para ti. Tú eres muy diferente a él, siempre me imaginé que estarías con alguien... a tu altura.—A mi altura... —repetí, haciéndome a la idea de lo que había escuchado. La respuesta fue instantánea—. ¡Diego es perfecto!—Yo no digo que no sea así, pero me parecéis tan distintos... Tú tan inteligente, guapa y segura de ti misma; él, en cambio, me parece un macarra de barrio que no tiene mucho que aportarte.—Agradezco tu buena opinión de mí, pero te puedo asegurar que Diego da una imagen que no corresponde con la realidad. De todas maneras, uno no elige de quién se enamora. Cuando pasa, pasa, y lo único que puedes hacer es dejarte llevar.—En eso te doy la razón, y por eso me alegro de vuestra relación —Urko salió en mi defensa—. Espero que Diego cubra todas tus expectativas y te haga muy feliz.—Ten por seguro que ya lo estoy siendo —le dije a mi hermano.—Me alegro —me respondió David, muy serio, bajando la cabeza para volver a concentrarse en lo que tenía entre las manos.Me sonó muy raro que David me dijera todo eso de Diego. Habían hablado muy cordialmente a lo largo de toda la cena y no me había parecido que se llevaran mal. Sus palabras me habían sorprendido mucho, pero la verdad era que agradecía que pensase tan bien de mí. Dejamos todo preparado para el día siguiente. Se hizo bastante tarde entre conversaciones, risas y preparativos. David se marchó de casa y Urko y yo nos fuimos a la cama. Los comentarios que me había hecho David sobre Diego me habían dejado pensativa. ¿Sería verdad que Diego no lcubriría mis expectativas y me aburriría de él? Al tumbarme sobre la cama y mirar el techo de la habitación, todas las dudas se me borraron al instante. Sonreí al recordar los ojos negros de Diego y me quedé profundamente dormida.

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Hols, sigo con lo prometido y espero que os siga gustando la historia, un beso.

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