Por fin había llegado el día que había estado todo el año esperando: las vacaciones de verano. Iríamos al pueblo y volvería a ver a mis mejores amigas, Laura y Sandra. No nos vemos mucho porque yo vivo en Bilbao y ellas en Madrid, pero casi todos los días hablamos por teléfono para contárnoslo todo, aunque lo que nos haya pasado sea una tontería. Sandra llama al principio, pero al de una semana perdemos el contacto hasta el verano siguiente. Son tan importantes para mí que, cuando mi madre quiere castigarme, lo hace sin dejarme llamar a ninguna de las dos, porque sabe que todo lo demás apenas me importa. La verdad es que me castiga muy poco, porque no suelo salir mucho y saco muy buenas notas. La mayoría del tiempo lo paso leyendo y con Luca. Luca es una de las personas más importantes que tengo en Bilbao, es el único amigo verdadero que tengo. Me encanta leer libros de amor, soy una de esas chicas enamoradas del amor, pero nunca he tenido novio. Sí, es verdad, tengo dieciocho años y nunca he tenido novio, pero no porque no haya tenido oportunidades, aunque tampoco es porque me hayan salido pretendientes en cantidad, sino porque esas oportunidades no me interesaban. Mi aspecto no es el que más atrae al tipo de chico que a mí me gusta, pero yo soy feliz así, como soy. Y si en algún momento no me siento tan feliz, tengo a mi hermano Urko. Es cuatro años mayor que yo y nunca deja que en mi cara aparezca la tristeza, siempre me está haciendo reír porque dice que esa es la manera en la que él es feliz. A pesar de la diferencia de edad, hay que tener en cuenta que él es un chico muy sensible, aunque la apariencia que da es muy diferente. Urko es todo lo contrario a mí, él tiene muy buen cuerpo y, por lo que dicen mis amigas, está muy bueno. Pero es mi hermano, qué puedo decir yo.
Este año escolar había sido muy intenso, mi objetivo durante todo el año había sido sacar buenas notas, hacer la selectividad y que me diese la media para matricularme en Educación Social. Para acceder a esta carrera no se necesita mucha nota, pero quería estar segura de que no me quedaba fuera. Toda la vida he querido hacer algo para poder ayudar a los demás, no me gustan las injusticias y considero que la educación es algo fundamental para cualquier persona. Hacía años había visto a mi madre leyendo a Paolo Freire, yo tenía catorce años. Normalmente solo leo libros románticos, pero el interés que ponía mi madre mientras lo leía me llamó tanto la atención que decidí leerlo.Me impresionó la manera en que narraba cómo la alfabetización es una herramienta de liberación y el proyecto que realizó en Brasil. Desde ese momento supe que quería estudiar Educación Social y que quería hacer las prácticas como cooperante en algún lugar del mundo donde mi ayuda fuera necesaria. A mi padre esa idea no le gusta mucho, pero sabe que soy muy terca y que, si la decisión está tomada, nadie me va hacer cambiar de opinión.
Volviendo a las vacaciones, las maletas ya estaban metidas en el coche pero quería echar un último vistazo a la habitación. Soy bastante despistada y no quería que nada se me olvidase. Alguna otra vez ya me había pasado y mi padre siempre me decía que no sería tan importante cuando no lo había guardado en la maleta. Después de revisar todo concienzudamente, no se me olvidaba nada. Antes de salir de la habitación respiré profundamente y solo pensé en que tenía tres largos meses de descanso por delante antes de empezar la universidad. Me di media vuelta y salí de la habitación. Ya no quedaba nadie en casa, así que cogí la chaqueta, el móvil y las llaves, cerré la puerta, bajé corriendo las escaleras y me metí en el coche por la puerta que Urko había dejado abierta.
El viaje había empezado, teníamos una hora y media hasta llegar al pueblo. Urko me agarró de la mano y me dio un beso en la mejilla deseándome buen viaje. Era algo que me decía cada vez que viajábamos, una muestra de lo mucho que me quería, tanto como yo a él. Ya estábamos de camino y yo solo podía mirar por la ventana para ver el mismo paisaje que llevaba viendo toda la vida. Aun así, me encantaba mirarlo, nunca había sido capaz de dormir durante el viaje, el corazón me latía muy fuerte por las ganas de ver a Laura y Sandra. Durante los dos últimos meses habíamos hablado mucho sobre el tema, llegando a la conclusión de que este verano tenía que ser diferente, era el último antes de entrar en la universidad y habíamos decidido que tenía que ser el mejor.Un buen rato después, Urko volvió a cogerme de la mano, pero esta vez más fuerte. Eso significaba que estábamos llegando. Yo ya me había dado cuenta, porque veía el pueblo por la ventanilla del coche.
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Luna de Vainilla
Romance¿Será él, el chico del que debe enamorarse? ¿ Se puede amar a la persona que odias? Es el último verano antes de comenzar la universidad y Luna viaja con su familia para pasar sus vacaciones de verano en la casa del pueblo. Allí va a reunirse...