Capítulo 7 parte 1

221 7 0
                                    


Lo primero que vi cuando entreabrí los ojos, aún entre sueños, fue a Urko sentado en mi cama, luciendo una gran sonrisa. Por lo menos alguien está contento hoy, pensé, ya que no soy yo.
—Buenos días, hermanita.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí sentado? —dije, con mi peor voz de recién levantada y un humor de perros.
—Unos cinco minutos —dijo él.
—¿Qué quieres? —volví a preguntar, con la esperanza de que se diera cuenta de que no tenía ganas de hablar— Mira que no estoy de humor...
—Lo sé —me dijo entonces—, Sandra me lo ha contado todo. Menudo bastardo ese Diego...
—Vale, vale, vale... —le interrumpí, porque cuando se pone a insultar no tiene fin— ¿Cómo es que Sandra te lo ha contado? Y dónde estabais los dos ayer cuando trataba de buscaros para irme a casa? —según lo decía, una idea me vino a la mente...— No me digas que Sandra y tú...
—Que no te lo diga no hará que no haya pasado...
—Pero... —no daba crédito a lo que escuchaba— ¿Cómo, desde cuándo, cómo ha pasado? —entré en una batería de preguntas a las que mi hermano tuvo que poner fin.
—Para, para, Luna —dijo, levantando las palmas de las manos ante mi cara de asombro—. De una en una, por favor...
—¿Cómo ha sido? —volví a intentarlo.
—Todo empezó el fin de semana pasado. Laura se fue con Mario y Sandra tuvo que quedarse con nosotros. Empezamos a hablar de todo y de nada, la acompañé a casa y, cuando quise darme cuenta, nos estábamos besando...
—Muy bonito —repliqué—. ¿Por que no me lo habéis dicho antes?
—No sabíamos cómo te lo ibas a tomar, nos preocupaba que no te pareciera bien.
—¿No sabíais cómo me lo iba a tomar? —dije entonces, indignada—. ¿A ti qué te parece? —fruncí el ceño para que notase mi malestar por lo que me estaba contando—. Me parece fatal. Ella es mi amiga y tú, mi hermano. Si todo esto sale mal, yo pierdo tanto como vosotros, o más...
—Pero Luna... Yo pensé que te alegrarías...
—¿Cómo quieres que me alegre? —grité, y la cara de Urko se transformó en una máscara de desconcierto ante mi reacción. Pensaba mantener la farsa un rato más, pero no fui capaz. No pude aguantarme más la risa y solté una carcajada enorme.
—Eres una...
—Sí, sí, ya lo sé... Pero te lo has tragado —dije, sin poder parar de reír—. ¡Tenías que haberte visto la cara! ¡Qué pena de foto!
Se me echó encima y empezó a torturarme, haciéndome cosquillas para castigarme por lo mal que se lo había hecho pasar. Conociéndole, si lo que le dije llega a ser verdad, seguro que terminaba con Sandra para no hacerme daño. Pero la verdad era que su relación me ilusionaba mucho. Sandra es una persona con un gran corazón y, de mi hermano, no puedo decir nada malo. De hecho, creo que hacían una pareja increíble. Otra cosa sería lo que pensara Laura, dado que Urko siempre había sido su amor platónico. Por cierto, recordé entonces, ¿qué habría pasado entre Laura y Mario la noche anterior? No había vuelto a pensar en ella desde que se marcharon juntos, y ahora la curiosidad se había despertado. Sin embargo, tendría que esperar a que llegara la tarde para que me lo contase todo a la sombra de nuestros árboles en Nupara.
Todavía estuvimos un rato más tumbados en la cama, hablando sobre la noche anterior. Urko que dijo que Diego no merecía que yo lo amara tanto. Porque ya habíamos establecido que yo amaba a Diego. Hasta yo me sorprendía de que se pudiera sentir tanto por una persona a la que acababas de conocer. Quizá fuera porque nadie me había demostrado hasta entonces que sintiera algo por mí. Aunque eso no era cierto, porque Christian trataba una y otra vez de demostrármelo. Pero algo en él no me atraía, y no sabía decir lo que era.
Un rato después mi madre subió a buscarnos para la comida. Se mostró suspicaz y trató de sonsacarnos información sobre la noche anterior. En acuerdo tácito y silencioso con mi hermano, les conté todo lo que se podía contar, que no era mucho pero pareció ser suficiente para ellos. Imagino que sabían perfectamente que no estábamos contándolo todo, pero no presionaron más. Después de comer, me vestí, cogí mi libro y salí pitando hacia Nupara.
Era muy pronto, pero siempre íbamos a esa hora, cuando menos gente había, para que no nos descubrieran. De haber ido más tarde, una de las muchas personas que paseaban por los caminos podía habernos visto entrar por el hueco hacia el sendero. Yo iba pensando que aquella noche había quedado con Christian, porque me había dicho que teníamos que hablar. Para ser sincera conmigo misma, debía reconocer que Christian era un chico encantador y me encantaba pasar tiempo con él, pero con quien yo quería estar aquella noche, pese a todo, era con Diego. Quería aclarar nuestra situación. También era verdad que, si quedaba con Christian, provocaba los celos en Diego, lo cual suponía que sentía algo por mí. Celos. Horrible palabra. Sinónimo de inseguridad. Si en una pareja hay confianza, los celos no pueden existir. Si la confianza se pierde es porque uno de los dos ha hecho algo que no debía, y ahí empiezan los problemas. Aunque, quizá, se pueden sentir celos sanos por alguien, sin reproches ni reclamos, sólo haciéndote sentir querida y expresando el miedo a perderte. Ojalá ese fuera el tipo de celos que Diego sentía cuando me veía con Christian...
Mis amigas todavía no habían llegado, así que me tumbé y empecé a leer. Corría una agradable brisa y me sentía tan relajada que me quedé dormida. Al de un rato, no sé cuánto, me desperté notando que había refrescado mucho. No llevaba reloj, pero sabía que era ya bien entrada la tarde y mis amigas no habían llegado. Me incorporé y, apoyada en el tronco del árbol, leí un rato más para hacer tiempo. Pero, cuando empezó a oscurecer, Laura y Sandra seguían sin aparecer. Cerré el libro y me dispuse a marcharme, cuando escuché voces y risas. Eran ellas, al fin.
—¿Dónde vas? —preguntó Laura, sonriente.
—Ya me iba, pensaba que no ibais a venir.
—¿Cómo íbamos a fallar un domingo?
—Como es tan tarde, pensé que habríais quedado con vuestros “respectivos”...
—Nuestros respectivos ¿qué? —dijo Laura, mirando a Sandra extrañada—. ¿Me he perdido algo?
—Tenías que soltarlo, ¿no? —dijo Sandra, dirigiéndome una miradita de fastidio.
—Creía que ya se lo habrías contado —respondí, aunque no era del todo cierto—, como veníais juntas y riéndoos...
—Estaba esperando a llegar aquí para decíroslo a las dos a la vez... —dijo, dejándome a la altura del barro— podemos sentarnos y os lo cuento, aunque creo que no soy la única que tiene algo que contar...

Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora