Capítulo 20 parte 2

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No pude continuar hablando, la respiración se me aceleró y comencé a llorar de una manera inconsolable. El mundo se me cayó encima al pensar en todo aquello. Todavía no entendía por qué a mí, si yo nunca le había hecho nada a nadie. El médico se acercó a mí y me puso la mano en el hombro, para consolarme.—No te preocupes. No hace falta que me cuentes nada a mí, luego vendrá la policía y les tendrás que explicar todo, sin dejarte ningún detalle.—Lo que sucede es que, antes de perder el conocimiento por el golpe en la cabeza, yo tenía la ropa puesta. Al despertar no tenía la camiseta, y llevaba los pantalones bajados.—Lo primero que voy a hacer es curarte la herida la cabeza —dijo, poniendo cara de preocupación—. Luego vendrá el ginecólogo para saber si estás bien.—De acuerdo.No me tuve que levantar. El médico fue hasta el mueble blanco y lo acercó hasta donde yo estaba. No me había fijado en que tenía ruedas. Me movió la cabeza hacia abajo, delicadamente, para no hacerme daño. Me apartó el pelo, para poder ver mejor la herida.—No es una herida muy grande, es superficial. Por la zona en la que te has dado, es normal que perdieses el conocimiento.—¿Me vas a dar puntos? —pregunté, preocupada.—No es necesario. Con un poco de betadine y un apósito será suficiente.—Me alegro —me alivió saber que no era grave. Cuando me hubo curado la herida, devolvió el mueble blanco a su lugar y se sentó ante el ordenador, para rellenar un informe.—Yo ya he terminado. Voy a buscar al ginecólogo. No tengas miedo, que todo va a salir bien.—¡Gracias por todo! —contesté. Había sido realmente amable conmigo.Me dio la mano y se marchó. Al quedarme sola, me puse un poco nerviosa, era el momento de la verdad. La puerta se abrió y otro médico entro y se sentó en la silla frente a mí. Lo miré y me sorprendió su juventud.—Hola, Luna, ¿Cómo te encuentras? —hice un gesto indefinido con la cabeza y aquello pareció contestar a su pregunta—. Si me lo permites, te voy a examinar para ver si has sido víctima de una violación.—Bien —Agaché la cabeza, para que no notara mi pudor—. ¿Qué quieres que haga?—Vamos a ir a mi consulta, para poder examinarte mejor. No quiero que te preocupes por nada. Va a ser un examen rutinario.—No hay problema —dije, escuetamente.Se levantó de su asiento y me invitó a que lo acompañara. Abrió la puerta y salimos, miré hacia la sala de espera y allí estaban, los tres hombres de mi vida. Diego, Urko y mi padre se levantaron al verme, les sonreí para que estuvieran tranquilos y seguí al ginecólogo hasta su consulta. Abrió la puerta y me dejó pasar a mi primero, muy cortés. La consulta era igual que la sala de curas, pero había una camilla especial, con estribos para poner los pies. Él entró detrás de mí y cerró la puerta.—Luna, necesito que te desnudes de cintura para abajo y te coloques en la silla, por favor. Cierra la cortina si te sientes más cómoda.—Gracias.Me puse detrás de la cortina, la cerré y comencé a desnudarme. El hecho de que el médico fuese tan joven, me da un poco de vergüenza. Nunca había ido al ginecólogo, la única persona que me había visto desnuda era Diego. Bueno, y Christian, por lo visto. Me senté en la silla, con la piernas cerradas, esperando que el médico llegara.—¿Estás lista? —preguntó desde el otro lado de la cortina.—Sí, cuanto antes mejor.—Voy a pasar —retiró la cortina, se acercó a una mesa auxiliar llena de material ginecológico y cogió unos guantes—. Siéntate en el borde de la silla y pon los pies en los estribos, por favor.—¿Así? —traté de hacer lo que me había dicho y me dio mucha vergüenza, pero era necesario—. Es la primera vez que estoy con un ginecólogo.—Pues, a tu edad, es recomendable comenzar a hacer revisiones de vez en cuando. ¿Has tenido relaciones sexuales alguna vez?—Sí —dije, cada vez más avergonzada.—Bien, ahora, intenta relajarte. No voy a hacerte daño, solo molesta un poco.—Es un poco difícil relajarse en esta situación —traté de bromear, pero solo me salió una risita nerviosa.—Lo es, pero inténtalo —me tumbé, cerré los ojos y respiré hondo. Él empezó a hacer su trabajo y, ciertamente, no me hizo daño—. Ya puedes vestirte —dijo, poco después.—¿Has terminado ya?—Sí, ya está todo.Se quitó los guantes, los tiró a la basura y cerró la cortina. Mientras me vestía, se oían las teclas del ordenador. Me imagino que estaría redactando otro informe. Estaba ansiosa por saber lo que había descubierto. Salí rápidamente y me senté en la silla que estaba frente a él.—Doctor —no podía esperar más, tenía que preguntar—, ¿me ha violado?—Un momento, enseguida hablamos.—Por favor, necesito saberlo —mi voz sonó desesperada—. ¡Entiéndame!—Ya está —dejó de mirar el ordenar, se giró y me miró fijamente a los ojos—. Puedes estar tranquila, no te ha hecho nada.—¡Bien! —por fin podía volver a sonreír—. Eso era lo que pensaba, pero necesitaba estar segura.—No hay desgarro, ni tampoco hematomas. Tampoco he encontrado rastro de semen, por lo que podemos descartar la violación.—¡Gracias, doctor! ¿Me puedo marchar ya?—Enseguida, pero primero tendrás que hablar con la policía y denunciar lo que ha pasado.—¿No podría irme a casa y poner la denuncia más tarde? —era lo único que me apetecía, una buena ducha y ponerme el pijama.—La policía está esperando fuera, no tardarás mucho. Créeme, es mejor pasar el mal trago cuanto antes.—Está bien —el médico se levantó. Me dio unas palmadas en el hombro, en señal de apoyo, y salió de la consulta.A pesar de estar conmocionada por lo que había pasado, estaba muy aliviada porque no hubiera sido nada más grave. Vencida por la presión, me tapé la cara con las manos y lloré un poco más. Estaba limpiándome las lágrimas cuando los policías entraron en la consulta. Eran dos, de unos cincuenta años, más o menos. Parecía, por sus caras compungidas, que era su hija la que había sufrido la agresión.—¡Hola, Luna!—¡Hola!—Tus padres pusieron una denuncia por tu desaparición ayer por la noche —cerraron la puerta y se pusieron delante de mí—. Ahora necesitamos que nos cuentes todo lo que recuerdes, desde que saliste de casa.—Sí, por favor. Cualquier detalle puede ser importante.Comencé a explicárselo todo, desde que Míriam apareció en mi casa hasta que perdí el conocimiento. Al recordarlo todo, no pude reprimir las lágrimas. Los agentes intentaron tranquilizarme, pero estaba muy angustiada.—Eso es todo lo que pasó —uno de ellos anotaba todo en una libreta.—Por tanto, conoces al agresor —el otro agente era el que preguntaba.—Sí, veranea en el pueblo.—¿Algún dato más sobre él?—No, creo que se lo he dicho todo. Todo el mundo en el pueblo lo conoce. La descripción que les he dado es exacta. No sé qué más puedo decir.—De acuerdo. Ahora nos encargamos nosotros —los dos agentes se acercaron a la puerta—. Acompáñanos con tu familia.Me levanté y los seguí hasta la sala de espera. En cuanto papá me vio, salió corriendo hasta donde yo estaba y me abrazó muy fuerte. Yo le respondí con la misma fuerza, necesitaba su abrazo.—¿Hija, estás bien?—Sí, papá. No te preocupes, no me ha hecho nada.—No te ha...—No, ni un rasguño —mi padre empezó a llorar de alivio aunque, como no tenía costumbre, se limpió rápidamente las lágrimas. Después, volvió a abrazarme.—¡Disculpe! —uno de los agentes se acercó a nosotros—. Necesitamos hablar con usted.—Sí, sí, ya voy —papá se separó de mi lado y se fue a hablar con los ellos.—¡Luna! —esta vez fue Urko quien se abalanzó sobre mí—. ¡Mi hermanita! ¿Cómo estás?—Tranquilo, Urko, estoy bien.—¿Seguro? ¡Te juro que en cuanto lo pillé lo voy a matar!—Solo quiero ir a casa, por favor, necesito ducharme.—Voy a ver si papá ha terminado y vamos a por el coche. Espera en la puerta.—Sí, ahora voy.Urko me dio un beso en la mejilla, miró a Diego y salió corriendo a buscar a papá. Diego se acercó a mí, muy lentamente, como si le diera miedo. No pude evitar sonreír y esa fue la señal que le dio vía libre para llegar hasta mí y abrazarme con tanto ímpetu como lo había hecho Urko.—¿Cómo estás, mi dulce? —susurró en mi oído.—Bien, solo ha sido un susto.—No te ha tocado, ¿verdad?—No —dije. Luego le di algún detalle—. Quería ser el primero pero, como le dije que ya lo habías sido tú, creo que perdió el interés.—¡Menos mal! —me abrazó todavía más fuerte—. ¡De todas maneras, me las va a pagar!—La policía se va a encargar de él, no quiero que nadie se meta en problemas.—Luna, me la debe —dijo, con furia contenida.—¡Solo quiero irme a casa, por favor! No quiero hablar más del tema.—Como quieras, mi dulce, pero no creas que me voy a separar de ti.—Pero...—No, no. No te puedes hacer a la idea de lo mal que lo he pasado. Desde que Laura me vino a buscar a casa, he estado al borde del infarto.—Vámonos, Diego, ya hablaremos más tarde.Intentó darme un beso en los labios, pero me aparté y le puse la mejilla. No estaba preparada. Quería llegar a casa y lavarme todo el cuerpo, al menos diez veces. Diego no me hizo ningún reproche, siempre había sido comprensivo y, en aquel momento, siguió siéndolo. Me colocó su sudadera sobre los hombro y salimos del centro de salud. Al salir por la puerta, la mujer que nos había atendido me sonrió y me guiñó un ojo. Supuse que se había enterado de que todo había ido bien. Le dije "gracias" moviendo los labios, y ella asintió con la cabeza. Diego me abrazó y salimos definitivamente del centro de salud.Papá y Urko esperaban en la puerta de entrada, con el coche. Diego me abrió la puerta y entré sin dudarlo, seguida por él. Mi padre arrancó el coche y nos fuimos de allí. Durante el trayecto, de nuevo, todos estuvimos en silencio. Nadie quería mencionar lo sucedido. Probablemente, preferirían hablar de ello en la intimidad de nuestra casa. O quizá me estaban dando tiempo para que lo contase por mí misma. En cualquier caso, mi padre ya habría sido informado por los agentes.Cuando mi padre metió el coche en el garaje, me bajé sin que nadie me ayudara. El saber que Christian no había cumplido sus propósitos me había animado, me sentía más fuerte. Abrí la puerta de casa y mamá se levantó del sofá para venir corriendo hasta mí. Me abrazó tan intensamente que las dos nos echamos a llorar. Laura y Sandra estaban allí, en el sofá, y también lloraban. Aquello parecía una versión doméstica de Sonrisas y Lágrimas, pensé, divertida. De hecho, creo que nunca había llorado tanto como lo hice aquel verano. Miré a las chicas y, por encima del hombro de mi madre, les hice un gesto negativo con la cabeza. Fue suficiente para que me entendieran y respirasen tranquilas.—¡Cariño! ¿Estás bien? —mi madre no podía ni hablar.—Sí, mamá, todo está bien.—¿Estás segura? —me agarró la cara entre sus manos y me examinó, para ver si tenía alguna marca. Me tocó la parte de atrás de la cabeza y gemí de dolor—. ¿Qué pasa, que tienes?—Nada, mamá. Me golpeé la cabeza, me quedé sin conocimiento y tengo una pequeña herida.—¿Qué ha pasado, hija? Esta mañana decidimos que me quedara en casa, por si aparecías por aquí, y llevo todo el día en un sinvivir...—¡Tranquila mamá! ¡Estoy bien! —intenté que se calmara— Primero quiero ducharme y cambiarme de ropa. Necesito descansar. Pero luego te lo explicaré todo, y a vosotras también —añadí, mirando a mis amigas.—Pero hija...—¡Mamá, por favor! No tardaré mucho pero, de verdad, necesito una ducha caliente...—Como quieras, cariño.Miré a Laura y Sandra, les hice un gesto y me siguieron escaleras arriba. Urko y Diego, mientras tanto, cuchicheaban entre ellos, hirviendo de furia. Cuando llegábamos ya a mi habitación, escuché cómo se cerraba la puerta de casa. No tenía que pensar mucho para saber dónde iban, pero pensé que eran unos ilusos si creían que iban a encontrar a Christian paseando por el pueblo. Entramos en mi dormitorio y Sandra cerró la puerta.—¡Luna, cuéntanos que ha pasado! —dijo Laura.—Contadme primero cómo supisteis dónde estaba. ¿Os lo ha dicho Míriam?—¿Míriam? —se miraron, extrañadas—. ¿Qué tiene que ver Míriam en todo esto?—Ella vino anoche y me dijo que te había visto ir hacia el bosque, llorando.—¡Mentirosa! ¡Ayer estuve todo el día con Mario!—Ahora lo sé. Al salir de la discoteca, vi como discutías con Mario. Pensé que por mi culpa habías tenido problemas con él.—No te voy a engañar —Laura agachó la cabeza—. La bronca que me ha echado por dejar que besaras a otro chico, no te la puedes ni imaginar.—Lo siento de veras —dije—. Pero todavía no entiendo cómo os habéis dado cuenta de que no estaba y sobre todo, ¿por qué estabais con Diego?—Esta mañana, hemos pasado a buscarte para ir un rato a Nupara. Tu madre nos ha dicho que no estabas, pero no estaba preocupada.—Es que les dije que dormiría en tu casa, Laura.—Claro, pero al no verte con nosotras, ha cundido el pánico —siguió Sandra—. nosotras intentamos tranquilizarla, diciéndole que estarías con Diego.—¿Con Diego? ¿cómo se os ocurre?—Fue lo primero que pensamos —dijo Laura—. al no estar con nosotras, no había muchas más posibilidades...—Sí, es verdad —reconocí.—Después de eso, hemos ido hasta casa de Diego, a buscarte, pero tampoco estabas allí. Cuando le dijimos que no aparecías, se volvió loco. Quería salir corriendo a recorrer el pueblo, a buscarte.—¿Fuisteis directamente a Nupara?—No, primero pasamos por tu casa de nuevo, para avisar a tus padres. Tu padre y Urko, no dudaron ni un instante y salieron a por el coche para hacerlo más rápido. Sandra y yo nos fuimos a Nupara.—¿Cómo es que Diego os acompañó a Nupara y no se fue con mi familia?—Se ve que creyó que sería más probable encontrarte allí, y vino con nosotras. Pero, si te sirve de algo, al llegar allí no quería entrar. Entramos nosotras y, cuando te vimos en el suelo, lo llamamos y entró corriendo hasta donde tú estabas.—Le dije que nunca se le ocurriera entrar en Nupara, que era nuestro lugar sagrado —agaché la cabeza y sonreí—. Abrir los ojos y verlo allí fue lo mejor que me podía pasar en aquel momento.—Luna, cuéntanos qué ha pasado, qué te ha hecho ese...—Sandra endureció el tono de voz.—Nunca pensé que Christian fuera capaz de tanto. Los anónimos habían sido cosa suya, como Diego pensaba —de nuevo las lágrimas asomaron a mis ojos—. Estaba borracho, olía mucho a alcohol y llevaba la misma ropa que en la discoteca. Su objetivo principal siempre ha sido separarme de Diego para poder estar conmigo. Lo que le hizo explotar fue verme besando a otro chico en la discoteca. Él aún pensaba que, si no estaba con Diego, estaría con él.—No entiendo qué tiene eso que ver con él —dijo Sandra.—Yo, al principio, tampoco, pero creo que el haberlo rechazado tantas veces le había creado una gran frustración y verme besar a Javi fue la gota que colmó el vaso.—¡Pero eso no le da derecho a obligarte a estar con él! —Sandra saltó enérgicamente.—Lo sé...—Cuéntanos cómo ha pasado —Laura me agarró la mano con fuerza—. Si es que tienes las energías para hacerlo.Comencé a contárselo, pero me resultaba muy difícil hablar de ello. Había confiado en Christian, le había hablado de Nupara, lo había defendido ante Diego una y mil veces... ¿Qué clase de persona era él, para sentirse con derecho a forzarme? Terminé de contar toda la historia. Laura y Sandra no salían de su asombro, nunca habían pensado que Christian fuese capaz de tanto.—¡Es un enfermo!—No Sandra, es un hijo de... — respondió Laura, con odio.—No lo sé, solo sé que, ahora mismo, lo único que quiero es ducharme y tirar esta ropa a la basura.—No te preocupes, te esperamos —dijo Sandra, con ternura.—No, chicas. Me apetece estar sola. Después de ducharme voy a dormir un poco. Si queréis, podéis venir esta la noche y quedaros a dormir.—¿Estás segura?—Sí, por favor.Las dos se levantaron, nos abrazamos y salieron del dormitorio. No quise pensar ni un segundo más. Me quité la ropa y abrí el grifo del agua caliente. Me puse debajo del agua y dejé que ésta barriera las huellas de Christian de todo mi cuerpo. Todavía sentía muchísimo asco de mi propio cuerpo, así que cogí la esponja, la llené de gel y froté fuertemente por toda mi piel. Froté una y otra vez, pero seguía sintiendo la misma impotencia ante lo sucedido. Todo era demasiado reciente, una sola ducha no podría borrar ciertas imágenes de mi mente. Cerré el grifo, me envolví en una toalla y me puse otra en el pelo. Así, tal como estaba, me metí en la cama y me dormí, escuchando Encrucijados.--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Hola, ya estoy aquí, más que interesante, vedad? Besakos.

Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora