Capítulo 17 parte 1

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El sonido del móvil me despertó. Me enfadé conmigo misma por no haberlo apagado, pero recordé a mi abuela y de un bote salté de la cama y cogí el teléfono. Miré la pantalla y era mamá quien me llamaba.—¡Buenos días, Luna!—¡Hola, mamá! ¿Qué tal abuela?—Ya está mucho mejor, esta mañana le quitan la escayola y puede empezar a apoyar un poco el pie —dijo mi madre, de buen humor—. El viernes volvemos al pueblo, aunque solo sea para quince días. ¡Te han llegado unos papeles de la universidad !—¿De la universidad? ¿Y qué pone? —era mi primer año de universidad y, una vez hecha la matrícula, había pensado que eso era todo—. No me dijeron que me mandarían nada.—No es nada importante. El calendario de comienzo de curso, las asignaturas que tienes el primer año y el horario.—Tráelos —pedí—, quiero saber qué me toca este año.—¿Qué tal por el pueblo? —preguntó entonces mi madre—. ¿Alguna novedad?—No, mamá —no pude evitar sonreír—. Todo sigue igual que cuando os fuisteis.—Me alegro. El viernes nos vemos, cariño.—Perfecto, mamá. Os esperamos entonces.Me estiré en la cama, para despejarme. Me levanté con energía, fui al baño, me lavé la cara y bajé a desayunar. Había quedado en Nupara con mis amigas. El plan de reconquista se ponía en marcha desde ese momento. En la cocina, el desayuno estaba preparado, pero no había nadie. Urko se había ido a casa de Sandra, para pedirle por última vez que lo escuchara. Era un poco antes de lo que habíamos acordado, pero pensé que no había sido capaz de contener la emoción. Desayuné tranquilamente, pensando cómo saldría todo lo que habíamos preparado para Sandra. Solo esperaba que le gustase y que pudiera disfrutar de su relación con Urko el resto del verano. Unté la tostada con mantequilla y, cuando le iba a dar el primer mordisco, llamaron a la puerta de casa. No pude evitar alegrarme, porque solo podía ser una persona, Diego. Le di un mordisco a la tostada y salí corriendo hasta la puerta. Cuando la abrí, me quedé sorprendida al ver a Christian parado delante de mí. Intenté tragar el trozo de tostada que tenía en la boca pero, de la impresión, me atraganté.—¡Christian! —tragué muy rápido y me entró la tos—. ¡Perdona! Me he atragantado al verte. ¿Qué haces aquí?—Buenos días, Luna —me hizo un gesto para que nos sentáramos en el balancín, yo accedí porque me pareció que teníamos mucho de que hablar—. Necesito explicarte y pedirte perdón por lo sucedido estos días.—Para serte sincera, no pensé que actuarías de la manera que lo has hecho. Pensé que eras diferente.—¡Y lo soy! ¡Pero los celos me han hecho actuar de esa manera!—Eso no me parece una excusa. Mario podía haber salido muy mal parado. ¿No pensante en las consecuencias?—No, en ese momento solo pensé en el odio que le tengo a Diego y en cobrarme todas las que me ha hecho.—Eso puedo llegar a entenderlo. Pero sabes perfectamente cómo es Raúl y aun así te has dejado llevar por él —le recriminé.—Tienes razón, por eso estoy aquí, pidiéndote perdón —. agachó la cabeza, avergonzado—. ¡Perdóname, por favor!—No es a mí a quien tienes que pedir perdón, sino a Mario y a Diego.—Con Mario estuve hablando ayer, pero con Diego es diferente —. Una chispa de odio se reflejó en su mirada—. Por muchos motivos que tú ya sabes, no puedo pedirle perdón. No te pido que lo entiendas, pero es así.—Desde luego que no lo entiendo... sin embargo, no olvides que estoy enamorada de él y que ahora Diego es mi vida.—Sé que algún día te darás cuenta de que estás equivocada y aquí estaré yo esperando, para que llores en mi hombro y darte todo el amor que él no sabe darte.—¡No hables de lo que no sabes! —me enfadé, al oír cómo cuestionaba el amor que Diego sentía por mí—. Además, aunque Diego y yo terminemos, el amor que siento por él es tan grande que no podría estar con otra persona en bastante tiempo.—¡Te esperaré el tiempo que haga falta!—Busca a alguien que te haga feliz, Christian —dije, con dureza—. Siento ser tan dura contigo, pero creo que amaré a Diego toda mi vida.—Soy una persona bastante paciente —insistió, confirmando que no hay más ciego que el que no quiere ver—, te esperaré y sé que alguna vez serás mía.Sin decir ni una sola palabra más, cogió una de mis manos, la besó de una manera muy tierna y se marchó. Me quedé sorprendida con lo que había dicho, pero a la vez me alegré de que se le hubiera pasado el enfado que tenía conmigo. Me acerqué a cerrar la puerta de la verja y vi cómo Diego y Christian se cruzaban e intercambiaban miradas de manera amenazante. Por un momento, pensé que Diego le atacaría por haber venido hasta mi casa a hablar conmigo, pero lo dejó pasar y siguió caminando. Al verme en la puerta, su expresión pasó de la furia a la alegría. Se acercó corriendo, me abrazó y me plantó un apasionado beso en los labios.—¡Buenos días, mi amor!—Hum... ¡Buenos días! —fue el mejor beso que me habían dado jamás a esas horas de la mañana—. ¿Qué haces por aquí?—He venido a por mí beso de buenos días. He quedado con Mario, que está en casa de Laura, para dar una vuelta por el pueblo. Ya que nos abandonáis para iros a vuestro lugar secreto...—¡Claro! Y de camino has decido pasar por aquí. Yo pensaba que habías venido hasta mi casa solo para darme los buenos días, pero ya veo que todo ha sido casualidad —bromeé.—¡Qué tontita eres! Primero ver a mi amor y luego, Mario.—Sí, claro, excusas —Intenté soltarme de su abrazo, para provocarlo—. ¡Solo excusas!—No te voy a soltar, y menos hasta que me digas qué hacía el payaso de Christian en tu casa —la cara le cambió por completo. Sabía que estaba jugando, pero al hablar de Christian, su actitud se había hecho más violenta, sin querer. Me abracé a él y le di un beso en el cuello, suavizando su actitud.—Ha venido a pedirme perdón, por las reacciones que ha tenido conmigo y por la pelea que tuvisteis en la discoteca.—¡A mí todavía no me ha pedido perdón! —volví a darle otro beso en el cuello, para calmar su odio—. ¡Cómo se nota con quién quiere ganar puntos!—Si no te importa, mejor nos centramos en nosotros y dejamos a los demás de lado. Estaba desayunado, ¿quieres entrar?—Sabes que, si es para estar contigo, voy adonde me pidas —nos dimos otro beso en los labios y entramos en casa. Para que no volviera a sacar el tema de Christian, comencé a hablar de Urko y de Sandra.—Urko ha ido esta mañana a casa de Sandra. Todavía no ha vuelto, me imagino que estarán hablando.—Acabo de pasar por delante de la casa de Sandra y Urko estaba hablando con su abuela, no sé que le estaría diciendo.—Cualquier cosa, pero conociendo a Sandra, no va a bajar a hablar con él.—¡Mira que sois malas las mujeres! —dijo, dándome una palmadita en el culo.—No somos malas, pero sabemos lo que nos gusta.—Dejemos el tema, que me puedo imaginar cómo termina.—¡Mejor! —no pude evitar mirarle de una manera maliciosa—. Esta noche me quedo a dormir en casa de Laura. Aprovechando que vas allí ahora, pregunta si no les importa a ninguno de los dos que vengas a dormir conmigo.—Me he anticipado a tu petición, por una vez. Ayer, cuando hablé con Mario para quedar para hoy, le dije que se lo preguntara a Laura. Me dijo que no había problema.—Sabía que te diría que sí, es genial. Me voy a cambiar, que ya llego tarde.—¿Está muy lejos ese sitio al que vas?—Ni te imaginas —una mentira blanca no hace daño a nadie—. Nupara está a una media hora en bici de aquí.—¿Hacia dónde?—Hacia ningún lugar.No pude evitar reírme. Contaría a Diego cualquiera de mis secretos, si los tuviera, pero nunca le hablaría de la ubicación de Nupara. Ese lugar sigue siendo solo nuestro. Recogí los platos del desayuno y subí a ducharme y vestirme. Diego se quedó en la sala, esperando a que bajara. Me puse la ropa más cómoda que tenía porque, para estar sentada en el suelo, no hay nada mejor que un chándal. Bajé corriendo, porque ya era muy tarde. Urko y Diego estaban hablado en la sala.—¿Has podido hablar con ella?—No, no ha querido bajar, he hablado con su abuela y me ha pedido que le dé tiempo.—Bueno —intervine—, tú estate tranquilo que ahora he quedado yo con ella, el plan marcha como lo habíamos pensado.—Tienes una hermanita que, cuando se pone, da hasta miedo... —bromeó Diego.—Entonces, ¡ya sabes lo que te toca!Me acerqué hasta Diego y me senté en sus piernas. A Urko le di un golpe en el hombro por hacer ese comentario, pues no me había gustado nada. Los dos comenzaron a reírse y me alegré de que se llevasen tan bien. Pero que pensaran igual me preocupaba. Me despedí de los dos y salí de casa sabiendo que llegaba muy tarde. Aunque, sabiendo igualmente que ellas estarían esperándome tranquilamente en Nupara, tampoco me preocupaba tanto. Diego se quedó en casa con Urko y yo cogí la bici del porche, salí todo lo rápido que pude y pedaleé con fuerza. Llegue a Nupara y las chicas estaban tomando el sol, hablando tranquilamente. Dejé la bici en la entrada, donde siempre, y me fui hasta mi árbol. Al llegar, me quité toda la ropa y me tumbé encima de la hierba. De lo rápido que había venido, tenía mucho calor y estaba sudada.—Siento la tardanza chicas, pero se me ha complicado la mañana.—Con Diego, ¿no? —Laura, tan perspicaz como siempre—. Ahora no se separa de ti.—No, Christian ha pasado por mi casa —respondí, dejándolas alucinadas.—¡Me imagino que lo has echado de allí! Después de lo que ha hecho, ya no me fio de él.—Me ha dicho que ha hablado con Mario y le ha pedido perdón...—Sí, pero Mario le ha dicho que no quiere volver a verlo por todo lo que ha pasado y por respeto a Diego.—Yo le he dicho que no es a mí a quien le tiene que pedir perdón, sino a Diego. Pero dice que nunca le pediría perdón a él.—Para serte sincera —dijo Laura—, mi opinión sobre Christian ha cambiado muchísimo, ya no me parece una persona de fiar —. Sandra le dio la razón con un gesto.—Estoy de acuerdo con vosotras. Antes me daba pena perder la relación con él, ha sido muy amable conmigo desde el principio del verano. Y muy persistente con el tema de hacernos novios... pero hay algo en él que me inquieta y prefiero guardar las distancias.—Me alegro de que tomes esa decisión y estoy segura de que Diego también —. Laura lo dijo con rencor.—Bueno, Sandra, cambiando de tema, ¿cómo eres tan mala con mi hermano?—Hoy ha dado un pasito más para que lo perdone. Ha estado hablando con mi abuela. Le ha dicho que me quiere como nunca ha querido a ninguna chica —. Según repetía lo que Urko le había dicho a su abuela, sus ojos se iluminaban—. Que no parará hasta que lo perdone.—¿Qué más quieres? Es una declaración en toda regla —yo estaba siguiendo el plan.—¡Pero no llega a lo que te hizo Diego a ti! Yo quiero algo parecido —. No tenía ni idea de lo que le esperaba aquella noche, pero yo debía aplacar sus expectativas para aumentar el factor sorpresa.—Urko no tiene imaginación para esas cosas. Conociéndole, te perseguirá hasta que le escuches, pero no esperes mucho más.—Entonces, tendrá que perseguirme durante mucho tiempo —dijo Sandra, decidida pero un poco triste.—Tú verás, pero igual consigues que se canse de seguirte —Laura me seguía el juego perfectamente—. Luna, hoy noche de chicas en tu casa, ¿no?—Sí, Urko se va a casa de David, a jugar al póquer con sus amigos. Creo que se queda a dormir en su casa.—¡Perfecto! Creo que necesitamos una noche para nosotras solas —le había salido una actuación inmejorable.—¿Estás segura de que Urko no aparecerá? —dijo Sandra, con preocupación.—Segura del todo, me ha dicho que no le espere hasta mañana al mediodía. Y yo le he dicho a Diego que quería estar con vosotras, así que aprovechará para estar con sus amigos.—Hace mucho que no tenemos una noche de chicas, Sandra. ¡Anímate! —entre Laura y yo estábamos haciendo lo posible para que no pensara que era una trampa—. Hace mucho que no nos quedamos en casa de Luna.—Pero...—No pongas ningún pero. Urko no va a estar en casa y hace mucho tiempo que no hacemos una noche de chicas. ¡No puedes negarte! —insistí.—¡Está bien! Una noche para nosotras, sin chicos ni nadie que nos moleste. Me apetece.Nos había costado un poco convencer a Sandra de que Urko no estaría en casa en toda la noche. Laura y yo nos miramos y sonreímos maliciosamente. Sandra no nos vio, porque se había levantado para coger agua de la mochila. Esperaba que la sorpresa de Urko le gustase. Seguimos hablando de todo lo sucedido a lo largo del verano. Nunca pensé, antes de llegar al pueblo, que el verano se desarrollaría de aquella manera. El amor había aparecido por fin en mi vida y yo nunca hubiera dicho que ese amor se llamaría Diego. Siempre me había parecido tan inalcanzable, que estar con él me hacía sentir muy especial. El hambre comenzó a tocar en la puerta del estómago, así que recogimos todo y nos fuimos a casa, no sin antes quedar para la noche.—¿Os parece bien quedar a las nueve en mi casa?—A mí me parece una hora perfecta. Chucherías, cenar y película ¡Mejor plan imposible! —Laura me guiñó un ojo.—¿Necesitas que me pase antes para ayudar a hacer la cena?—No Sandra, tengo unas pizzas en la nevera, las meto en el horno y, para cuando lleguéis, están listas —Sandra es una de esas personas que suelen llegar pronto a todas partes, por eso teníamos que darnos prisa en dejarlo todo listo—. Pero puedes venir cuando quieras.—No, a las nueve me parece bien.Nos fuimos hacia casa. Por el camino, comentamos las películas que cada una tenía en su casa, por si nos apetecería alguna en concreto. Aunque a Sandra le había costado decidirse, se la veía entusiasmada hablando sobre la noche que íbamos a pasar juntas. Al llegar al pueblo, Sandra se fue a su casa y Laura y yo tomamos el mismo camino hacia las nuestras. Así, pudimos quedar a las ocho, en su casa. Cuando llegué a la mía, Urko estaba en la cocina, pensativo. Al verme entrar, se le alegró la cara. Supongo que estaría esperando que le confirmara si Sandra vendría o no.—¡A las nueve tienes aquí a tu princesa! —una expresión de alivio apareció en su cara—. Ahora toca dejarlo todo preparado.—¡Eres una genio, hermanita!—¡Eso dilo cuando todo haya salido bien! —me acerqué a él y le di un beso en la mejilla. Me puse los macarrones en un plato, todavía estaban calientes y me senté a su lado.—Sandra siempre suele llegar un poco antes, por lo que tienes que prepararlo todo para las ocho y media —le avisé.—Sí, no te preocupes.—Yo he quedado en casa de Laura a las ocho. Me quedo a dormir allí —en ese momento recordé que no le había dicho que mamá había llamado—. ¡Mamá me ha llamado esta mañana!—¿Cuándo vuelven? —preguntó, distraído.—El viernes están aquí. La abuela está mucho mejor, por lo que vienen a pasar los últimos quince días de sus vacaciones.—Me alegro que la abuela esté mejor. Pero me ha gustado pasar casi todo el verano los dos solos.—Sí, no ha estado nada mal.Con todo lo que había pasado, había sido un alivio que nuestros padres no estuvieran. Me imaginaba sus caras de preocupación y sus preguntas, cada vez que apareciéramos con el ánimo cambiado. Lamentaba mucho lo que le había pasado a la abuela, pero estar solos había sido genial. Recogí los platos de la comida, los metí en el lavavajillas y comenzamos a preparar todo para la noche. En el armario de la sala, estaban las copas de champán. Saqué dos y las llevé a la cocina, para fregarlas. Urko había metido una botella de Moet Chandon en la nevera, para que estuviera fría. No había reparado en gastos, el tío. Pusimos los platos en la mesa, con la cubertería buena de mamá. La cena la preparamos más tarde, para que estuviera recién hecha. Subimos al cuarto de Urko, puesto que allí tenía las bolsas con todas las comprar que había hecho con David. Cambiamos las sábanas de su cama por unas limpias. No sabíamos cómo iba a salir la noche pero, por si acaso, mejor tener todo bien preparado. Cogí las velas blancas de dentro de la bolsa y pusimos una en casa mesilla.—¿Dónde están los pétalos, Urko? No los veo.—No sé, pero los he comprado —miramos a nuestro alrededor y, al no encontrarlos, Urko comenzó a ponerse nervioso—. ¿Cuántas bolsas hay ahí?—Aquí hay dos, y son todo velas.—¡Falta una!—Voy a bajar a ver si te la has dejado en la sala. Tú sigue poniendo velas por todas partes.--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Hola, otro capítulo que dejo por aquí, espero que os guste, un beso.

Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora