capítulo cuatro

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Al día siguiente me desperté temprano, otra vez con la mirada de Diego entre ceja y ceja. Pensé que tendría que hablar con él, a ver si de esa forma dejaba de soñar con sus ojos. Cuando bajé a desayunar no había nadie levantado. Me puse un café, cogí una magdalena y subí sin hacer ruido para desayunar en mi cuarto. Tenía ganas de leer un rato porque, con tanto salir por la noche, apenas había tenido tiempo y el libro era bastante interesante. Estaba tan metida en la historia que no me di ni cuenta de la hora que era hasta que Urko entró en mi habitación.

- Buenos días, Luna, ¿qué tal mi hermana favorita?

- Dirás tu única hermana- contesté con sorna-. Ya sé que no vienes a preguntar por mi brazo, sino a cotillear, a ver si pasó algo con Christian ayer por la noche. Pues déjame decirte que, para tu fastidio, no pasó nada. Solo estuvimos hablando y conociéndonos.

- ¿Ni un besito?- dijo, con la voz extrañamente aguda- No me lo creo.

- Pues créetelo, nada de besos y todavía soy virgen así que, de lo otro, ni hablamos...

- ¡Luna!- se escandalizó mi hermano- Eres demasiado sincera... aunque me alegro, sabes que soy muy celoso y no sé cómo llevaría el verte con un chico...

- Urko, ese día llegará, no me voy a meter monja por ti...

- Lo sé, pero tengo que asimilarlo, ver a mi "peque" besándose con otro chico me cuesta... pero también quiero que llegue ese momento. El primer beso de amor es algo muy especial y te puedo asegurar que sea como sea y con quien sea, nunca, nunca, se te va a olvidar.

- Gracias por tus consejos- dije, sinceramente-. Y no te preocupes- añadí, sonriendo-, que el día que llegue me lo notaras en la mirada.

Nos abrazamos y, nada más irse, me vestí porque había quedado con mis amigas en Nupara. Me puse ropa cómoda y pensé que iría en bici, así el camino se haría más corto. Salí al porche y abrí la puerta de la verja. No quise ni pensar en el accidente de dos días atrás. Me monté y probé cómo sería ir solo con una mano. No era tan difícil, por lo que me fui a Nupara. Llegué sin ningún problema y mis amigas ya estaban allí, cada una tumbada bajo su árbol. Al verme llegar se sentaron las dos arqueando las cejas, preguntándome con la mirada, diciéndome "Suéltalo ya".

- ¿Qué tal, chicas?

- ¡Ni qué, ni nada!- espetó Laura- Cuéntanos qué tal ayer con Christian.

- Bien- dije, sabiendo que se iban a decepcionar-. Quedamos y estuvimos hablado de todo en general y de nada importante, pero si estáis esperando que os diga que nos besamos, desde ahora os digo que no.

- ¿Ni un beso pequeñito?- preguntó ella.

- No Laura, nada de nada- efectivamente, aquella mirada era de decepción-. Lo pasé muy bien, pero Christian es solo un amigo y yo desde luego no lo veo de otra manera.

- Pues menudo chasco, yo que pensaba que por fin te darían ese beso de amor, como esos de los que lees en tus libros románticos...

- Pues no, todavía no ha llegado el chico que me lo tiene que dar, pero algo me dice que será este año- no les quería contar todavía lo que sentía al ver a Diego, por si era algo pasajero. Si no era así, ya se lo confesaría-. Por cierto, Laura, ayer a las siete fui contigo al parque, donde tu querido amigo Diego, y todavía no sé para qué...

- Yo tampoco lo entendí- se mostró de acuerdo-. Por eso me acerqué a él y se lo pregunté.

- Y...

- Dice que no se acercó a hablar contigo por Míriam, porque es demasiado celosa con todas las chicas y, desde que vio a Diego preocupado por ti, todavía más.

Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora