Capítulo 7 parte 2

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Bajé las escaleras a todo correr, saludé a toda la familia sin pararme y salí de casa como una exhalación. Si me paraba, se fijarían en mi cara y no me apetecía inventarme alguna explicación ridícula. Apreté el paso y llegué adonde habíamos quedado demasiado pronto. Christian no estaba allí y casi me alegré: le esperaría un rato y, si no llegaba, me marcharía, evitando tener que aparentar que no me pasaba nada.
La noche era perfecta. Me encanta mirar las estrellas y el cielo estaba plagado, todo iluminado por la luna llena. Me concentré en esa preciosa imagen, pero sólo consiguió entristecerme aún más. Tan absortaba estaba en mis pensamientos, que no me di cuenta de que Christian había llegado. Giré la cabeza y allí estaba, sentado junto a mí, mirándome y sonriendo. ¿Cómo podía no haberme dado cuenta de que un chico como él estaba allí sentado, conmigo?
—Hola —dijo suavemente.
—Hola, Christian.
—¿En qué estás pensando?
—En nada, tonterías...
—Tonterías muy importantes para ti, porque ni siquiera te has dado cuenta de que he llegado...
—Es verdad —dije, avergonzada—. Pero no es nada importante. Cuando miro las estrellas, algo me absorbe, es como si dejara de estar aquí y me elevase junto a ellas para mirar el mundo desde arriba...
—Eso es lo que me gusta de ti —dijo entonces, con su franqueza habitual—. Nunca sé lo que vas a decir en cada momento. Creí que podías estar pensando en mí y en lo que tengo que decirte... —añadió, con un fondo de decepción en la mirada.
—También he pensado en eso, no te creas —dije, para concederle al menos mi interés—. Ayer me quedé muy intrigada.
—Antes de nada, quiero darte esto —saco una caja envuelta en papel de regalo, sorprendiéndome por lo inesperado de la situación—. Toma, espero que te guste.
—Pero... no entiendo. No tienes por qué hacerme un regalo —cogí la caja y la desenvolví con cuidado, pues no me gusta romper el papel. Miré de refilón a Christian y puede notar su ansiedad. La caja era de La Luna de Plata, de la diseñadora burgalesa Sara Serna, que hace diseños muy especiales y personalizados. Dentro había una pulsera de plata de la que pendían pequeñas lunas y estrellas labradas—. Muchas gracias —dije, perpleja—, es preciosa...
—Me alegro de que te guste —dijo—, en cuanto la vi, supe que era para ti. ¿Me dejas ponértela?
—Espera, Christian —tuve que detenerlo hasta que aclarásemos la situación—. No entiendo a qué viene esto, supongo que no les regalas pulseras a todas tus amigas, ¿no?
—Es verdad. No lo hago —dijo, todavía mirándome a los ojos y haciéndome sentir incómoda—. Pero tú no eres sólo una amiga para mí, ¿no te has dado cuenta? —¡se me estaba declarando! No me podía estar pasando esto, ¿cómo iba a decirle lo que sentía sin herirle? ¿Cómo le iba a contar toda la historia con Diego?— La verdad es que me gustas mucho. Más que eso, hacía mucho que no sentía por nadie lo que siento por ti.
—No sé, Christian... —no sabía qué decir.
—El año pasado, en fiestas, nos tropezamos mientras bailabas en la verbena con tus amigas. Yo te agarré para que no te cayeras y tú me miraste y, con una sonrisa muy tímida, me pediste perdón. Esa fue la primera vez que pude notar tu olor a vainilla. Desde entonces, cada vez que algo huele así, me acuerdo de ti. Nadie me había calado tan hondo en tan poco tiempo —siguió diciendo, mientras yo quería que me tragase la tierra—. Este verano, desde que llegaste, noté que me ponía nervioso sólo con verte. Y la primera vez que coincidimos aquí, no fue casualidad...
—Eso lo sabía —dije, contenta de poder participar en una conversación sobre la que no tenía ningún control—. Mi hermano te había chivado que yo saldría a dar una vuelta. Él sabía que sentías algo por mí y te lo dijo a propósito...
—Es verdad —se rió—, él me lo dijo. Estaba tenso porque no sabía cómo empezar una conversación contigo. ¡Suerte que se te había soltado un cordón! Era la ocasión perfecta, así conseguí que pasáramos un rato charlando y cuando empecé a conocer tu forma de ser, comprendí que me estaba pillando contigo. Estoy... bastante enamorado.
—No sé qué decirte, Christian —intervine, tratando de quitarle importancia al asunto—. ¿Enamorado?
—Enamorado, sí —insistió, plenamente seguro—. Y quería regalarte esa pulsera y pedirte que seas mi novia.
—Me siento muy sorprendida —se me escapó, después lo quise arreglar—. Y halagada, claro. Pero yo...
—Espera un poco, Luna —me cortó, astutamente—. No digas nada. Acepta la pulsera hoy y prométeme sólo que lo pensarás unos días. No quiero que te sientas presionada por lo que te he dicho. Prefiero que lo pienses y me des una respuesta sincera. Podemos volver a quedar aquí el jueves...— me miró, valorando mi expresión. Luego dijo— ¿Me dejas ponerte la pulsera?
—Está bien —tuve que claudicar, no podía decirle que no—, pónmela. Y también acepto que quedemos el jueves...
Me puso la pulsera con mucho cariño, pero el roce de sus dedos en mi piel no me hacía sentir nada. Le miré, buscando algo en el fondo de su pupila, pero solo encontré ternura. No pude evitar darle un abrazo porque me sentía identificada con su situación. Pero, al mirar por encima de su hombro, vi a Diego a lo lejos, apoyado en el muro del borde de la carretera, con los brazos cruzados sobre el pecho. ¿Qué hacía, controlarme? ¿No se suponía que yo no era su tipo? Tenía en mi mano la ocasión perfecta para vengarme de él, sólo que era incapaz de hacerle aquello a Christian. Fingí que no le había visto, aunque mi corazón, chivato, latía más fuerte que nunca. Besé a Christian en la mejilla y volví a darle las gracias. Entonces, me hizo una pregunta comprometida.
—Me he dado cuenta de que tú y tus amigas, a veces, desaparecéis por la tarde o durante todo el día. ¿Donde os metéis?
—Espero que no te importe —dije, asertiva—, pero a esa pregunta no te puedo contestar. Es uno de los pocos secretos que tenemos mis amigas y yo.
—Eso hace que me pique la curiosidad —dijo él, divertido.
—Sí, pero sigue siendo un secreto y prefiero que sea así. Lo único que te pido es que no intentes indagar en este tema, es algo privado.
—De acuerdo. Si es tan importante para ti lo dejaré pasar —aceptó.
—¿Vas a acompañarme a casa?
—Claro, vamos.
Christian no se dio cuenta, pero le pedí que me acompañara a casa porque temía que si me iba sola Diego me seguiría. Y no me apetecía hablar con él. Si pensaba que al día siguiente yo aparecería por la cabaña, lo tenía claro.
De camino a casa, le hablé a Christian sobre Luca, para cambiar de tema. Le dije que la semana siguiente vendría a casa para quedarse durante las fiestas. Le conté lo especial que era para mí y lo que él sentía por mi hermano. Al principio le hizo mucha gracia, pero luego dijo que, si era tan especial para mí, tenía muchas ganas de conocerlo. Al llegar a casa, me besó en la mejilla y se despidió.
Ya en la cama, pensé en el plan para el día siguiente. No había quedado con mis amigas. Ahora ellas tenían novio y no quería presionarlas para que quedasen conmigo porque no estuviera sola. Me habría gustado que fuéramos a bañarnos al río, lo que más echaba de menos en todo el verano. Faltaba poco para librarme de la escayola y, probablemente, sería lo primero que haría. Me dormí recordando las veces que nos habíamos bañado los veranos anteriores, juntas las tres, y desperté al día siguiente con una sensación de vacío que nunca había tenido. Sandra estaba con Urko; Laura, con Mario; pero Diego a mí no me quería. Necesitaba desesperadamente a Luca, la única persona con la que ahora podía contar. Sabía que mis amigas estaban allí para lo que necesitase, pero también sabía que debía dejarlas disfrutar su momento. No pensaba dejar que lo que me había contado Laura me afectase aún más, tenía que animarme y dejar de lado el dolor. Aunque había prometido no encender el teléfono hasta las fiestas, justo para saber cuándo vendría Luca, pensé saltarme la promesa. Incluso llegué a coger el teléfono pero, justo antes de encenderlo, me arrepentí. De todas formas, tampoco podría hacerle un resumen de todo lo que me había ocurrido en una sola llamada. Esperaría su llegada, lo llevaría a Nupara y estaría todo el día con él, hablando y hablando.
Bajé a desayunar en pijama y sin duchar. Hoy prometía ser uno de esos días de estar en casa y relajarse. Me tiré en el sofá y, aunque no había nada interesante en la tele, me quedé allí por no salir al porche. Si, por un casual, Diego decidía aparecer por allí como la última vez, tendría que hablar de cosas que prefería olvidar. Traté de planificar una tarde productiva.
Una de mis pasiones es escribir cuentos, aunque parezca un tanto raro, porque llevo muchos años leyendo y eso me ha dado bastante imaginación para crear historias. Urko me ha animado muchas veces para presentarme a algún concurso, pero temo que rechacen mi trabajo y nunca lo he hecho. No sé si se me da bien o no, pero la verdad es que me ayuda a distraerme y me divierte mucho. Por eso, a la hora de comer, aunque no tenía muchas ganas, hice un esfuerzo por meter algo en el cuerpo y, después, subí a mi habitación y puse algo de música cañera, para cargarme de energía y escribir algo. Cogí un CD de Urko, a quien le gusta mucho el rock y siempre está buscando en internet grupos que no sean comerciales. Uno de los que más le gusta es Encrucijados, un grupo de Argentina que suena bastante bien y que suelo usar para activarme, a pesar de que yo no soy muy fan del rock. Puse la música y me senté a escribir. Aunque me concentré mucho en inventar una nueva historia, de vez en cuando mis pensamientos se perdían en recordar los besos que Diego me había dado, pero me obligaba a volver a concentrarme. También me fijé en la pulsera de Christian, que llevaba en la mano derecha porque tenía la izquierda escayolada. Recordé que el jueves había quedado con él y que tendría que decirle que no quería tener una relación con él sin explicarle que estaba enamorada de Diego. Me daba pena pensar que podía perder su amistad...
Estaba sonando la canción titulada “¡Mañana tal vez!” cuando Urko entró en la habitación sin llamar antes.
—¡Lo tienes tú! —dijo, por encima del volumen de la música.
—Sí, loco... ¡No grites!
—Te están esperando abajo —dijo luego, bajando un poco el volumen.
—¿Quiénes? —me extrañé—. no me apetece salir hoy...
—Tus amigas, Laura y mi niña...
—¿Tu niña? —no pude evitar reírme.
—Sí, mi niña, ¿qué pasa? —se hizo el ofendido— ¿No puedo llamarla como quiera?
—Por supuesto... —me mofé— Anda, baja y diles que no me encuentro bien, no tengo ganas de salir.
—Dime lo que te pasa, porque no pienso engañarlas —dijo mi hermano, el honrado.
—Nada. Déjalo, ya bajo yo...
—Pero Luna, dime qué pasa...
Me levanté sin contestar y bajé a decirles que no tenía ganas de salir porque no me sentía bien. Pensé que así ellas podrían quedar con sus chicos.
—Hola chicas...
—¿Qué haces así vestida? —dijo Laura, con su tono de mandona— Hemos pensado ir a bañarnos al río. Ya sabemos que no te puedes bañar, pero algo haremos con ese brazo —siguió diciendo—. ¡Vamos! ¡Date prisa!
—Mejor vamos mañana. Llevamos comida y nos quedamos en el río todo el día —le respondí.
—No estarás así por Diego, ¿no?
—No —dije, disimulando de pena—, es que anoche estuve con Christian y creo que he cogido frío.
        No sé si las convencí, pero al decirles que había estado con él empezaron a hacerme preguntas y acabamos las tres sentadas en el balancín del porche. Les hice un resumen de la cita con Christian, de su regalo y de su petición. Las dos se emocionaron mucho y me animaron a decirle que sí para superar de una vez lo de Diego.
—Ese chico es genial, Luna —dijo Sandra—. Ha tenido un detalle precioso, la pulsera es chulísima.
—Sí, es muy bonita, pero yo no mando en mi corazón...
—¿Ni siquiera lo vas a intentar? —dijo Laura, muy pragmática.
—No pienso usarlo como segundo plato, no se lo merece, con lo bien que se está portando conmigo...
—Pero, Luna...
—Pero nada, Laura —le corté, para que no me calentara la cabeza—. Déjalo estar. Tengo la cabeza que me va a explotar, de tanto pensar. No me encuentro bien, chicas —dije, poniendo punto final a nuestra conversación—. Me voy a tumbar...
Al ir a levantarme, vi que Diego se acercaba por el camino. Le hice un gesto con la cabeza para que no se acercara, pero aún así siguió caminando. Se me paró el corazón. Respiré hondo y, haciendo acopio de todo mi orgullo, entré en casa, le dije a Urko que Sandra le esperaba y subí a mi habitación. Cerré la puerta y me quedé allí, apoyada como si me estuviera escondiendo. “¡No voy a llorar!”, me dije, mientras respiraba profundamente, como si eso fuera a evaporar las lágrimas. Sabía que en ese mismo momento él estaría abajo, hablando con mis amigas, pero me daba igual. Este día es solo para mí, me dije mentalmente, una y otra vez. Puse la música todavía más alta y me senté a escribir de nuevo. Había escuchado tres veces seguidas el mismo disco cuando terminé de escribir mi cuento. Lo leí un par de veces, en silencio, decidiendo que me había quedado bastante bien. Quizá, al fin, decidiera presentarme a algún concurso sin pensar en lo que dirían los demás. En esta vida, me dije, hay que ser valiente y luchar por los sueños. Si no lo intentas, seguro que no lo consigues.
Con aquellos pensamientos, empecé a sentirme más animada. Miré la hora y vi que eran ya las ocho. La mejor opción, a esa hora, era preparar un bol de palomitas y ponerme alguna de mis películas favoritas. Bajé a la cocina y, tras poner las palomitas en el microondas, empecé a buscar alguna película. No tenía muchas para elegir allí, en el pueblo, solo unas cuantas de las más antiguas. La que más me gustaba era Mi chica, de Anna Chlumsky y Macaulay Culkin. Es una película de 1994, bastante vieja, pero es tan tierna que no me canso de verla. Cuenta una historia de amistad entre dos niños y del dolor que supone la muerte accidental de uno de ellos. Así que cogí el CD, lo metí en el reproductor y, palomitas en mano, me tumbé en el sofá a disfrutar de mi tarde.
Estaba llegando al final de la historia cuando entraron en casa Sandra y Urko. ¿Por qué siempre tenía que parecer alguien en lo mejor de una película?
—¿Por qué lloras, Luna? —preguntó enseguida Urko.
—Chssssssssssst... —fue toda mi respuesta.
—Vale, vale... —susurró él.
Los dos se quedaron sentados viendo el final de Mi chica. No podía contener las lágrimas, es un final tan triste y dulce a la vez, que se me encogía el corazón. Quizá debería puntualizar que en aquellos días estaba más sensible de lo normal, pero esa película siempre me hace llorar. Apagué el DVD y estuve un rato hablando con la nueva pareja feliz.
—Me he dado tal atracón de palomitas, que creo que me voy directamente a dormir —les dije.
—¿No vas a salir hoy? —preguntó Sandra.
—No, hoy no. Me duele la tripa y, además, hemos quedado mañana, ¿no?
—Sí —respondió—. Mañana te paso a buscar a las doce y no acepto excusas...
—¿Dónde vais a ir? —preguntó mi hermano, mirando cariñosamente a Sandra. Se me hacía rarísimo...
—Al río —dijo ella, con la misma empalagosa expresión—. Vamos a llevar comida y a pasar allí el día.
—Nosotros también vamos a ir. Diego y sus amigos van a hacer una barbacoa y nos han invitado a ir con ellos. Así que, ¿nos vemos allí?
Sandra y yo nos miramos. Si le decíamos que sí, sería mentira. Si le decíamos que no, empezaría a preguntar por qué y no queríamos decirle dónde estaríamos en realidad. Sí que íbamos al río, pero a nuestro río. Urko esperaba una respuesta y, sin dudarlo más, le dije:
—Sí, claro y crucé con Sandra una sonrisa cómplice que, por desgracia, no pasó desapercibida a Urko.
—¿Se puede saber a qué vienen esas sonrisitas?
—No sé de qué hablas... —dije—. Bueno, chicos, os dejo, me voy a la cama. Estoy cansada después de toda la tarde escribiendo. El CD de Encrucijados lo tengo yo, cuando quieras, lo coges. Y dile a mamá que ya he cenado...
Nos dimos las buenas noches y subí a mi habitación. Ellos no sabían que esa noche había quedado con Diego, ni que había decidido no ir. Tenía sueño y pensaba disfrutar el día siguiente en el río. El tema me estaba cansando un poco, pero al meterme en la cama y cerrar los ojos, volvieron a venir a mi mente aquellos ojos que me habían robado el corazón. Con un nudo en la garganta, me quedé dormida.

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Hola!!! Feliz año sa tod@s y de que mejor manera que publicando otro capítulo.

Qué os está pareciendo la historia? os está gustando?

Chritian por fin se ha declarado, siiiiii!!! Os ha gustado el detalle de la pulsera?

Si queréis la novela completa os podéis apuntar al sorteo en mi blog hasta el día 7 de enero, es nacional e internacional, así que no tienes excusaaa!!!

http://margotrecast.blogspot.com.es/search/label/Sorteo

Comentar, votar y compartir si os está gustando la historia.

Muakas

Luna de VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora