T R E I N T A

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Me daba miedo, me daba mucho miedo el estereotipo que mi mente reflejaba cuando me veía en el espejo, sabía que yo no era eso, pero no me sentía cómoda, no quería seguir viendo lo mismo, porque no era yo, aun así, mi mente no dejaba de reproducir ...

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Me daba miedo, me daba mucho miedo el estereotipo que mi mente reflejaba cuando me veía en el espejo, sabía que yo no era eso, pero no me sentía cómoda, no quería seguir viendo lo mismo, porque no era yo, aun así, mi mente no dejaba de reproducir la misma imagen una y otra vez.

Sentada frente al espejo del baño, las lágrimas no dejaban de salir y unas ganas inmensas de llamar al mismo chico de la última vez me embargaba, sabía que estaba mal, mi mente estaba mal, pero no sabía como hacerle entender eso.

No puedo caer, no puedo caer, me repetí una y otra vez mientras intentaba controlar mi llanto, el sol estaba saliendo y no había dormido nada, eso no era novedad, se había vuelto recurrente en los últimos días. Tenía libre todo el fin de semana, pero no quería ver a nadie, le mentí a todos, les dije que estaría trabajando, Andrés no me creía cuando le decía que estaba bien, pero prefería darme mi espacio y que fuese yo quien lo buscara cuando estuviera lista.

¿En algún momento estaría lista? No lo sabía, era horrible sentir que mi mente se perdía y parecía no querer volver, quería perderme de verdad, pero algo me mantenía en pie.

Sí, esas cuatro patas que en esos momentos yacían en mis piernas mientras lamía mis manos, ella no entendía qué me pasaba, pero podía percibir mi malestar, no se me había querido despegar desde que me había confinado en casa.

Llegue el sábado por la mañana, la lleve a la plaza, Andrés seguía dormido, me encerré en el departamento y cuando me escribió para vernos esa tarde me excuse diciendo que debía quedarme con la señora Cande por que la otra chica había faltado, estuvo bien estar solo durmiendo todo el día, a la noche hice lo mismo, apague mi teléfono alegando que no tenía cargador, me creyó.

Sin embargo, no me había dejado de llamar, no quería atender, ya no sabía qué excusas darle, no quería que me viera así y la ansiedad no hacia más que aumentar, no estaba bien pero no quería que se dieran cuenta, todos tenían problemas y no podía, no quería sofocarlos con los míos.

Me rendí, tomé el teléfono y llamé al mismo número que tenía reservado para emergencias.

—Hola —Me atendió esa voz rasposa que me dio miedo.

—¿Tienes dosis? —Pregunté casi apurada y nerviosa.

—¿No que no ibas a hacerlo de nuevo? —Cuestionó divertido pero asombrado a la vez.

—Por favor, será la última vez que te pido —Suplique.

Un suspiro derrotado se escuchó del otro lado y sentí que estaba a un paso de ponerme la soga al cuello, sin embargo, su respuesta me sorprendió.

—Lo siento Carol, se lo prometí a Cheo, no más dosis para ti —Mi frente se arrugó y una confusión se extendió en mi mente.

—No entiendo —balbuceó— Cheo no sabe que te he buscado un par de veces —Asegure.

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