U N O

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El problema de amar a alguien, no es el simple hecho de hacerlo, es el amar sin condiciones, sin prejuicios ni restricción

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El problema de amar a alguien, no es el simple hecho de hacerlo, es el amar sin condiciones, sin prejuicios ni restricción.

Cuando yo acepté que amaba a Andrés, lo hice sabiendo dos cosas:

1. Tenía novia.

2. Era un mujeriego.

Pero el sentimiento era tan fuerte, que decidí seguirlo amando pese a todo, a sus defectos y virtudes.

Aún después de que él terminara su relación con Nora, yo supe que el camino para poder estar juntos aún era muy largo, porque aunque el amor estuviese de por medio, él debía aprender a estar solo y debía superar su relación anterior.

Yo tuve dos opciones, hacerme a un lado mientras eso pasaba, o permanecer junto a él y esperar que nuestro momento llegara.

Creo que ni siquiera lo pensé, me quedé a su lado, porque era más fácil y cómodo para los dos.

Pero darnos cuenta tarde de que fue un error, no nos iba a solucionar nada.
Ahora los dos estábamos rotos, heridos y solos.

Esta última era la peor, la soledad agobia y puede ser perturbadora, e incluso ser la causante de tantas malas decisiones.

El asunto de amar es muy complejo, sobretodo en esta época que está dividida entre los que promueven el soltar lo que te hace daño y la contra parte de hay que luchar por lo que se quiere.

A parte de haber una línea muy delgada entre lo que se hace por amor y lo que vuelve tóxica a una relación.

Ciertamente, vivimos en una época donde todo es tóxico, pero si no luchas por lo que quieres, entonces eres un cobarde, pero espera, que si aguantas mucho entonces no tienes dignidad.

No hay nada más difícil que amar en tiempos actuales, y eso que Márquez pensó que lo era en tiempos de cólera.

Ahora todos son psicólogos, gurú del corazón, y opinólogos profesionales.

Todos se creen con el derecho de opinar acerca de tu relación solo por aquello que ven de afuera, pero al final del día, los únicos que saben que tan buenos o malos son en lo que hacen, son ustedes mismos.

Siempre tuve una ley de vida, no contarle a nadie sobre mis problemas personales, no por amargada (o quizá sí), sino porque todos dan su opinión como si fuesen expertos y muchas veces no se dan cuenta que su "es mi opinión" lastima al otro.

Luego te aconsejan, haces lo contrario y quedas como un payaso.

Por ello, muchas cosas que tuve que aguantar con Andrés, lo hice sola. Porque solo yo sabía lo mal y lo bien que me hacía estar con él.

Lamentablemente, un corazón roto hace cualquier cosa, menos lo que tu sensato cerebro te pide.

Así que terminé una de las tantas tardes de ese mes llorando en el hombro de Santi, contándole todo lo que había pasado y cómo me sentía. No voy a mentir, se sintió muy bien liberarme y sacar de mi todo aquello que me quemaba por dentro.

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