El problema de encontrarme vulnerable, era que cedía -sin darme cuenta- a cosas que no quería.
Me di cuenta de ello, cuando mi ex me llamó y atendí como si la vida se me fuese en ello, como si fuese un cable a tierra que necesitaba sin saber.
—Lamento mucho lo de tu tía, estoy en Tucumán, vine apenas me enteré, ¿puedo ir a verte? —Habló serio y sin dejar que lo interrumpiera.
—Creí que estabas en España —Fue lo que atiné de decir en medio de mi asombro.
—Estaba visitando a mi tía, en Buenos Aires —comentó despacio.
—Mau, soy un desastre justo ahora...
—Carol —me interrumpió— déjame sostenerte, llego en 15 y llevo chocolates —cortó y me quedé viendo a Winnie sin entender cómo había llegado a esa situación.
Mauricio había sido mi mejor amigo de la infancia, a los 12 años, me di cuenta que él me gustaba, o algo así, a los 14 él decidió que yo le gustaba -o algo así- comenzamos a salir e ingenuamente creí que todo iría bien, tuvimos un año de relación linda, luego de eso, dos años de relación tóxica.
Yo era virgen y no me sentía lista para dar el siguiente paso con él, por lo que sus infidelidades se volvieron frecuentes y descaradas. Él era mayor que yo por unos tres años, lo que ocasionaba ciertos conflictos entre nosotros.
Llegamos a ese punto de pelear en todos lados, terminar y volver, él llamando a todas horas, yo golpeándolo, descubriendo las incontables infidelidades, yo gritando y llorando, él pidiendo perdón, me llegaban mensajes de las tipas y fotos de ellos en el acto y todo fue un desastre.
Salir de Venezuela, fue poner fin a todo ello, pero unos meses después él me siguió y peleamos; le pedí que me dejara crecer y salir de nuestro círculo vicioso. Él había entendido, trabajaba con su padre en una empresa de España y viajaba seguido. Hacía mucho que le había perdido el rastro.
Era obvio que él a mi no.
Me cambié el pijama que parecía pegarse ya a mi cuerpo y recogí mi cabello, no creía poder hacer algo mejor. Bajé a abrirle cuando me escribió y justo cuando iba en el ascensor sentí el peso de lo que estaba haciendo.
Lo vi afuera, recargado de la pared, con una bolsa en sus manos.
Abrí despacio y me miró con intensidad.
—Nunca dejas de ser hermosa —murmuró antes de abrazarme.
Estaba sensible, así que lloré con sus brazos alrededor de mi cuello.
—No tienes que estar aquí —asegure alejándome de él.
—Lo sé, pero quiero estar.
Asentí sin saber que decir y subimos a mi casa, él ya había estado allí.
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Destinados ✔
RomanceEl problema de estar enamorados, en el momento equivocado, es que lleva a hacerse mucho daño a ambas partes, cuando quieres darte cuenta has estirado tanto la situación que ya no hay marcha atrás. ¿Cómo recomponer las piezas de tu corazón? A veces...