TREINTA Y TRES

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Las semanas pasaron, pero con ellas no se fueron mis crisis, al contrario, empeoraron, cosa que incluso yo creí imposible, no creí que pudiese estar peor de cómo estaba, pero resulta que no lograba salir de pozo, al menos, así como yo creía que po...

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Las semanas pasaron, pero con ellas no se fueron mis crisis, al contrario, empeoraron, cosa que incluso yo creí imposible, no creí que pudiese estar peor de cómo estaba, pero resulta que no lograba salir de pozo, al menos, así como yo creía que podía hacerlo, pues no.

No veía factible viajar a ver a mi mamá, no estaba estable de ninguna manera y sabía que me iba a delatar con algo que hiciera o dijera, de alguna forma yo había dejado de ser consciente de mis acciones, era solo un ente en todo entorno. A pesar de no estar de acuerdo, lo aceptó, comenzó a trabajar y de a poco empezó a centrar su atención en otra cosa.

El psicólogo llegó al momento decisivo en donde me evaluó para enviarme al psiquiatra, pensaba que mi estado no iba a mejorar solo con terapia, él afirmaba que necesitaba medicación, ¿Mí problema? No quería ceder, no podía concebir la idea de estar tan mal como para llegar a doparme, no quería llegar a tal instancia, así que pusimos un límite, tres meses, ese era el tiempo que iba a luchar con la poca fuerza y voluntad que tenía para salir de donde estaba, asistiendo solo a terapia, sin medicación, ni ayuda extra para dormir.

Solo terapia.

¿Funcionó?

Era fácil decir que uno tiene la intención de, pero es muy difícil llevarlo a cabo.

Mí vórtice no acababa, no iba a terminar todo solo porque yo no quisiera ir a un psiquiatra.

Me aislé de nuevo, no veía a mis vecinos, solo iba al trabajo, a veces prefería doblar turnos, pasé de trabajar 12 horas a trabajar 24 horas, sacaba a Winnie solo por la cuadra, no iba a la facultad y evitaba a Andrés, ni él mismo lo soportó.

Nos llevó a pelear mucho, pero mí declive, mí real declive con él vino cuando me enteré de que se veía con Anti a escondidas de mí, no en plan para engañarme, solo se habían encontrado en la plaza unas cuantas veces cuando ella salía del trabajo, pero como yo no toleraba siquiera su nombre, Andrés no me decía nada para no desatar más crisis.

Pero, el único día que me animé a salir de mi departamento, me los encontré en la plaza, solo estaban hablando, él mantenía su distancia y tenía los brazos cruzados en su pecho mirando al frente, pero ella... la mirada de anhelo puesta en él, sus manos buscando el contacto con él y la sonrisa coqueta que tenía me dijo todo.

No me acerque, me fui de nuevo a mi departamento y desate ahí toda mi furia y frustración, ¿Confianza? No tenía, no quería saber de él, entré en ese estado donde no importaba lo que me dijera o hiciera, simplemente lo odiaba.

Cuando me escribió todo tranquilo esa tarde, sentí ganas de matarlo, no le respondí y bloqueé el número, esa noche no trabajaba, la señora Cande se quedaría con uno de los sobrinos, yo no sabía qué hacer con los días libres, la soledad me absorbía.

Hablar no era algo que se me diera muy bien, en cambio escribirlo era tarea muy fácil para mí, pasé de no hablar con Andrés, a escribirle testamentos de mensajes con las cosas que sentía, él no dijo nada al respecto, leyó todo lo que tenía para decir sin queja alguna.

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