D O S

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A veces olvidaba que mi vida seguía girando fuera de mis problemas amorosos, me había enterrado tanto en todo lo que estaba viviendo con Andrés, que había descuidado todos los demás aspectos de mi vida

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A veces olvidaba que mi vida seguía girando fuera de mis problemas amorosos, me había enterrado tanto en todo lo que estaba viviendo con Andrés, que había descuidado todos los demás aspectos de mi vida.

Esa tarde mientras hablaba con mami por teléfono me di cuenta de lo mucho que la extrañaba y me hacían falta sus abrazos, era el día de las madres en Venezuela y llamé para felicitar a mi mamá, me encontré con la sorpresa de que estaban mi abuela y mi madrina con ella.

Hablamos toda la tarde y me reí mucho de todas sus ocurrencias, extrañaba mucho a mi abuela, su comida y sus mimos, y a mi madrina, con todo su cariño, enseñándome siempre algo nuevo.

Me sentí sola, extrañé a mi familia como no lo había hecho en meses, sentí su ausencia, sentí esa falta de amor materno que tenía. Cuando terminé de hablar con ellas, lloré, saqué todo lo que me había reprimido frente a ellas, me abracé a Winnie y sostuve un poco mi alma solitaria.

Cuando creí que había tenido suficiente, me levanté, me bañé, me puse bonita y saque a Winnie a dar una vuelta, caminé por largo rato, sintiendo de la paz de la noche; cuando volvía a casa, mi vecina estaba barriendo la vereda, así que me quedé con ella hablando y tomando café hasta que se hizo bien tarde.

Entré a mi departamento sintiéndome más ligera, sentía que ese tiempo para mi estaba funcionando, liberar mis pensamientos de Andrés y ocuparme de mí, me hacía bien.

Pero como todo, nunca es más oscuro que justo antes de salir el sol.

Mucha pasividad no era lo común en mi vida y esa semana me dio tres cachetadas mortales que me hicieron replantear todo, hubiese querido detener la vida en esa llamada, en ese día donde fuimos las cuatro como antes y me hacían sentir invencible.

Todo lo que contaré a continuación, paso en la misma semana, así que tomen asiento, porque la caída será dura.

El mal presagio comenzó una noche de martes, saliendo de la facultad, tenía clase hasta bien tarde y cuando salí ya eran pasadas de las 9 de la noche, iba corriendo por los pasillos solitarios de la facultad para ir a mi parada.

Saliendo ya del precinto, vi un grupo de tres chicas al final de la escalera de entrada, me fui por la rampa para no pasar cerca de ellas, pero viendo mi intención, caminaron hacia mí tapando la salida.

Las miré con el ceño fruncido e intenté esquivarlas, pero hice un movimiento en falso y me tropecé, para evitar caer, me moví hacia atrás, quedando más lejos de la salida, entrando -convenientemente para ellas- en el lado más oscuro, debajo de un árbol, hacía mucho frío, era una semana muy fría de mayo y había estado lloviendo, había lodo por todos lados.

Para mi mala suerte, ese día había optado por un gorro blanco, no creí que fuese mala idea, hasta que una de ellas me empujó cuando intenté salir de la encerrona y mi gorro cayó al lodo ensuciandose en el acto.

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