CUARENTA Y CINCO

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Dos meses después

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Dos meses después.

Salí corriendo de mi clase para poder dejar mis cosas en la habitación antes de comenzar con mi turno en la cafetería. No iba tarde, solo estaba elegantemente a tiempo, es decir, si me detenía un segundo si llegaba tarde.

Cuando me estaba cambiando me llego una foto de Winnie, sonreí y casi se me salen las lágrimas, la extrañaba con locura, terminé de recoger mi maraña de rizos y volví a salir de la habitación.

Al llegar al local ya mi compañera me esperaba para hacer el cambio de turno, así que pasamos las huellas y se despidió alegre mientras salía del local, estaba solitario a esa hora, pues aún la mayoría seguía en clases, así que me dispuse a acomodar las mesas y limpiar afuera mientras esperaba el movimiento de la tarde.

Finalmente había logrado lo que quería, alejarme de todo y mantener mi mente ocupada para evitar pensar en exceso.

No había sido fácil, decir que mi partida se dio de buena manera era mentir, mi mamá armó todo un drama porque no quería que me fuera sola a ninguna parte, gracias a que las lunas brillaron, Andrés nunca dejó de estar de mi lado, incluso él quería que estuviese lo más lejos posible de la ciudad porque tenía miedo de que el sujeto tomara represalias en contra de nosotros.

Mi mamá nunca entendió nuestro punto, pero al menos se había logrado calmar luego de un mes y estaba muy entusiasmada por saber que me estaba yendo bien.

Sin embargo, estar bien para mí se convirtió en todo un reto, las noches a veces eran eternas, los días no parecían pasar más y muchas otras veces, parecía que el tiempo volaba, ni yo misma entendía cómo funcionaba.

Durante el primer mes me quise devolver, todos los días tenía el increíble impulso de no querer estar ahí, pero me obligué a quedarme y continuar. Si yo no lo hacía funcionar, entonces todo el esfuerzo no habría valido la pena, por ello, un día me levante y fui a buscar trabajo, a los días, me llamaron de un bar cerca del campus, les dije que nunca había trabajado de mesera, pero que estaba dispuesta a aprender, me tomaron de prueba y me dejaron fija a la semana, fue un alivio, comenzar a hacer cosas por mí misma y sentir que lo hacía bien, fue un alivio.

Tenía videoconferencia con mi psicólogo una vez a la semana, y estaba muy feliz con los avances que había hecho, cuando le dije que había conseguido trabajo, no solo me felicitó, sino que me alentó a retomar mi vida social, a hacer amigos y salir de mi cueva.

No era algo en lo que yo fuese muy buena, no sabía cómo hacer amigos, pero me estaba esforzando, por salir adelante y conseguir mi autonomía.

Durante las noches, a veces lloraba mucho, extrañaba mi hija, mi novio, mi vida, pero luego amanecía, esperaba ver el sol arribar el cielo y me gustaba, esa sensación de libertad y de poder hacer algo por mí y para mí.

Al principio hablaba con Andrés las 24 horas del día, en clases, en la residencia, mientras me bañaba, antes de dormir y muchas veces me dormía con él del otro lado hablándome.

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