CUARENTA Y TRES

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Resulta que elegir cosas para vivir seis meses fuera, era más difícil que encajar toda tu vida en dos maletas, estar seis meses fuera implicaba muchas cosas, debía dejar el departamento porque no podría pagar el alquiler, ni siquiera estaba trabaj...

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Resulta que elegir cosas para vivir seis meses fuera, era más difícil que encajar toda tu vida en dos maletas, estar seis meses fuera implicaba muchas cosas, debía dejar el departamento porque no podría pagar el alquiler, ni siquiera estaba trabajando, la universidad me daba la residencia y una beca, aun así tenía planeado buscar trabajo para ahorrar dinero para mi regreso, aunque no sabía dónde iba a guardar todas las cosas que tenía dentro, a pesar de no tener mucho, no tenía dónde meter la cama y las pocas pertenecías que tenía, por más que Andrés me quisiera ayudar, él no tenía más espacio en su monoambiente, pero como dice mi mamá, al inocente no lo desampara dios, cuando los Parasi se enteraron que me iría, me ofrecieron guardar todo en su casa, así que a pocos días de irme, Andrés y yo desarmamos todo y lo llevamos a la terraza que tenían, ahí quedaría todo hasta que regresara.

Debía dejar el departamento como lo había encontrado según el dueño, estaba molesto porque le avisé con muy poco tiempo de anticipación y aunque yo había encontrado el apartamento sucio y en malas condiciones, igual decidí acondicionarlo para entregarlo.

Con solo una maleta con lo necesario, me fui a quedar con Andrés esos poquitos días que me quedaban antes de mi partida, cinco, para ser exactos.

Él cumplió lo que dijo, todos los días los hizo especiales, habíamos pasado 9 días en una luna de miel, cada día se inventaba algo diferente para hacer y a cada rato me tomaba fotos, sin embargo, el tiempo nos consumía, no queríamos hablar de lo inevitable, pero, nos estaba costando soltarnos.

Mi psicólogo fue el primero en aplaudir mis pasos, me aseguró que seguiríamos por videollamada las terapias y que no me iba a dejar sola en todo el camino que estaba haciendo, a pesar de llamarlo mal psicólogo se lo agradecí.

Andrés llegó con las pinturas a mí departamento y me miró con mala cara.

—No voy a extrañar que me explotes.

—Que exagerado —me reí de su cara de odio.

—Seis cuadras cargando esos galones de pintura y tú aquí apurándome por teléfono.

Me reí más fuerte y me acerqué a besarlo, sentí como se destensaron sus hombros y me apretó por cintura.

—No es justo que sepas cómo calmarme.

—Trucos bajo la manga —le guiñé un ojo y me alejé para sacar las brochas.

Él amablemente se ofreció a ayudarme a arreglar todo, yo solo tenía presupuesto para la pintura, pero Winnie había roto las dos puertas, la del baño y la de entrada, así que ahí tendríamos que improvisar para que no se notara todo el desastre.

Yo me encargué de lavar las paredes para pintarlas mientras Andrés sacaba las puertas para poder pegarle la madera que habíamos conseguido, no sabíamos si iba a funcionar, pero con intentar no perdíamos nada.

Cada día menos juntos hacía que mi corazón se apretara en mi pecho, no sabía si lo íbamos a lograr y las dudas se extendían en cada segundo, pero él no dejo que me atormentara con eso, sabía que él también tenía sus dudas, aun así, estaba haciendo todo lo posible por transmitir una confianza ciega en nosotros.

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