Cuando dieron las doce algo muy dentro de mí se movió, podía sentir que algo estaba arreglándose, o quizá solo era el sonido de la música a todo volumen retumbar por todo mi cuerpo, o quizá solo eran los brazos de Andrés apretando mi cintura lo que me hacía sentir que se movía todo, sin embargo, me sentí plena y llena de vida.
—Que nunca me falten los cumpleaños junto a ti, feliz cumpleaños, mi princesa taína.
Sonreí mientras me daba vuelta para acomodarme mejor entre sus brazos, Bauti llegó enseguida a darme un abrazo y soltarme de Andrés mientras cantaba un desentonado feliz cumpleaños.
—Mirá que eres la venezolana más guapa que hay en el mundo —Me abrazó más fuerte mientras intentaba seguir el ritmo de la música.
—Qué va, si soy la única que conoces —Me reí mientras él seguía gritando incoherencias a causa del alcohol que ya había hecho efecto en su sistema.
Andrés se acercó a mí con un regalo que no sabía de dónde había sacado, me guiño un ojo y siguió bailando alrededor mío. Lo miré entusiasmada y lo abrí con emoción, no me esperaba un regalo.
—El otro te espera en la habitación.
Lo miré con los ojos entrecerrados, preguntándome en qué momento había organizado un regalo, puesto que casi siempre habíamos estado juntos. Cuando abrí el pequeño paquetito, me encontré con un llavero, con una simple frase que significaba mucho para mí, tú, siempre tú, siempre nosotros, después de todas las cosas que habíamos pasado, el ser sólo "nosotros" parecía todo un lujo, pero dentro de mí podía sentir que por fin lo estábamos logrando.
—Gracias —Murmuré casi llorando.
—Ya tienes donde poner las llaves de nuestro nuevo departamento. —El exorcista se quedó pendejo al lado de mi cuando me gire a verlo, la emoción y su sonrojo avergonzado me hicieron saber que no jugaba.
—Nuestro hogar —susurré al borde las lágrimas mientras lo abrazaba con fuerza.
Había algo en mí que me tenía incrédula ante toda la situación, sin embargo, no había nada que quisiera más en ese momento, poder sentir que pertenecía a algo, a alguien, a mí, sentir que por fin tenía algo que era mío, un lugar al cual llegar y poder llamar hogar, sentir como propio.
La idea de vivir juntos bailaba aún en mi interior como una mala idea, a pesar de ello, no podía mentir diciendo que no estaba emocionada con intentarlo, Andrés y yo habíamos nadado muchísimo para poder estar donde estábamos, tanto juntos como separados, habíamos batallado guerras internas y mutuas, no había nada en el otro que no conociéramos, miedos, metas, ambiciones, inseguridades, ya habíamos superado pruebas que la mitad de las parejas ni llegan a sobrevivir y seguíamos eligiéndonos por encima de todo.
Esa noche, mientras bailaba en medio de un círculo improvisado por mis pocos amigos y mi novio casi borracho, entendí el peso de mis decisiones, entendí el peso de haber elegido el camino largo, difícil y tortuoso, no solo elegí salir de mi casa con escasos 17 años, ni meterme en una relación tan complicada sin experiencia alguna, sino que elegí quedarme, siempre elegí quedarme a enfrentar cada una de las decisiones que había tomado y no cualquiera hace eso.
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Destinados ✔
RomanceEl problema de estar enamorados, en el momento equivocado, es que lleva a hacerse mucho daño a ambas partes, cuando quieres darte cuenta has estirado tanto la situación que ya no hay marcha atrás. ¿Cómo recomponer las piezas de tu corazón? A veces...