Capítulo 22

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Taras

Camino entre el hedor a sangre y pólvora con una mueca de asco en el rostro, siento un horrible e insoportable dolor en mi hombro pero ese no es el mayor de mis problemas ahora. Si bien mantuvimos la casona defendida justo como lo teníamos planeado, todavía está el maldito problema de que alguien se ha llevado a mi esposa y probablemente también a mi hija.

Aprieto los labios con pesar al ver el cuerpo pálido de Boris, no merecía morir así, sirvió por años a la Bratva, fue leal incondicionalmente a Lana, al menos merecía una muerte más digna que un disparo a la cabeza a manos de los imbéciles que sirven a la perra Egorova.

—Debemos separarnos— dice Lavrov aproximándose a mi lado —No sabemos si atacaran por segunda vez, tú estás herido y debemos encontrar a Valentina y a Lana.

Asiento levemente, me pongo en cuclillas y cierro los ojos de uno de los mejores soldados que hemos tenido jamás. «Tu servicio ha terminado satisfactoriamente, soldado», susurro. Le envío un texto rápido a Vladislav avisándole nuestra pérdida y me pongo de pie.

—Vamos. No hay tiempo que perder.

Doy media vuelta y atravieso el jardín en grandes zancadas, no me importa que esté perdiendo sangre, solo necesito saber quien mierda se llevó a mi mujer para luego matarlo lenta y dolorosamente, mientras me grite piedad una y otra vez.

Detengo mi andar cuando varias camionetas se detienen abruptamente frente a las puertas. Por el rabillo del ojo veo como Rodion empuña su arma y se pone alerta. Espero con curiosidad para ver quién ha decidido hacer acto de presencia, no estoy de humor para visitas, mucho menos para aquellas que han querido matarnos para variar.

Alguien baja de una de las camionetas, se acerca al portón y sonrío con ironía. Pero si la descarada ha decidido ver por sí misma si su plan fue ejecutado con optimización. Me temo que se llevará una decepción.

—Vaya, veo más hombres míos que tuyos en el suelo, Taras. Asumo que estabas preparado— sonríe con malicia y cómo me dan ganas de dispararle en medio de la cara, pero si lo hago, perderé toda oportunidad de saber dónde está mi familia.

Me acerco a ella que se pasea hasta el interior de la casa como si fuera la dueña y señora de todo, obviamente con un ejército de guardaespaldas detrás. No es tonta. Ya veremos cuánto le dura el teatro.

—Jamás confíe en ti, sabía que eras una vil rata— escupo con desprecio mirándola de arriba abajo. Ella mantiene su sonrisa.

—Pero los engañé por veinte años. Y Svetlana me adoraba. Fue tan entretenido— ríe —Ahora. Vine por lo que es mío y tú no vas a detenerme porque estarás distraído intentando salvar a una de tus mujeres. Debes elegir: Lana o Valentina. ¿No es genial? Creé tres escenarios diferentes para que no hubiera manera de que evitaras que las otras sucedan mientras resuelves una. Soy un genio.

La respiración se me agita cuando comienzo a enfurecer nuevamente, sin pensarlo la tomo del cuello teniendo así dos docenas de rifles apuntándome, pero juro que vale la pena, si tan solo puedo matarla con mis propios dedos será todo un placer morir. Milenka comienza a reír, está loca, realmente sí.

—Si me matas no sabrás dónde encontrarlas— balbucea con dificultad. Puedo correr el riesgo, pero no quiero, necesito todo lo que pueda decirme, aunque sea falso. La suelto de mala gana y ella tose tomando aire —Escúchame bien, Dobrovolski. He luchado mucho por conseguir lo que me pertenece. Soy la hija de Slava y Svetlana es una ladrona.

—Estás muy orgullosa de ser la hija de alguien que nunca te reconoció como tal— punzo la herida al notar que Sergéy y James se mueven detrás de los hombres de Milenka. Sus ojos marrones se encienden de ira y es mi turno de sonreír —Dime quien tomó a mi familia.

Reina Rusa© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora