Capítulo 43

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Los minutos se hacen largos mientras espero que alguien aparezca por esa maldita puerta. Miro la llave en el piso como si pudiera levantarla con la mente, necesito salir de aquí, saber qué le ha pasado a mi pequeña guerrera. Ella no debía estar aquí, no debió exponerse de esa forma.

—¡Maldita sea!

Tiro de las jodidas cadenas justo en el mismo momento que la puerta cede ante un disparo. Miro esperanzada la entrada pero lo primero que diviso es una mata de pelo blanco y rojizo saltando sobre mí. Protesto cuando cada resquicio de mi cuerpo se queja de dolor, pero Queen no entiende eso, ella lame toda mi cara con sus patas clavadas en mis piernas. Joder, con este animal.

—Abajo, Queen— su voz ronca es como un cántico de ángeles, hacía tanto tiempo que no la escuchaba que suelto un sollozo involuntario.

Cuando la loba acata la orden de Taras lo miro por fin, contengo el llanto y puedo jurar que él también. Se acerca a mí en varias zancadas y toma mis muñecas atadas por lo grilletes de metal. Bajo la mirada avergonzada y humillada al notar el escrutinio de James y otros soldados, con pesar. Odio que me tengan pena.

—Nunca pensé que ver tu rostro sería tan satisfactorio— murmuro en broma y mi esposo ríe.

—Y yo pensé que te excitaba verlo mientras te follo, viví una eterna mentira.

Incapaz de seguir hablando, incluso de continuar con el juego, señalo con la mirada la llave en el suelo. La misma que James rápidamente toma y utiliza para quitar los amarres de mis manos, las cuales utilizo inmediatamente para abrazar a mi amor épico, el único hombre que moriría por mí, que mataría toda una ciudad por mí, que bajaría al infierno a buscarme y desafiaría al diablo. Él me aprieta con fuerza y lloro sobre su hombro, libero todo lo pasado estas semanas y por un momento me siento en casa.

Su aroma, su calidez, todo me es tan familiar y tan lejano al mismo tiempo. Dios, lo extrañé tanto.

—Gracias por venir— susurro cerca de su oído —Por no abandonarme.

—Yo jamás te abandonaría, amor. Primero muerto— jura y lo aprieto más, no me importa estar sucia y a él tampoco por lo que puedo deducir —Mírame— me toma de las mejillas y sus ojos tormenta se me antojan muy reconfortantes. Quiero llorar de nuevo pero lo suprimo —Tenemos que salir de aquí.

—Sí, pero hay que sacar a los gemelos primero— les aviso y todos me miran desconcertados —¡Mis hijos! Dierk los tiene, con eso pudo mantenerme aquí, no hice nada al respecto para protegerlos a ellos y a Viktoriya— digo en un torrente verbal y con nerviosísimo —Dios, a Valentina le dispararon— lo miro con horror y Taras afianza su agarre en mi rostro.

—¡Svetlana!— me grita y cierro la boca de súbito —¿De qué estás hablando? Los gemelos están en el búnker, yo mismo los dejé a cargo de tu familia.

¿Qué?

El alivio recorre mi cuerpo, su mirada tranquilizadora es un bálsamo y me permito respirar con libertad. Están bien, están a salvo, nunca estuvieron en manos de Dierk. El corazón se me acelera en el pecho. Dios, muero por verlos al fin, por conocerlos, abrazarlos y nunca jamás apartarme de su lado.

—Tenemos seis bajas, señor— se escucha una voz amortiguada y eso me regresa a la realidad —Una de ellas es la señorita Vikt...

James enmudece el comunicador de inmediato pero no es necesario que continúe, yo sé que significa eso. Así que no fue Valentina, Dierk terminó lo que hace diecinueve años intentó hacer. Siento una fuerte opresión en el pecho que amenaza con asfixiarme, ella no debía morir. No debe morir. Mi hija cometió muchos errores pero es una de las mejores cosas que he podido llamar mías en mi vida.

Reina Rusa© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora