Capítulo 32

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Camino alrededor de la habitación para no volverme loca en esta puta nada. Tarareo una canción para no escuchar más el zumbido del silencio en mis oídos. Cuento del uno al cien para mantenerme enfocada, y repaso los nombres de todos los que me vengaré cuando salga de aquí, de todos aquellos que dañaron a mi familia o amenazaron sus vidas. Nadie lastima a un Záitsev sin sufrir las consecuencias.

La satisfacción que obtendré al tener el cuello del soldado que insultó a mi Valentina en mi mano, será infinita, nadie toca a mi hija y sale airoso. Disfrutaré cuando los intestinos de Denis Kórsacov redecoren mis tacones con su sangre. Y ni hablar de cuando la cabeza de Olena Popova ruede como balón de fútbol hasta el hábitat de mis queridos hijos con colmillos.

Será apoteósico, magnífico y lo disfrutaré como nunca. Ahora estoy débil, pero un día no lo estaré y enredaré estas cadenas en el cuello de Dierk, dando por empezada mi matanza personal. No me importa qué deba hacer para conseguirlo, pero mi venganza es una promesa latente.

Miro por la ventana. No sé por cuánto tiempo he estado aquí, con tantas veces que Dierk me ha sedado he pedido la noción del tiempo. Podría tener días aquí, incluso sólo horas. Solo sé que estoy hambrienta, con náuseas y fiebre, debido a la producción de leche. Así que prácticamente estoy hecha un asco.

La puerta de la habitación se abre y detengo mi andar para observar a Dierk. No ha vuelto desde la primera vez y de solo verle se me retuerce el estómago. No lo quiero cerca, no quiero respirar su asqueroso aroma, no quiero que sus ojos me escudriñen con deseo y perversión.

No quiero ser más la víctima, quiero ser la victimaria, quiero ser quien infringe dolor y hacerle pagar por esto; pero si hay algo que me hace débil y dócil, es que jueguen con la vida de mis hijos, que me amenacen con ellos y yo no pueda hacer nada al respecto. Eso, aunque me cueste admitirlo, me pone de rodillas a los pies de cualquiera.

Y es justo lo que sucede ahora, Dierk juega conmigo, me utiliza y se lo permito, porque tanto mis bebés como Viktoriya están a sus expensas. Eso es suficiente para dominarme hasta que sea el momento adecuado y entonces lo asesine sin dudarlo.

—Vaya. Miren quien decidió venir a torturarme con su presencia— resuello de mala gana. Con voz cansada y ojos apagados —Bienvenido a mi infierno personal.

Él sonríe encantado ante mi miseria, ante mis propios límites. Le gusta jugar conmigo y por eso sus orbes azul hielo brillan con malicia, diversión y descaro.

—No seas dramática. Todo dependerá de ti, cuando decidas estar conmigo te liberaré de esto— manifiesta cruzándose de brazos con arrogancia. Suelto una carcajada seca, sarcástica. Se ha vuelto completamente loco —No veo lo divertido— espeta en un gruñido, de repente el buen humor se ha esfumado de su rostro demacrado.

—Dios, estás tan obsesionado conmigo— suspiro, y niego con la cabeza —No seré tuya jamás, Dierk, no de nuevo. No vas a tener mi cuerpo, ni mi lealtad ni mi alianza. Así que tendrás que matarme.

—¡No voy a matarte!— grita acercándose peligrosamente. Su expresión endemoniada no me provoca nada —No vas a ser mía porque lo quieras— toca mi rostro y aprieto los labios. Me repugna que me toque —Voy a someterte a una secuencia interminable de tortura que vas a suplicar por aceptar mi propuesta. Entonces yo te dominaré, te volveré mi perra y te voy a destruir lentamente.

Levanto la barbilla desafiante. Puede arrancarme extremidades importantes y ni así estaré con él. No sé qué especie de fijación enfermiza tiene conmigo pero no voy a cumplir sus caprichos oscuros y absurdos. No voy a ceder. Soy Svetlana Záitseva y yo nunca estaré por debajo de nadie, bajo el mandato de ningún pedante por voluntad propia. ¡Soy la Reina! Y la reina nunca pierde su corona incluso si no la lleva puesta.

Reina Rusa© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora