Capítulo 55

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El atardecer ya ha desaparecido hace horas en el horizonte y la caravana se mantiene oculta en los matorrales, esperando una señal de mi parte para empezar la intromisión al lugar que ya no puedo llamar mi hogar. Donde nací, donde crecí, donde fui violada y humillada, donde murió mi primer amor y gente que amaba, el mismo lugar donde maté a Slava y tuve a mis hijos. No, definitivamente ya ese no es mi hogar.

La respetada casona no es más que una pila de piedras devaluadas. Ahí no edificaré mi mandato, ahí no gobernarán mis hijos y sus hijos después de ellos.

—Ya saben que estamos aquí— murmura Taras mientras observamos la transmisión que ha hecho Dimitri de su dron, en nuestros relojes inteligentes. Asiento al notar el movimiento de los hombres dentro del terreno —Creo que debemos ser educados y saludar— esboza una sonrisa pícara. Hoy se ve especialmente guapo.

—No pudiste haberlo dicho mejor— presiono el botón de mi comunicador —Es hora. Tomen sus posiciones y recuerden, no maten a los soldados de la Bratva a menos que sea necesario.

Recibo varios «sí, señora» y los puntos rojos en nuestro mapa por satélite comienzan a dispersarse. Tomo mi rifle de la parte de atrás de la camioneta y Taras pone en marcha la misma, la caravana que nos flanquea y nos sigue también se pone en marcha y nos acercamos a la entrada principal de la gran casa que una vez sirvió como residencia de la mafia.

Hay cientos de hombres posicionados cerca del portón, armados hasta los dientes y desconocidos para mí. Algunos son japoneses por lo que asumo que la Yakuza tiene sus garras encajadas en Milenka, y los restantes son los mercenarios que ha contratado. No veo un rostro conocido así que doy la orden de ataque.

Ellos son los primeros en atacar, nuestros autos blindados resisten los disparos mientras les dan el chance a mis soldados de saltar al exterior y responder la ofensiva. Le doy una mirada rápida a mi marido antes de acercarme a él de forma impulsiva y besarle con dureza. Él me responde con la misma fiereza y luego une nuestras frentes.

—Te veré al final— prometo.

—O en el infierno, porque allá iré a buscarte si me dejas.

Con una sonrisa me alejo de él, tomo mi arma y salgo de la maldita camioneta, siento el calor de una bala rozar mi brazo y frunzo el ceño. ¡Maldita sea! Apunto mi rifle, apoyándolo en la ventanilla del auto y disparo la ráfaga de balas que contiene el cargador de esta belleza. Miro por un milisegundo a Taras que tiene la misma posición que yo, con una sonrisa vuelvo la mirada al frente para reventar algunas cabezas. Mis balas derriban a cuatro o cinco hombres, los demás comienzan a caer muy rápido para ser normal.

Dejo de disparar arrugando la frente, entonces veo hombres de Knowlan adentro. ¿Cómo es que...? No importa realmente. Me yergo dejando de lado el arma y me abro paso entre mis soldados, ya es seguro para mí y sino, fue una buena vida.

Me detengo en medio de los portones y miro al frente. Milenka me observa, desde el balcón de la sala de estar del segundo nivel, apoyada en las barandas creyéndose la dueña del mundo.

—¡Ya basta!— grito por encima del ensordecedor sonido —¡Deténganse!— vuelvo a gritar y atraigo miradas, algunos bajan sus armas otros me apuntan —¿Por qué matarnos entre nosotros? Si al final van a servir a la que quede victoriosa sin más opción— camino hasta el centro de la guerra —¿Por qué no resolvemos esto entre tú y yo? Así no te quedas sin soldados cuando me ganes— abro mis brazos de forma galante, incitándola a venir a mí —Aquí me tienes, ¿no es lo que esperabas, lo que querías? Baja aquí, enfréntame y detengamos este derramamiento de sangre innecesario.

—Estás muy pagada de ti misma, podrías estar muerta en un segundo— menciona con cinismo.

—¿Entonces por qué sigo de pie? Porque tus hombres están de acuerdo conmigo. No pelean por ti, Milenka, pelean por la causa hasta que haya otro ganador— comienzo a sacar mis armas ante los ojos de todos y las dejo en el suelo. Escucho un «¿Qué haces?» de Taras pero yo sé exactamente qué hago —Ven aquí y confróntame. Sé una mujer de verdad y deja de esconderte detrás de hombres que no te respetan en realidad. O queda como una cobarde y muere en ese balcón.

Reina Rusa© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora