Mis soldados tiran a Dierk a mis pies. Lo observo con altivez, disfrutando de como los papeles se han invertido y de la forma más fácil y patética posible. No tuvo oportunidad de dar pelea, yo no lo permitiría, quería que su hombría se viera pisoteada, quería humillarlo. Así como él lo hizo conmigo.—¿No es bueno estar abajo, no? Se siente como el peor de los fracasos— murmuro, inclinándome a su altura —Sientes que eres la peor basura de todas— uso cada palabra como un cuchillo ardiente. Dierk me escruta con aversión, y lo entiendo, vaya que lo hago. No le di tiempo a defenderse siquiera, ¿pero no fue eso lo que él hizo conmigo? Me tomó vulnerable, cuando yo no podía hacer nada más que gritar.
Me toma de la barbilla con fuerza, mis hombres le apuntan con sus armas pero levanto la mano para que no disparen. No hará nada, no puede. Solo está recurriendo a su última jugada: intentar no parecer derrotado.
—Te veré en el infierno.
—Pero...— tomo su mano y clavo mis uñas en ella para que me suelte. Sonrío con malicia y me yergo —Ya estás en el infierno, querido.
Me burlo descaradamente, alejándome de él y ordenándole a mis hombres que le aten las muñecas detrás de la espalda. Miro con una sonrisa malvada la vieja polea que consiguieron los soldados para la tortura predilecta del bisabuelo Záitsev. La estrapada fue prohibida por el padre de mi padre, decía que era un método ridículo para infringir dolor a los enemigos, pero era muy temida. Incluso hoy, cuando es mencionada, causa miradas de pánico.
Es una vieja tortura que era usada en la Edad Media para interrogar a los prisioneros. Consiste en colgar a los hombres a varios metros del suelo tirando de sus muñecas con un sistema de poleas. Ya en lo alto, se deja caer y antes de llegar al suelo es detenido abruptamente para provocar el más perverso de los dolores. Una y otra vez, hasta que se rompan todos los huesos de las clavículas y los brazos, y esto a veces suele tardar muchísimo tiempo.
—Cuélguenlo— ordeno y Dierk es unido a las cadenas que cuelgan del techo. Con un asentimiento le indico a Dasha que puede proceder y ella acciona el mando que recoge las cadenas, llevándose a mi exmarido directo al techo, quién se queja de dolor —Déjalo caer.
Dasha presiona el botón para liberar las cadenas y estas ceden, soltándose libremente hasta que mi soldado presiona el botón otra vez para que se detengan abruptamente. Liebeskind grita de forma desgarradora cuando su cuerpo, en una horrible posición, rebota en el aire.
—Esto me va a gustar muchísimo— murmura la ojiverde esbozando una sonrisa perversa.
—Dasha, que sea una por cada muerte de mi familia— digo con la mirada fija en Dierk, él me observa con odio, pero es lo único que podrá hacer, de aquí no hay escapatoria.
—Será un placer.
Él vuelve arriba impulsado por el sistema automático de poleas y pocos segundos después cae bruscamente a centímetros del suelo. Cada grito es como un bálsamo para mi maltrecho corazón.
A mí se une Taras, Valentina, Nikolay. Todos los que tienen cuentas pendientes con este bastardo. Todos los que sufrieron por culpa de él. Todos los que lo quieren ver pagar cada una de sus atrocidades. Me tuvo, me destruyó y ahora responderá ante la mafia rusa.
—Madre— me doy la vuelta rápidamente al reconocer la voz de Viktoriya. Corro a su encuentro y rodeo su perfecto rostro con mis manos buscando un signo de maltrato en ella para sumarlo a la lista de pendientes de Dierk Liebeskind —Estoy bien— murmura y mira atrás. Yo sigo su mirada y me encuentro con Dylan Knowlan. Él asiente pero no le devuelvo el gesto. No confío en él, es nuestro aliado, pero sigue siendo una persona hostil.
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Reina Rusa©
Ficción General***DISPONIBLE EN FÍSICO** Los años pasan, las grandes Organizaciones prevalecen, la Bratvá no es la excepción. Han sido dos décadas de fuerte mandato, nunca nadie se atrevió a desafiarme, el Linaje se adoptó a su nueva cabeza y extrañamente la paz...