Capítulo 34

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Dierk vuelve en sí después de quedar absorto en mis palabras, he visto un atisbo de cobardía que rápidamente se ha convertido en condescendencia. Sabe que hablo en serio, que si considera dejarme con vida lo va a lamentar así que espero a que actúe, que me hiera, que me mate.

—¡Hazlo! Es lo que quieres, ¡adelante!— grito fuera de control.

Dierk impulsado por su rabia y por el hecho de que no le gusta que una mujer le mande, golpea mi rostro con fuerza. Siento un intenso dolor en mi pómulo izquierdo y río para provocarlo aún más. Él vuelve a darme un puñetazo esta vez cerca de mi nariz, me quejo en silencio del dolor indescriptible y la sangre brota de mis fosas nasales.

—Como feminista que soy no me quiero ver obligada a decir que golpeas como niña, así que intenta algo mejor— murmuro con burla y él gruñe alejándose de mí. Lleva sus manos a su cabeza y tira de su largo e insípido pelo, después vuelve hacia mí, lleno de ira y justo cuando pienso que va matarme a golpes, se detiene a solo centímetros de mí.

—¡Ya basta! ¡No voy a matarte!— en sus ojos brilla algo extraño que nunca pensé que vería en él, lo que me deja perpleja, sin aliento. ¿Me ama? —No aún— agrega alejándose de mí, pero lo único que puedo pensar es que se enamoró de mí, pensó en mí por veinte años y por eso me tiene aquí. Comienzo a reír como loca. Esto es hilarante —¿Ahora de qué te ríes? Estás demente.

—De ti, por supuesto— ladeo el rostro, aún mareada y adolorida, debo aprovecharme de esto —¿Me amaste, Liebeskind? ¿Eso sucede? Tienes el corazón roto.

Hago un ridículo puchero que le hace hervir de furia. Me toma del cuello y aprieta sus dedos cortando el paso de aire, asfixiándome por largos segundos mientras él jadea muy alterado y controla su yo dopado, además de su herido, ofendido y orgulloso corazón masculino.

Ahora entiendo todo, las palabras de Viktoriya de querer formar una familia, que en cierto punto tenían razón, sin embargo él no quiere jugar a la familia feliz; él quiere usarme, ultrajarme, maltratarme. Hacerme pagar lo que le hice viviendo una vida miserable junto a él, atada cual esclava, siendo follada como sierva sexual y agredida con violencia cada día, debilitando mi mente hasta que me vuelva loca y probablemente me suicide.

Pues no va a suceder, me debe matar aquí y ahora, de lo contrario lamentará no hacerlo antes.

Por fin me suelta e inhalo aire con desesperación, toso con fuerza, intentando recobrar la respiración llevando oxígeno a mis pulmones. Hijo de perra. Levanto la mirada y le dedico una mirada despectiva.

—No juegues conmigo, lobita. No caeré en tus provocaciones— sisea con repudio, de aleja de mí y se sienta de nuevo en su jodida silla —Hablemos.

—Jódete. Ya sé tu secreto y con eso me basta— sonrío de lado con cinismo —¿Pero sabes qué? Hablemos. ¿Me pensaste todo este tiempo? ¿Me viste en tu mente follar con mi marido? Debió ser doloroso.

Él aprieta los labios y sé que he tocado una fibra sensible. Vaya vaya, esto será divertido. El verdugo será torturado.

—Te sientes poderosa, ¿cierto? Eres patética, te crees inalcanzable, cuando solo eres un indefenso corderito— mi sonrisa se muere, odio que me subestimen. No me siento poderosa, soy poderosa, soy grande, soy bestial —¿Todavía no te das cuenta de lo magno que es esto? No es un simple ataque Lana, es la caída de un imperio, de tu imperio— recalca triunfante. Levanto la barbilla no dejándome intimidar de sus palabras vacías —Nos metimos en la Bratva, infectamos tu aclamada Organización poco a poco y tú no te diste cuenta— suelta una carcajada burlona y rechino mis dientes —Hasta invitaste a tu mayor enemiga a convivir contigo. Eres una idiota— chasquea la lengua.

Reina Rusa© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora