Capítulo 26

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Viktoriya

—No es así como quería que sucediera esto— dice él mirándome con lo que parece pesar, se acerca a mí pero doy un paso atrás.

¿Cómo es posible? Él está, o estaba, muerto. Svetlana lo mató hace diecinueve años. Ahora aparece aquí, frente a mí como si todos estos años no me hubiera hecho falta su calor, su amor, su presencia.

—No te acerques— le advierto, sintiendo un horrible nudo en la garganta —¿Cómo es que estás aquí?— mi voz se quiebra notablemente y él vuelve a acercarse.

—Todo tiene una explicación.

—¡Pues quiero que me la des!— grito dejando salir las lágrimas —¿Por qué estás vivo si mi madre se supone que te mató? ¿Por qué nunca me buscaste? ¿Por qué nunca te acercaste a mí? ¿Sabes cuánto desee tener un padre y creí que el mío había muerto?

Siempre fantaseaba con verle en persona, con tocarle, con saber cómo seria hablar con él, contarle mi día, jugar, abrazarle. Todas esas cosas que veía a Valentina compartir con Taras y a pesar de que era igual conmigo jamás lo sentí mío, nunca fue real, cercano, íntimo. Yo anhelaba esas tonterías con el hombre que me dio la vida y todos estos años tuve ese pequeño odio por mi madre al creer que ella lo había matado.

Y ahora está aquí, frente a mí, mirándome como si fuera un bicho raro que no puede controlar. Bueno tal vez sea así, porque justo ahora no siento que pueda controlarme. Quiero golpearle, quiero gritarle, quiero... quiero abrazarlo, decirle que siempre lo amé. Dios me siento tan volátil, es horrible y lo detesto demasiado.

—Tenemos que hablar, Viktoriya. Es momento de que nos conozcamos cómo se debe— termina de acercarse a mí, con su mirada de azul fuego calentándome en alma, tan expresivos, tan apabullantes y peligrosos. Su dedo pulgar se posa en mi mejilla y acaricia con suavidad mi piel haciéndome erizar —Eres incluso más hermosa que tu madre cuando la conocí. Y es increíble saber que eres parte de ella y de mí. Mi hija.

Su voz es una melodía hipnotizante, nunca creí que sería tan grave, tan dura y oscura. ¿Esto es real? ¿Estoy aquí o aún sigo dormida?

—¿Por qué no viniste por mí si estabas vivo?— pregunto con el corazón destrozado —Yo hubiera ido al infierno contigo.

—¿Crees que sería inteligente aparecerme en casa de Svetlana cuando ella pensaba que me había matado? No estuviera aquí justo ahora, frente a ti, Viktoriya. Por fin estamos juntos y es lo único que importa.

Me dejo dominar por la sensación de abandono, por la fuerza de ese deseo irracional de tener un padre con quien compartir cada momento de mi vida, de aprender de él, crecer a su imagen, heredar todo de él. Rompo la poca distancia entre los dos y lo abrazo tomándolo por sorpresa; por unos largos segundos donde siento soledad y desesperanza, Dierk ni siquiera me toca, pero entonces sucede: me devuelve el abrazo y vuelvo a tener siete años.

Abrazo a mi papá con fuerza y la imagen que antes le pertenecía a Taras, es reemplazada por el rostro duro de Dierk Liebeskind.

—Te extrañé tanto incluso sin conocerte.

—Lo sé. Pasé casi veinte años sin saber nada de mi única hija, es algo más que me arrebató Svetlana— siento sus manos en mi pelo, acariciándome, se siente tan bien y sonrío feliz por al fin sentir esto. No tengo palabras.

—Yo voy a dejarlos a solas— casi se me olvida Mallory, ella nos dedica una mirada aburrida antes de salir del pequeño estudio.

—No me dejes jamás— murmuro y lo siento besar mi pelo.

Reina Rusa© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora