TarasContemplo al soldado del día, es de la guarnición de los Popov, quedan pocos, pero tienen motivos para traicionar así que es el medio perfecto para enviar un mensaje. Me pregunto a cuántos tendré que asesinar para encontrar finalmente a los infiltrados. No me importa ya quedarme sin fuerzas, lo único que quiero es encontrar a Svetlana.
—¿Nada qué decir?— pregunto con aburrimiento.
—¡No sé nada! ¡Lo juro!— grita temblando y ruedo los ojos.
—No creo que tu idea esté funcionando— comenta Vladislav y suspiro profundamente.
—No necesito tus opiniones. Eres el consejero de Svetlana, no mío— espeto.
Empuño el mango del hacha cuando veo que el hombre de rodillas no dirá absolutamente nada, levantó el brazo dispuesto a abrirle el cráneo en dos cuando un grito me detiene. Levanto la mirada confundido para ver a Valentina corriendo hacia mí, está a medio vestir y tiene el rostro sonrojado, además de estar agitada. Miro detrás de ella a Lavrov y siento como mi ira se dirige a otro sujeto.
Imágenes se forman en mi cabeza y lo único en lo que puedo pensar es que voy a matarlo. Me voy a volver loco, pero no sin antes arrancarle la cabeza a esa bastardo por tocar a mi pequeña.
—¡Papá, detente!— llega ella hasta mí, tocando mi pecho, pero lo único que puedo notar es al imbécil de Rodion. Le dije... le advertí que no se acercara a ella —Mírame, papá.
Me toma de las mejillas y me obliga a verle, en un gesto tan propio de Svetlana que el pecho se me oprime. Veo esperanza en sus ojos color tormenta, sentimiento que me transmite y hace que me tranquilice un poco. Necesito de esto, necesito que mi hija me reconforte y me recuerde que debo mantener el control, la calma. Quiero que ella me regrese de nuevo a la cordura, que ponga mis pies sobre la tierra.
—Dime. Distráeme o mataré a Lavrov— le advierto y ella sonríe con esa ternura que siempre transmite.
—Un gemelo a la vez, papá— me guiña un ojo y un peso se quita de mi estómago, ese bastardo está muerto.
Levanto la mano para acariciar su piel nívea y perfecta, tiene un rostro de diosa, pero es tan letal cual demonio. Y yo soy el orgullo creador de la grandiosa mujer que tengo en frente. Mi valiente pequeña.
—¿De qué están hablando?— inquiere Vladik acercándose. Nos mira con sospecha y es entonces que recuerdo que él no sabe nada —¿Por qué mataron al gemelo Lavrov?
El rostro de Valentina se desfigura con dolor, con rabia y tomo su mano. Nadie jamás volverá a ponerle un dedo encima sin su consentimiento o conocerá la ira de un padre tóxico y sobreprotector iracundo. Es una promesa.
—Larga historia, abuelo, pero que de seguro la conoces de buena mano, pero con apellidos distintos— contesta Valentina con una sonrisa tensa y Vladik palidece.
—No puede ser— jadea, llevando su mano al pecho. Sus ojos de hielo convertidos en fuego infernal —Dime que sufrió, pequeña.
—Lo quemé vivo— anuncia sin emociones. Me presta atención de nuevo y reconozco la misma ira de su madre en sus facciones, se ha convertido en Svetlana y eso me llena de una satisfacción inigualable —Y dijo algo antes de morir, que deberíamos hablar en privado.
Le echamos una mirada a la aglomeración de soldados y el hombre de rodillas en el suelo. Por un momento empecé a olvidar donde estamos y que tenemos compañía. Le hago una seña a mi escolta para que disperse la multitud e invito a mi suegro y a mi hija a irnos al estudio para hablar en privado.
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Reina Rusa©
Fiction générale***DISPONIBLE EN FÍSICO** Los años pasan, las grandes Organizaciones prevalecen, la Bratvá no es la excepción. Han sido dos décadas de fuerte mandato, nunca nadie se atrevió a desafiarme, el Linaje se adoptó a su nueva cabeza y extrañamente la paz...