Capítulo 38

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Valentina

—¿Vas a hacerme la ley del hielo, papá?— cuestiono ya hastiada de su silencio. Creí que lo que hice había sido olvidado por él al obtener los hombres que necesitábamos, tal parece que no es así.

—Estoy pensando, Valentina. Silencio— murmura con el ceño fruncido, con sus dedos entrelazados y su mirada perdida. Odio cuando hace eso, me hace sentir una pequeña niña inocente e incapaz.

—Perdemos tiempo mientras piensas— canturreo dejándome caer en el sillón frente a él.

—No debemos ser estúpidos, Valentina. Lo que haremos debe estar bien pensado— por fin me mira y lo hace de forma juzgante. Suspiro. Tiene un horrible mal humor —Necesito un equilibrio, si tu madre no está para controlar mi mente, debo ocuparme en algo que tome todos mis pensamientos. Así que pido tu silencio.

Hago un puchero, me habla mal, me trata peor y odio eso. Quiero seguir siendo su pequeña, su niña, no un estorbo a su alrededor y en las últimas horas es lo que más he sentido al estar a su lado. Estoy a punto de reclamarle cuando la puerta se abre, ruedo los ojos pues he perdido el momento padre e hija que quería, estos días han sido un verdadero tormento y lo único que quería era unos minutos a solas con mi padre y que él no estuviera tenso, enojado o simplemente fuera de cordura. Supongo que ahora es imposible.

Los miembros del consejo ingresan a la oficina de mi madre, Dasha coloca su mano en mi hombro en forma de saludo y hago una mueca casi imperceptible con mis labios.

—Vi eso, hermosa. Otro lo hubiera lamentado— susurra cerca de mi oído y sonrío. Jamás me cansaré de molestarla —Bien. Estamos todos aquí— le avisa a mi padre quien asiente y deja un aparato en medio de la mesa.

Miro hacia atrás, mis tíos están aquí, mi abuelo a pesar de que mi padre le ordenó lo contrario, Serg y James nos acompañan también, su insufrible hijo Dimitri y Rodion, que aunque no es parte del consejo es uno de los pocos soldados completamente leal a mis padres. Y duele, duele ver a las pocas personas a las que les importa mi madre, da impotencia saber que cientos de personas están bajo su mandato pero a nadie le interesa que su cabeza, su señora, esté perdida y probablemente muerta, solo esperan la más mínima brecha para tomar su lugar.

No lo permitiré.

—Empecemos— ataja mi padre poniéndose de pie —Quiero efectividad al cien por ciento, es mi esposa la que está en riesgo y no voy a permitir que esto le cueste la vida— sonríe con tanta crueldad que la piel se me eriza —Vamos a invocar el demonio que es la Bratva.

Sonrío. Es momento de recuperar a nuestra matriarca y volver a enaltecer el nombre de nuestra Organización. Nadie se mete con la Mafia Rusa y sale victorioso. Sangre por sangre, mest'.

—Dale todo lo que tenemos— le ordena James a Dimitri que saca una portátil de su mochila y la pone sobre la mesa.

—Sé que les gusta imponerse a la vieja usanza pero vamos, la tecnología es una diosa y podemos usarla a nuestro favor— muestra en la pantalla un mapa con la ubicación del hombre que mi padre ha enviado a sondear y a descubrir la zona del Linaje —Con solo un click, dominamos el puto mundo— para reforzar su punto, Dimitri clickea en su computador y la imagen se amplía hasta que muestra una casa en un campo —Con solo la ubicación en tiempo real de Vik, pude acceder a las cámaras de tránsito y con ello podremos dar seguimiento a los movimientos de los alemanes. De nada.

Mi teléfono suena interrumpiendo el discurso soberbio del imbécil de Vólkov. Todas las miradas se posan en mí incomodándome, así que ignoro el aparato y le presto atención a Dimitri.

Reina Rusa© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora