Capítulo 25

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Valentina

Me quedo ausente todo el camino de regreso a casa, apenas sintiendo la leve caricia de Rodion en mi pierna. No tengo ganas de nada, ni siquiera de respirar pero no voy a rendirme, no le voy a dar la satisfacción a Rustam Lavrov de ver mi vida destruida por él, no caeré en un precipicio antes de arrancarle el corazón con mis uñas con perfecta manicura.

Cuando la camioneta se detiene en la casona respiro aliviada de estar por fin en casa y salgo corriendo de allí. No me agrada justo ahora estar rodeada de hombres en un espacio confinado, me siento incómoda, insegura y muy furiosa con el mundo.

Atravieso el jardín del frente lleno de sangre, supongo que las cosas no han estado bien en mi ausencia. En menos de un día todo se ha desbordado, todo se ha salido de control y me temo que este es sólo el comienzo. Como mamá no aparezca papá se volverá loco y comenzará a matar a mucha gente para encontrarla, enojará a muchos, provocará a otros y así comienzan las masacres.

Entro a la casa buscando a lo único que tengo ahora para reconfortarme, lo encuentro discutiendo en voz baja con James y no me importa nada, solo me lanzo a él para sentir su calor, su amor, todo lo que pueda darme de forma desinteresada y pura.

—Papá— lo tomo por sorpresa un segundo pero cuando lo abrazo su cuerpo se relaja y me rodea con sus brazos, los cuales siempre me han parecido un escudo protector.

—Dios. Estás aquí— susurra y besa la coronilla de mi cabeza.

—Me alegra que estés bien, Valentina— dice James pero lo ignoro —Les daré un momento a solas.

Cuando lo siento marcharse dejo salir las lágrimas, lloro contra el pecho de mi padre de forma desconsolada. Me siento sucia, ultrajada, rota aunque quiera parecer fuerte, aunque demuestre lo contrario. Quiero a mi mamá, que me ayude a enfrentar eso, que me abrace y me diga que no debo llorar porque las reinas no lloran.

—¿Valentina? Por un infierno, dime qué te pasa— papá me toma de las mejillas y me mira con el ceño muy fruncido, la incertidumbre reflejada en sus ojos —¿Te hizo daño?

Niego con la cabeza. Él alza una ceja insistiendo y no puedo negarlo una segunda vez, no a él. Asiento mordiendo mi labio inferior con fuerza para no continuar llorando como magdalena.

Él se vuelve piedra, ira, odio. Sus manos me aprietan con fuerza mientras me recorre cada resquicio del cuerpo con la mirada. Me evalúa, examina heridas físicas pero el único dolor que tengo es en mi corazón y mi dignidad.

—¿Qué te hizo?— pregunta cauteloso, casi con miedo. Niego una y otra vez con la cabeza incapaz de volver a decirlo en voz alta —Valentina— me advierte con voz severa.

No digo una sola palabra y mi silencio es una gran respuesta para él. Veo el tormento en su mirada, aprecio como la ira de solidifica en su ser. Está muy enojado y recuerdo que mamá de pequeñas nos decía que no debíamos hacer enojar a papá.

—¡Dime que ese hijo de puta está muerto!— ladra con las pupilas inyectadas en sangre. Da miedo. Mucho.

No sé qué hacer para calmarle, así que solo vuelvo a abrazarle, lo aferro a mí con fuerza y creo que logro devolverle a la realidad pues me abraza de vuelta.

—Voy a matarle, papá. Yo voy a hacerlo, no tú, no Rodion ni nadie. A mí será lo último que verá cuando se vaya directo al infierno— susurro en un juramento.

***

Taras

Bebo mi tercera copa de whiskey. Las manos me tiemblan, no logro un control en mí y por más que bebo o golpeo el saco no consigo enfocar mi mente. Pierdo los estribos bastantes veces al día, me dejó dominar por mi oscuridad y todavía queda alguien que puedo lastimar aquí. Por Valentina debo mantenerme cuerdo, por ella y por los niños que no me he atrevido a conocer.

Reina Rusa© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora