Capítulo 33

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Viktoriya

Sentí un miedo indescriptible, como si estuviera en un peligro inevitable. Como si estuviera en medio del océano sin ninguna protección y no supiera nadar. Cuando mi padre irrumpió en mi habitación de forma bestial, con esa mirada de locura pensé que era mi fin, que acabaría conmigo por arruinar sus planes y lo único que pensé por reflejo, fue rogar que mi madre me salvara.

Pero era imposible, porque ella está secuestrada, atada a una habitación vacía bajo el mismo techo que yo, y por mi culpa.

Lo peor vino cuando puso su cuchillo en mi cuello, cuando el filo rozó mi piel, mi sangre se enfrió y sentí la bilis subir a mi garganta. Quería llorar, escapar de allí, despertar de la pesadilla.

He conocido al monstruo que mi madre siempre me dijo, la verdadera cara de Dierk Liebeskind.

—Ya que arruinaste mis planes, tendré que utilizar tu presencia aquí para algo, princesita— había gruñido cerca de mi oído.

—¿Qué haces?— jadeé con voz temblorosa. No sabía qué hacía, por qué me hacía eso cuando le había prometido que me trataría como merecía.

Me había engañado vilmente y como la estupida que soy, le creí cada palabra.

—Motivar a tu madre— me empujó de camino a la habitación donde tiene a Lana y tragué saliva. Sentía que iba a morir, de nada iba a servir lo que tenía en mente.

—Ella me odia, no servirá de nada— sollocé —¿Me vas a matar? Pensé que de verdad me querías.

Me empujó lejos de él, vi su ceño fruncido y su mirada de indiferencia. Fui una tonta todos estos días, me cegué por un desconocido, por la necesidad de un padre y una promesa vacía. Estoy decepcionada de mí misma.

—No seas ridícula, Viktoriya. Tenía una ventaja contigo y ahora la he perdido. Pienso recuperar el control sobre Svetlana así tenga que matarte frente a ella— sus palabras calaron hondo en mí. Solo soy un plan maquiavélico de su retorcida mente. Su verdadero yo es aterrado y ahora estoy a su merced —¿Crees que tu madre no te ama? Voy a demostrarte lo contrario, para que dejes de ser tan idota, pequeña niña, y aprendas de una buena vez que las palabras no sirven de nada y que debes de dejar de confiar en ellas tan ciegamente.

Me agarró del brazo y me volvió a someter a su antojo, el cuchillo volvió a mi cuello y al entrar esa habitación vi esa mirada azulada llena de pánico. Vi en sus ojos a la mujer que me abrazaba en las noches cuando era una niña, la que me llenaba de besos y me prometía que no dejaría que nadie me lastimaría. También vi rabia en su mirada en cuanto ella miró a Dierk.

Mi madre continuaba allí adentro y jamás había sentido más alivio en mi vida ni en los últimos días que hemos estado aquí.

Ahora me refugio en sus brazos y siento que todo estará bien, que ella me va a proteger.

—Creí que me odiabas— susurro y la escucho chasquear la lengua.

—Eres tan inocente, Viktoriya. Jamás odiaría a mi propia hija, niña tonta. Quise tener ventaja sobre Dierk si lo dejaba pensar aquello, pero ya veo que no es así— suspira. Ella posa sus dedos en mi barbilla y hace que la mire, su expresión es severa y sé que me he ganado una reprimenda —Sin embargo, Viktoriya, estoy enojada y muy decepcionada por cómo te has comportado en las últimas semanas, por escapar aquí y poner a toda tu familia en peligro. Espero que sepas la gravedad de lo que has hecho y aprendas que las cosas no se toman con capricho. Se lucha, se pelea por ello. Se gana. Ser mi hija no te da privilegio de absolutamente nada. Y quiero que sepas redimirte y ayudes a tu sangre, a tu legado, a salir de esto.

Reina Rusa© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora