—Me veo ridícula así— le hago una mueca de desagrado al reflejo en mi espejo.—Estás hermosa, como siempre— dice Sherlyn detrás de mí y sonrío. Agradezco el esfuerzo que pone para hacerme sentir mejor, pero no funciona.
Parezco una ballena envuelta en una sábana blanca con este vestido. No sé en qué estaba pensando cuando lo elegí hace días, pero ahora lo estoy odiando. Abraza mi cuerpo mostrando esas curvas adquiridas con el embarazo que no me enorgullecen para nada. Además, tengo que usar tacones y los tobillos me están matando.
—¿Por qué me corté el pelo?— gruño al no poder encontrar una forma de peinarlo que se vea bien.
—Por capricho— responde mi madrastra y le dedico una mirada de desprecio.
Me hago un estupido recogido y acomodo mi flequillo lo mejor que puedo. No estoy de humor para la fiesta, pero ya está aquí, ha llegado el día y lo mejor será que baje e inicie a los chicos para que todo termine de una buena vez.
Han sido días complicados, hemos estado tensos, alerta, durmiendo a medias y de muy, muy mal humor. No sé cuántas veces he discutido con mi padre, Taras y como no, Viktoriya. No tenemos respuestas y eso está volviéndome loca. El hombre en las mazmorras no dice ni una palabra, ha sido sometido a múltiples torturas y no abre la boca.
Estamos caminando a ciegas en un laberinto sin salida. Estamos expuestos, esperando un golpe de suerte y es ridículo. Tengo docenas de hombres trabajando, investigando, pero lo único que encontramos es silencio y muerte. Cuando creo que avanzamos un paso, en realidad hemos retrocedido tres. Y ya me estoy hartando.
—Acabemos con esto— manifiesto. Tomo mi chal de piel de lobo, lo hice con Mac después que murió por una infección, así lo llevo siempre conmigo —Queen.
La loba se pone de pie rápidamente y me sigue en un suave trote. Junto con Sherlyn bajo al primer piso donde escucho a Lyudmila dar órdenes sin cesar. Atravieso el lobby hacia el jardín frontal encontrándome a mis hombres favoritos acercándose a mí.
—James. Sergéy— saludo con media sonrisa —Hasta que por fin.
—Hacía mucho tiempo, Lana— murmura el moreno guiñándome un ojo.
—Bastante. ¿Dónde está nuestro niño prodigio?— pregunto por Dimitri y Sergéy lo señala con la mirada.
El chico está muy cerca de Valentina con una sonrisa depredadora que me hace alzar una ceja. ¿Está coqueteándole a mi hija? Es guapo, no lo negaré, un buen soldado también, pero mi pequeña tiene sus ojos puestos en una bestia más grande, aunque en su pequeña mente, yo no sé sobre ello. En fin, el chico pierde su tiempo.
—Tal vez seamos consuegros— se burla James y me río.
—A Valentina no le gustan los niños.
—Auch.
Vuelvo a reír y justo en ese instante mi hija rueda los ojos y se aleja de Dimitri, tal parece dejándole la palabra en la boca. Orgullosa miro con soberbia a mis capitanes de Nueva York quienes sonríen. Los invito a integrarse a la fiesta y mientras nos acercamos a la multitud, me van contando sobre lo bien que les va del otro lado del gran océano.
Han hecho un increíble trabajo allá, pero es hora de relevarlos, los necesito aquí, conmigo. Deben volver para quedarse, han sido casi veinte años alejados y los ocupo en mi círculo cercano ahora que tenemos problemas inminentes.
Mi parte menos favorita de las fiestas es cuando debo saludar a todos con una falsa expresión de cortesía en mi cara. Así que utilizo a Queen de escudo y funciona a la perfección, llego a mi mesa encontrándome allí con mi familia y los demás capitanes de los asentamientos. Será una velada de lo más agradable.
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Reina Rusa©
Ficción General***DISPONIBLE EN FÍSICO** Los años pasan, las grandes Organizaciones prevalecen, la Bratvá no es la excepción. Han sido dos décadas de fuerte mandato, nunca nadie se atrevió a desafiarme, el Linaje se adoptó a su nueva cabeza y extrañamente la paz...